Observar el amanecer o el atardecer frente a un acantilado puede ser un plan relajante y apetecible para este verano. La luz tibia del sol apareciendo o desapareciendo por el horizonte es una imagen agradable que a todo el mundo gusta. Pero ¿por qué torna ... los tonos amarillos tornan poco a poco en rojizos?
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Desde el acantilado de Loiba, en Galicia, y junto a los dos puntos más septentrionales de la península ibérica, Punta de Estaca de Bares y Cabo Ortegal, la divulgadora científica burgalesa, Bárbara de Aymerich, explica que este particular fenomeno se produce por la dispersión de la luz blanca al chocar con las partículas de las nubes en su entrada en la atmósfera de la Tierra.
Así, cuantas más nubes y más partículas hay en el cielo, más intensas y rojizas serán las coloraciones de los amaneceres y atardeceres. Lo que primero se observa en ambos casos son tonalidades más azules junto a la luz del Sol, que se acerca al rojo conforme la luz recorre mucho espacio y se produce dicha dispersión.
Pero esta curiosa reacción no solo nos ofrece un espectáculo visual bello. También nos da información. La científca nos revela que, según algunos expertos, el lugar donde se produzca esta aparición del rojizo podría indicar un cambio meteorológico.
Curiosidades científicas
Bárbara de Aymerich
Bárbara de Aymerich
Bárbara de Aymerich
Bárbara de Aymerich
«Cuando se producen al amanecer, podría ser un indicativo de que va a cambiar el tiempo hacia peor, de que va a empeorar si hace buen tiempo. Cuando esos colores se dan en las puestas de sol, quiere decir que los claros vienen por el Este, por lo que las nubes y la perturbación se iría por el Oeste, vaticinando este color rojizo la llegada la mejoría del tiempo», asegura Bárbara de Aymerich.
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Respecto a ambos momentos del día, la divulgadora científica y también directora de Espiciencia expone que, al contario de la creencia general, «ni el Sol nace siempre por el Este, ni siempre se pone por el Oeste», pues solo hay dos días en los que es exactamente así: los Equinoccios.
Cuando el día y la noche tienen la misma longitud, este fenómeno se produce sobre los puntos cardinales, pero con el transcurso del verano, el Sol se va poniendo cada vez más hacia el Norte. Efecto contrario se produce en invierno, cuando con el paso de los fríos días, el Sol pone más hacia el Sur.
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«Si hacemos una fotografía al Sol desde el mismo punto y durante un largo período de tiempo, podemos ver como forma una lemniscata -especie de ocho tumbado similar al símbolo del infinito- en el cielo, lo que se conoce como analema y que se utilizaba en la Antigüedad para localizar la hora exacta en los relojes de sol.
Aprovechando su estancia en ese paraje gallego, el punto más al Norte en España, Barbara de Aymerich comenta algunas curiosidades del entorno como los faros de ambas localizaciones, importantes por su grandeza, luminosidad y posición estratégica para guiar los barcos llegados desde el Norte, principalmente desde Inglaterra.
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Este paisaje natural también guarada un secreto, y es que en el borde los acantilados de Loiba, de piedra granítica, se alzan dos espigones que están formados por las rocas más antiguas catalogadas en la península y que están bajo estudio dada la posibilidad -por su composición y orografía- de que puedan ser de las más antiguas de todo el planeta.
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