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María José Carchano
Valencia
Domingo, 3 de noviembre 2024, 11:30
La Agencia Espacial Europea mostraba una imagen satelital en la que parecía que la Albufera hubiera multiplicado su superficie. Como Tonet y el tío Paloma, o aquellos agricultores a los que representan en la historia de La Huerta Sur, no hubieran existido, y el lago nunca se hubiera aterrado. Desde el aire, los municipios de Alfafar, Sedaví, Massanassa o Catarroja se veían completamente inundados, en una especie de delta producido por la crecida de un barranco que la mayor parte del año está completamente seco.
Pero, ¿cuánta agua llegó a discurrir durante los momentos críticos de la crecida? El director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, explica que después de la pantanada del 82, se implantó el Sistema Automático de Información Hidrológica, que cuenta con puntos de aforo en todas las cuencas y que registran cada cinco minutos cuánta agua discurre por una rambla o un río. «Permite monitorizar el caudal y poder contar con margen de maniobra aguas abajo», explica el catedrático, que asegura que en la rambla del Poyo el máximo aforo que se había alcanzado se registró en septiembre de 1989. «Entonces llegó a 1.200 metros cúbicos». El martes se superaron incluso los 1.800 m3, el aforo máximo fijado entonces, y que se calcula estadísticamente como un caudal que se podría alcanzar cada 500 años. «La cifra está claramente subestimada, como se ha visto ahora», lamenta Jorge Olcina, que cree que las causas son unas condiciones climáticas muy especiales que se dan en el litoral mediterráneo, con DANA con mucha virulencia acompañadas de lluvias torrenciales de una intensidad comparable a las de un huracán. «La única diferencia es que los vientos no son tan intensos».
La tormenta perfecta se produjo cuando se registraron más de 600 litros por metro cuadrado en apenas cuatro horas en la cabecera de la rambla, en Chiva. «Son 45 litros por minuto y eso es la intensidad de un ciclón tropical».
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Félix Francés, director del Instituto Universitario de Investigación de Ingeniería del Agua y Medio Ambiente, define lo que ocurrió el pasado martes en la rambla del Poyo como «una crecida relámpago, en la que la duración de la tormenta es similar al tiempo de respuesta de la cuenca, agravada porque hay lluvia torrencial y un cauce que normalmente no lleva agua. Con la misma cantidad de lluvia, al haber pendiente y velocidad, hay mayor destrucción, y al ser un cauce seco aparece un frente de onda». Es decir, algo parecido a un pequeño tsunami.
Y esta sucesión de acontecimientos provocó un caudal que entre las seis y las ocho de la tarde bajó a toda velocidad alcanzando esa cifra de casi dos mil metros cúbicos, y que multiplica por cinco el caudal del río Ebro a su paso por Tortosa, en la desembocadura. Una cifra nunca antes vista ni contemplada. De hecho, casualmente fue el mismo caudal que alcanzó el nuevo cauce del río Turia durante la tarde del martes, y que supone más de la mitad de la capacidad que se contempló en el Plan Sur.
De hecho, el caudal ha ido bajando poco a poco en el barranco del Poyo, aunque todavía se ven los efectos de su paso en los aparcamientos inundados, donde el agua ha quedado estancada casi al nivel de la calle.
Félix Francés cree que se podrían haber tomado muchas medidas para mitigar los efectos de esta DANA destructiva, entre ellas la puesta en marcha de una alerta hidrológica que vaya acompañada de la alerta meteorológica. Porque no es igual el peligro que corre un municipio como Torrent, que también está junto a la rambla del Poyo, que aquel que puede sufrir Paiporta, por ejemplo. En el Patricova, el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana, que se aprobó en 2004, permitió crear un mapa con las zonas de mayor riesgo. «Si hubiera una alerta hidrológica acompañando a la meteorológica podríamos afinar más los avisos a la población que se encuentra en las zonas que corren verdadero peligro». Félix Francés cree que esta alerta adicional evitaría la sensación de la población de ese anuncio de que viene el lobo, pero nunca lo hace de verdad.
Además, constata la necesidad de una educación de la población en los colegios, donde sepan qué hacer cuando hay una alerta de este tipo. Y si hay un aviso rojo, tienen que saber que los vehículos son trampas mortales, y también los puntos bajos, como sótanos o garajes, que pueden anegarse, como ocurrió en esta ocasión, en cuestión de unos pocos minutos. De hecho, hay cuestiones fundamentales que Félix Francés apunta, como el hecho de que los vehículos flotan, y que con una corriente con la velocidad que llevaba la rambla del Poyo pueden llegar a ser arrastrados varios kilómetros, en una trampa mortal. De hecho, hay mínimas posibilidades de que alguien pueda salvar la vida tras ser arrastrado si se encuentra en el interior de un vehículo.
La crecida relámpago se produjo entre las seis y las ocho de la tarde, después de que a la alerta roja de la mañana se sumara aquella tromba de agua en Chiva a partir de las tres de la tarde. La jefa de Meteorología de À Punt, Victoria, Roselló alertaba a esa hora: «He visto muchas DANA y os puedo asegurar que no he visto ninguna como esta». No le hicieron caso.
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