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En Pradoluengo y en Medina de Pomar, esas son las ubicaciones desde donde parten las helitransportadas que combaten los incendios forestales burgaleses desde el aire. Una respuesta eficaz, rápida que aporta además una evaluación desde arriba que resulta clave a la hora de atacar los ... incendios. Estos helicópteros transportan a la brigada que combate las llamas desde el suelo y, además, recoge agua para verterla sobre el fuego y aminorarlo.
La base de Pradoluengo no funciona durante todo el año. Durante el invierno se hacen trabajos preventivos y, desde julio y hasta aproximadamente el 15 de octubre, se trabaja en la extinción de fuegos.
Lo primero que se hace al llegar a la base es avisar a la central y comunicar que se encuentran operativos. Se entiende en ese momento que en la base hay cuatro personas, un técnico, un piloto y un mecánico. Este verano, debido a las medidas de prevención de la pandemia de la covid-19, se organizan con turnos que eviten solapamientos. El primer turno se extiende desde las 10 y hasta las 18 horas y, a continuación, desde las 18 horas y hasta las 2 de la mañana se extiende el siguiente turno. Puede sorprender que en la base de una helitransportada trabajen hasta la madrugada pero el helicóptero no puede volar a partir del ocaso. La brigada sigue operativa porque también se desplazan por tierra con vehículos todoterrenos.
Ellos son el Bravo 2 y en un día normal llegarían a la base a las 10 horas, si no hay salida hacen ejercicio físico, normalmente durante dos horas. «Estamos siempre preparados para salir, tenemos 10 minutos desde que nos dan el aviso, pero si no nos dan aviso permanecemos alerta en base. Cuando se acerca el final del turno acondicionamos la base y la desinfectamos para el siguiente turno. En función de cómo esté el día hacemos alguna marcha», apunta el técnico de la base de Pradoluengo. Se trata de caminar con todo el equipo de protección individual durante 40 minutos o una hora. «En este tipo de trabajo la preparación física es importante», apunta este técnico. Y cargan la mochila extintora que pesa entre 17 y 20 kilos, la cantimplora, las herramientas o el botiquín.
En la lucha aérea contra el fuego este helicóptero transporta a la brigada pero también sirve para arrojar agua gracias al conocido como bambi bucket, una gran bolsa que sirve para recoger, transportar y soltar el agua con una capacidad de 900 litros, en este caso. Cuando llegan al incendio el helicóptero deja a la brigada, estos despliegan el bambi y la helitransportada se va a recoger agua.
La brigada trabaja por tierra apoyándose en las descargas del bambi. «El agua baja la intensidad de la llama y nosotros nos acercamos a rematar. En función del tipo de vegetación usamos unas herramientas u otras», señala el técnico.
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Los agentes medioambientales de Pradoluengo explican que, cuando se produce un incendio, la torreta suele dar el aviso. Los agentes se dirigen a la zona y, cuando llegan, actúan como jefes de extinción, «mientras no llegue un técnico de la administración nosotros somos los jefes y dirigimos todos los medios del operativo», señalan.
La fortaleza del helicóptero es la rapidez, «fundamental, atajar un incendio en los primeros 15 minutos, muchas veces, supone evitar una gran tragedia», señalan estos agentes medioambientales. El apoyo desde el cielo y la brigada resultan claves en estas actuaciones pero, además, «la evaluación que hace desde el aire también es fundamental en un incendio porque obtienen una visión global que nos da muchos datos», señalan. Durante los trabajos de extinción están en contacto continuo con los agentes medioambientales, se trata de un trabajo en cadena perfectamente coordinado.
Pero además, sin estos medios aéreos, la provincia de Burgos perdería logística, cualquier desplazamiento por tierra es más lento y la capacidad de bombardear agua también es importante. «En función del combustible, muchas veces se hace imposible acercarte a la llama. A partir de 1,5 metros de llama es prácticamente imposible acercarse, con el agua se baja la intensidad y esto nos permite rematar», apunta el técnico del helicóptero.
El técnico de la base de Pradoluengo reconoce que enfrentarse a un fuego de «miedo y respeto, sobrecoge el sonido» pero la experiencia y la racionalidad son vitales a la hora de tomar decisiones rápidas y en condiciones de estrés. «Todas las decisiones sobre dónde atacar, la vía de escape las tenemos que tomar rápido y se toman por experiencia. La ventaja es que, al ver el fuego desde arriba, tenemos una visión más general. Cuando nos acercamos al incendio orbitamos un par de veces, comentamos a central la valoración y el agente medioambiental nos dice por dónde tenemos que empezar», explica este técnico.
Todas las personas que trabajan en este ámbito tienen una preparación previa, conocen el trabajo y, además, se les exige unas condiciones físicas importantes. «Hay que estar dispuesto a trabajar en condiciones difíciles pero todos sabemos a lo que nos enfrentamos. Todos tenemos formación relacionada con el ámbito forestal y, además, los técnicos tiene que ser, como mínimo, graduados en ingeniería forestal o ingeniería de montes y tener los cursos de formación», explica este técnico.
Además de las salidas a incendios, en la base se hacen otras labores como seguir con la formación a los brigadistas, se analizan incendios anteriores, se compara su trabajo con otros incendios, lo que se ha hecho bien, mal, dónde hay que mejorar.
Cada incendio al que acude el helicóptero, como es el caso del de la base de Pradoluengo, es fotografiado al llegar, durante el incendio y al marchar desde el aire. Información que será fundamental después, para esclarecer las causas y aprender para situaciones futuras. Desde el aire, la columna de humo da mucha información y el helicóptero está siempre en contacto con los agentes medioambientales.
Reconocen los agentes medioambientales de Pradoluengo que enfrentarse al fuego es «complicado, hay que tomar decisiones rápidas, en tensión, hablar por la emisora no es como hacerlo por el móvil, se hace difícil», explican.
Después de su actuación en un incendio a los agentes medioambientales les queda una labor que se ve poco pero es fundamental. «Cuando el incendio se da por extinguido nosotros nos quedamos para realizar, por lo menos, dos informes. Uno es un preparte de incendio y la ficha de inspección ocular que es una investigación sobre las causas del fuego», explican estos agentes. Aseguran que se puede llegar al foco del incendio aunque este sea pequeño y el incendio grande.
Trabajan con toda la información que las llamas dejan sobre el terreno, acotando la superficie pero muchas veces el fuego y el agua destrozan vestigios y hay que tenerlo en cuenta.
En realidad, todas las funciones relacionadas con el medio ambiente y la naturaleza son competencia de los agentes medioambientales. Incendios, vertidos, residuos, caza y pesca, trabajos en el monte, aprovechamientos forestales, especies protegidas. Sus funciones son técnicas, administrativas y forestales. «Tenemos la condición de agentes de la autoridad y de policía judicial genérica, lo que conlleva responsabilidad y trabajo», apuntan.
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