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Volvió el flamenco a Miranda el pasado fin de semana y lo hizo de la mano del mejor anfitrión para el público de la ciudad. Dirigido por el guitarrista mirandés Juan Manuel Morote, el cuadro flamenco Sol de Baté deleitó a centenares de espectadores ... que no quisieron perderse 'Al golpe de Fragua', el nombre con el que fue bautizado el espectáculo.
«Para mí esta es una actuación muy especial porque tocamos en mi casa, en mi tierra, y el apoyo del publico ha sido admirable», reconocía Morote visiblemente emocionado. Y es que, a pesar de que es consciente de que el flamenco es un género «para un público muy selecto» —«o te gusta o no te gusta»—, la propuesta musical atrajo a cerca de doscientas personas a las instalaciones del Teatro Apolo, reconvertido en un tablao flamenco desde las 20:30 horas del pasado sábado, 21 de enero.
No dejaron ni un palo sobre la mesa; los interpretaron todos: cantes de trilla, soleá, alegrías, seguidillas, bulerías… «Hacemos cantes de campo que existían antes que la guitarra porque ya apenas se hacen», explicaba el guitarrista flamenco que, a su vez, incidía en la necesidad de perpetuar este género musical en tanto que constituye todo un símbolo identitario de nuestra cultura.
Manteniendo la inexorable esencia flamenca, incluso en la puesta en escena del espectáculo —cuatro sillas rojas alineadas en una perfecta recta junto a un cajón flamenco y un yunque— Sol de Baté presentó una propuesta actualizada que también incluía una flauta travesera en su instrumentación. Juan Carlos Aracil fue el responsable de producir el sonido más flamenco con este instrumento de viento madera. Asimismo, a la guitarra cuadragenaria de Morote, se agregaron la percusión de Nino Jiménez, y las voces de la cantaora Elena Morales y el cantaor Raimundo Navarro. Dos bailaores flamencos, Maximiliano Rebmam y Rosa María Maya, culminaron el espectáculo con la danza más sentida.
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En total, compartieron más de hora y media de flamenco donde la pasión desbordó frente a un público igualmente apasionado. Si bien es cierto que el mirandés reconocía comportarse del mismo modo independientemente del fervor o el número de personas asistentes «porque cualquiera que haya invertido su tiempo y dinero en venir a verte merece un respeto», puntualizaba. Y aunque hay quien dice que nadie es profeta en su tierra, lo cierto es que a oídos del público asistente, como diría el propio Morote, «fue musicalmente una placer» disfrutar de la secundada propuesta de Sol de Baté, cuyo director ya tiene la mirada fijada en proyectos futuros.
A pesar de que el estallido de la pandemia del coronavirus fue una debacle para el gremio artístico y cultural de prácticamente todos los países del mundo, tal y como reconocía el flamenco, poco a poco, las aguas regresan a su cauce y los nuevos proyectos van brotando de la mano del nuevo año.
Hace dos años Morote no pudo viajar a Carolina del Norte, en Estados Unidos, para trabajar en un proyecto prometedor que nuevamente vuelve a ver la luz. Juan Manuel Morote ya ha anunciado que, «si Dios quiere», el próximo mes de julio retomará aquel trabajo que hubo de aparcarse muy a su pesar. Hasta entonces y muy probablemente también después de aquello, Morote seguirá haciendo flamenco porque, tal y como confesaba, «la música es mi vida y moriré con ella».
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