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Al igual que en Santa María de Rioseco o en Monasterio de la Sierra, la Desamortización de Mendizábal dejó su rastro en el Convento de Nuestra Señora de los Valles de Torresandino. Y, por desgracia, la huella también es negativa. El cambio de propietario tras una expropiación y una subasta en los años 30 de la decimonovena centuria supuso el inicio del fin del edificio, que malvive en un estado ruinoso, como tantos otros de la provincia de Burgos.
El inmueble se fundó en el siglo XIII en un poblado denominado por aquel entonces como Aldea de los Valles. A finales del XIV se reedificó y fue ocupado por carmelitas calzados, según publica Hispania Nostra, que relata de manera extensa la historia del monasterio desde sus inicios hasta que recibió su estocada final en la primera parte de la Edad Contemporánea.
Los monjes fueron expulsados del inmueble en 1810 por orden de los franceses. El exilio únicamente duró cinco años, ya que regresaron tras el final de la Guerra de la Independencia. Pero esta vuelta a casa no se extendió durante mucho tiempo, puesto que en 1835 se produjo su salida definitiva, esta vez obligados por el Gobierno liberal que en aquellas fechas dirigía los destinos del país. Este hecho, sin duda, marcó el futuro del edificio, que no ha vuelto a recuperar el potencial que tuvo a lo largo de seis siglos.
De su iglesia, que era de estilo gótico, no fue poco el arte que salió en el siglo XIX con destino a otros templos. El retablo de la Virgen de los Valles y estatuas de la Virgen del Carmen y Santa Teresa pasaron en 1841 a la parroquia de Torresandino y el año siguiente se trasladó a la hoy excolegiata de Nuestra Señora de la Asunción de Roa el retablo del altar mayor. Además, el altar dedicado a San Miguel se colocó en la iglesia de Villovela de Esgueva, lo calidad que forma parte actualmente del municipio de Tórtoles de Esgueva.
Con el paso de los años, el deterioro fue notable. El monasterio fue víctima del expolio y sus piedras se llegaron a usar como material para construir casas en Torresandino, como reconoce el alcalde de la localidad, Benjamín Escolar. Además, los amigos de lo ajeno pasaron por los restos del edificio y se llevaron varios arcos. A día de hoy quedan algunas paredes y poco más, cuando en el pasado llegó a tener bodegas, paneras, hospedería, caballerizas, corral y un claustro.
Pero en este municipio de la comarca de la Ribera del Duero, ubicado a 30 kilómetros de Aranda, tienen la ilusión de consolidar las ruinas y evitar que se borre por completo el monumento. En este empeño se puede destacar la labor de la Asociación de Amigos de Torresandino. Además, el Ayuntamiento, tal como asegura el regidor, está en conversaciones con sus dueños para que lo cedan a manos públicas. La mentalidad de hoy no es como la de antaño, lástima que los ladrones hayan hecho de las suyas en muchos lugares, especialmente del medio rural.
Tras el acuerdo, el siguiente paso sería ponerse manos a la obra y comenzar los trabajos en el convento. En este punto, Escolar es consciente de que se necesita una aportación económica considerable y, por ello, recurriría a cualquier administración pública para salvar lo poco que queda de este edificio, ya que el Consistorio, por sí mismo, no podría llevar a cabo la inversión.
El 8 de mayo de 2008 entró en la Lista Roja del Patrimonio. Una década después sigue en el 'elenco indeseable' de la asociación Hispania Nostra. Las acciones del futuro determinarán si pasa al listado verde, como ocurrió con el monasterio de San Antón de Castrojeriz tras su restauración, se mantiene en el color rojo o se mueve al registro negro, que es donde figuran los bienes que han desaparecido o se han alterado sus valores de forma irreversible. Por el bien de la cultura, que cambie al primero. Eso significará que se han mantenido y potenciado las ruinas del Convento de Nuestra Señora de los Valles de Torresandino.
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