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Lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres no solo es de justicia, es también un ingrediente fundamental para luchar contra la pobreza extrema,el hambre y la desnutrición. Este 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales bajo el lema 'Las mujeres rurales cultivan alimentos de calidad para todas las personas'. El objetivo es destacar el papel fundamental que desempeñan las mujeres y niñas del medio rural en todo el mundo.
En la provincia burgalesa, eminentemente rural, el impulso de las mujeres ha sido decisivo para sus pueblos. Parte del problema de la despoblación parte de la falta de oportunidades para que las mujeres se asienten y desarrollen su proyecto vital en los pueblos. El 13,8 por ciento de la población burgalesa son mujeres que viven en el medio rural. De las 177.072 mujeres que según el Instituto Nacional de Estadística (INE) viven en la provincia, unas 49.375 son rurales, descontando las habitantes de Aranda, Burgos y Miranda. Son casi 11.00 mujeres rurales menos que hombres. Y siempre se ha dicho que «la mujer asienta población».
Las mujeres representan más del 40 por ciento de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, pudiendo llegar a más del 50 por ciento en determinadas partes de África y Asia, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En cambio, se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad de la tierra y el ganado, la igualdad de remuneración, la participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas agrarias, y el acceso a recursos, crédito y mercado para que sus explotaciones prosperen, según afirma la ONU.
En Burgos, por ejemplo, hubo que esperar hasta el 2018 para que Susana Pardo se convirtiera en la primera mujer en presidir la Unión de Campesinos de Burgos. Pasó así a ser la primera mujer que presidía un sindicato del campo tanto en Burgos como en Castilla y León.
La mujer en el medio rural burgalés se enfrenta a problemas transversales a los de otras féminas del mundo. Pero otros son particulares de la provincia y de la situación del país. La asociación de mujeres de Burgos AURA FADEMUR destaca la burocracia lenta y alejada del campo, la falta de empleo, la disminución de servicios, la sobrecarga de trabajos de cuidados, la vulnerabilidad de las víctimas de violencia de género. Por ello, la asociación se centra en la formación de las mujeres rurales en materias como la gestión de calidad en hostelería y turismo o la venta de productos y servicios turísticos.
En este sentido, uno de los cambios que aprecian las mujeres rurales con respecto al empleo es que «se está desarrollando una nueva generación de mujeres que optan por el pueblo para desarrollar sus propios negocios. Creo que la pandemia ha acelerado mucho esa decisión», señala Cristina García, de Pardilla. La diversificación del trabajo, poder optar por otros empleos más allá de los que hace años se desarrollaban en los pueblos, ha ayudado a que las mujeres opten por el medio rural. El sector servicios, con el turismo y la hostelería como líderes, es otra oportunidad más allá del sector primario o los cuidados del hogar y personas, a los que antes estaban abocadas las mujeres de los pueblos burgaleses. Esto ofrece más oportunidades de desarrollo.
«Antes trabajaban de sol a sol, en el campo, con el ganado. Trabajaban para vivir. Para mí esas mujeres del pasado son un ejemplo a seguir, lo que han peleado, lo que han trabajado», destaca Mónica Angulo, de Miganjos. Trabajos en muchos casos no remunerados ni reconocidos como empleo. Trabajos a los que estaban destinadas por nacimiento y responsabilidad familiar. La situación ha mejorado, estas mujeres rurales que presentamos aquí han ligado su vida al pueblo por decisión propia, pero para poder trabajar han tenido que emprender y arriesgar. Esa es una de las carencias a las que se enfrentan las mujeres rurales ahora, la falta de oportunidades laborales en el medio rural. Y se repite la frase: el trabajo atrae población y la mujer rural es la que la asienta.
Danka Petrova, que ha optado por abrir un bar en Barbadillo del Mercado, tiene claro que quiere para su hijo un futuro en el pueblo. «Me encanta el ambiente y me parece más fácil la conciliación con el transporte y el comedor escolar. El ambiente es tranquilo, tenemos lo necesario para vivir. Aquí nos conocemos todos, si necesito que me ayuden con el niño sé que alguien lo va a hacer. En poco tiempo estoy muy cómoda y quiero quedarme a vivir aquí», explica.
En este día, BURGOSconecta ha querido hablar con algunas jóvenes mujeres de la provincia que han apostado por el medio rural para desarrollar su proyecto de vida. Ellas son el futuro, la lucha y ralentización de la despoblación pasa por ellas, que han apostado por la provincia. Analizando la situación actual de las mujeres rurales en comparación con las de generaciones pasadas se aprecia el avance logrado.
Las mejoras son fruto de una labor y unas reivindicaciones calladas de las que las precedieron. Pero no es la panacea. El trabajo del hogar y de cuidados sigue recayendo sobre ellas y, en muchos casos, no se reconoce ni está remunerado. Sigue siendo 'su obligación'. Las propiedades siguen siendo de los hombres. Aunque las mujeres ganaderas y agricultoras aumentan, crecen a menor ritmo las propietarias de tierras. No ejercen tampoco el mismo poder que los hombres y, por ello, la desigualdad salarial perjudica a las mujeres. La participación social, los espacios para la realización personal o los lugares y tiempos de ocio son otros de los impedimentos para lograr una situación completamente positiva.
A nivel mundial, la mala calidad de vida de las mujeres rurales se traduce en un obstáculo, también de dimensiones mundiales, para acabar con la pobreza y el hambre. Según cálculos de la ONU, si las mujeres tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, la producción agrícola en los países en desarrollo aumentaría entre 2,5 y 4 por ciento y el número de personas desnutridas en el mundo disminuiría aproximadamente entre un 12 y un 17 por ciento, según un estudio de la FAO de 2011.
El objetivo de este día es reconocer el trabajo de la mujer en el ámbito rural, así como su contribución y su importancia en su desarrollo. Pero esta jornada va más allá, tiene como objetivo reconocer su papel vital en las zonas rurales, mejorar las condiciones educativas, sanitarias y de seguridad de las mujeres que residen en zonas no urbanas.
Danka llegó a Salas de los Infantes de Bulgaria, su país natal, con ocho años. Lleva 22 en el pueblo. Hace cuatro meses abrió un bar en un pueblo vecino, Barbadillo del Mercado. Ya había trabajado cinco años como camarera en un bar de este pueblo, trabajó en una fábrica pero no le gustaba. «Me decidí por la hostelería porque, aunque sea esclavo, lo conozco y se me da bien», reconoce. Eso sí, para encontrar un empleo en el que se encuentre cómoda lo ha tenido que crear. El emprendimiento es la mayor alternativa ante la escasez de trabajo.
«Para poder trabajar de lo que te gusta hay que emprender. Da mucho miedo, pero no tenía mucho que perder, era eso o quedarse como estás, algo que tampoco quería», explica.
Aprecia que el medio rural necesita ganas, gente que quiera apostar por ello, innovación, diversidad, aprovechar los recursos de las redes sociales, «salir de lo mismo». «Intento atraer a gente joven a través de las redes sociales, mi idea es hacer días temáticos, jornadas», añade.
España sabe mirar el racismo ajeno, pero aquí todavía tenemos mucho que mejorar. «En la ciudad sería otra extranjera más. No se llega a conocer a la gente, se mueven por estereotipos. Aquí la gente me valora por mi personalidad y mi trabajo, no por mi nacionalidad. Se han parado a conocerme. En la ciudad tengo claro que nada más oir mi nombre, portazo, porque me ha pasado». Estudió Estética, pero no consiguió trabajó de ello en la ciudad, por lo que regresó al pueblo donde «han ido a buscarme a casa para darme trabajo», en la ciudad tiene que demostarar más que otras mujeres antes de que la llamen.
Tiene claro, además, que este ambiente «tranquilo» es el que quiere para criar a su hijo. La conciliación es «más fácil» con el transporte y el comedor escolar. «Esto es tranquilo, tenemos todo lo necesario. Tengo el parque cerca, nos conocemos todos, si pido un favor, sé que alguien me ayudará. En poco tiempo estoy muy a gusto y quiero coger aquí una casa, reformarla y quedarme a vivir».
Mónica ha apostado por el turismo rural. Es de Mijangos, una entidad local de la Merindad de Cuesta-Urria. Hasta que se marchó a estudiar Turismo a Bilbao había vivido en el pueblo. «Esta es mi pasión, me gustan las tradiciones, las costumbres, el ganado, la agriculta. Siempre lo he llevado muy dentro», reconoce.
Empezó hace cuatro años haciendo fotos por Las Merindades, a esos rincones bonitos, más desconocidos y menos masificados, y compartiéndolas en redes. Siempre estaba buscando casas rurales para poder gestionar. Comenzó con una en Herrán en noviembre de 2019, pero con la pandemia la tuvo que dejar. Ahora gestiona dos en Tobera y otra más en Herrán, donde el destino la ha vuelto a llevar.
Mónica señala que ella es mujer rural trabajadora «por voluntad propia. Antes esa libertad de eleción era menor. Viví en Santander, en Bilbao, pero no encajaba. Vivir aquí es lo que buscaba. Pero no se pone en valor las ventajas del medio rural, no se ayuda y se desprestigia», explica.
«Las mujeres asentamos población y con las oportunidades reducidas es dura la vuelta al pueblo aunque sea tu voluntad», lamenta. «Tengo un hijo de 16 años. Mi sueño es que se quede a vivir aquí, pero en qué va a trabajar», se pregunta, al señalar que la conexión a Internet es un lastre.
Las mujeres de generaciones anteriores son su ejemplo a seguir, «antes trabajaban de sol a sol, en el campo, con el ganado. Trabajaban para vivir. Para mí son un ejemplo por lo que han peleado». Pero la ventaja es que «el trabajo se ha diversificado y te permite tener un ocio, unas aspiraciones. Es algo fundamental para la realización personal».
Sus mayores dificultades como mujer rural son administrativas, «no quiero que me regalen nada, pero sí que se tengan en cuenta las dificultades del medio rural». Señala que para vivir aquí «te tiene que gustar y tienes que creer en ello. No es una panacea vivir en el pueblo, pero tampoco lo es hacerlo en una ciudad y se nos ha vendido como que sí lo es».
Cristina es de Pardilla pero siempre ha vivido en Aranda de Duero. Ha sido este año cuando se ha mudado a Pardilla. «En cuanto nos dijeron que nos ponían la fibra óptica, dejamos el piso de Aranda y mi marido y yo nos mudamos aquí». Ahora están en la segunda residencia de sus padres, pero su idea es adquirir un inmueble y ponerlo a su gusto para asentarse en el pueblo definitivamente. Tenía ganas de mudarse a Pardilla, a donde siempre ha estado vinculada, es la presidenta de la asociación cultural desde hace ocho años.
Ella y su marido se encuentran desarrollando proyectos audiovisuales, todos relacionados con la comunicación. Ella se dedica al periodismo, la comunicación, la edición de vídeos. Está tan implicada con el medio rural que, entre sus proyectos, hay uno para «atraer a más jóvenes al pueblo que puedan teletrabajar o emprender pequeños negocios ayudándolos con un espacio», explica. «El problema es el acceso a la vivienda. Las vacías no se venden, se quieren para segunda residencia».
Cristina destaca que «la situación de la mujer rural ha cambiado muchísimo. La mayor parte de las que se quedaban en el pueblo eran mujeres que no tenían más recursos. Las solteras, prácticamente todas, se fueron del pueblo buscando una manera de vivir diferente. Sin embargo, solteros hay muchos. Las mujeres solteras huían». Y añade, «antes a las que se quedaban tampoco se les daba la opción de desarrollarse profesionalmente, porque tampoco tenían poder de elección más allá del campo o las labores del hogar».
Aprecia que, de unos años a la actualidad, está cambiando mucho. «Se está desarrollando una nueva generación de mujeres que vienen al pueblo a desarrollar sus propios negocios». A esas hay que impulsar. La diversificación del trabajo y oportunidades ha ayudado a que las mujeres opten por el medio rural. «Hay mucha más independencia. Tienen sus oportunidades de desarrollo».
La mujer asienta población en el medio rural, eso lo tiene claro. «Las que se quedaron son las que han formado familias. Si no llega a ser por ellas, no habría familias en los pueblos. Ahora el reto es ese, conseguir que mujeres jóvenes puedan desarrollar sus carreras, sus trabajos, su proyecto vital en el pueblo».
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