«Un tiro desviado y podía haber acabado en una tragedia»

Esa es la reflexión que rondaba la cabeza de uno de los vecinos de la calle Pico San Millán colindante con el establecimiento, quien resaltaba la magnitud de lo sucedido si uno de los múltiples disparos intercambiados entre el agente prófugo y los del Instituto Armado hubiese alcanzado alguno de los surtidores de combustible.

Detrás de él, uno de sus vecinos se quedaba «de piedra» al escuchar lo sucedido a una calle de distancia mientras dormían. «En el pueblo no se ha escuchado nada», aseguraban ambos mientras examinaban varios agujeros de bala aún visibles en el autolavado de la gasolinera.

La estupefacción iba en aumento en el rostro de ambos a medida que iban conociendo detalles de lo ocurrido a las puertas de la gasolinera a la que acudían, como todos los días, a comprar el pan en el supermercado incluido en las instalaciones de la estación de servicio.

De hecho, la normalidad había regresado apenas horas después del tiroteo que había acabado con la muerte del policía huido, un hecho que recordaba un charco de sangre limpiado por los empleados pero todavía perceptible en el acceso de la A-62 sentido Burgos.

Recordaban haber comentado algo con la cartera del pueblo, que solía repostar en la gasolinera y que, además de su servicio postal habitual, también había traído la nueva de que la Guardia Civil se encontraba en la gasolinera.

«Aquí suelen venir bastante. Hay mucho tránsito de coches y camiones al ser 24 horas y también han hecho algunos actos de presentación de campañas de tráfico por aquí», explicaban los vecinos sobre el por qué no se habían extrañado ante la presencia de agentes del Instituto Armado.

Un agricultor se disponía igualmente a trabajar unas tierras cercanas al lugar de los hechos cuando, subido en su tractor y dispuesto a realizar sus labores agrícolas como cada día, se acercaba para enterarse de lo ocurrido en este «tranquilo» municipio cercano a los 2.000 habitantes.

Atónito mientras los otros dos paisanos le relataban lo sucedido, confirmaba que «en el pueblo nadie había oído nada» y que se habían despertado con la noticia. «He ido a desayunar al bar y nos hemos enterado por los medios», añadía.

Misma incredulidad reinaba tanto en el hotel Rey Arturo, colindante con la gasolinera, como en los inquilinos de una de las viviendas de la calle Lanillo, la más próxima a la estación de servicio.

Sorprendentemente, el tiroteo también había pasado desapercibido para inquilinos y trabajadores del mismo quiénes achacaban que los tiros pasasen inadvertidos al tráfico de la cercana carretera.

Tampoco se lo creían los trabajadores del turno de mañana en la estación de servicio, que reconocían «no saber más» que lo relatado en la prensa y que tenían directrices de la Benemérita de «no hablar» del lo sucedido hasta que los hechos se esclarezcan.

En uno de los bares de Villagonzalo Pedernales, el suceso era la comidilla entre los clientes, también vecinos de la localidad. La sorpresa también había sido su particular 'despertador' al enterarse de que tal escena de película había acontecido en su municipio, un lugar donde «no suele pasar nunca nada».

En esta ocasión, fue una de las jóvenes trabajadoras del establecimiento hostelero quién abrió la veda de la rumorología al acercarse a comprar la prensa a la gasolinera a primera hora de la mañana, unas sospechas que confirmó poco más tarde, al igual que sus vecinos, a través de los medios de comunicación.