Los wombats son, sin ningún lugar a dudas, una de las especies más adorables de todo el reino animal. Y también son una especie de lo más curiosa. Emparentados directamente con los koalas, con un gran pelaje, un hocico achatado y una bolsa para llevar ... a sus crías, los wombats llaman la atención de propios y extraños, sobre todo cuando se empiezan a desgranar algunos de sus secretos.
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Entre sus peculiaridades destacan varias vinculadas a su misma fisionomía. Por ejemplo, la bolsa donde viajan las crías está colocada al revés que la de los canguros, para evitar así que las crías acaben sepultadas por la tierra mientras la madre excava los túneles donde viven.
También llama la atención la fuerza de sus cuartos traseros. Una fuerza que, llegado el caso, se convierte en un arma de defensa contra sus depredadores, a los que son capaces de aplastar contra las rocas hasta la asfixia.
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Pero quizá, su característica fisiológica más curiosa resida en su aparato digestivo. Y es que, después de comer, los wombats tardan alrededor de dos semanas en hacer la digestión. Y cuando la terminan de hacer defecan una gran cantidad de heces que se presentan con forma cúbica, algo único en el reino animal, que de hecho está siendo usado para investigar sobre nuevas formas de extrusionar materiales.
Esas mismas heces, por cierto, sirven para marcar territorio e incluso para llamar la atención a la hora de buscar pareja para el apareamiento en un juego en el que también llegan a morderse los cuartos traseros.
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