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Sucedió en el Teatro Apolo, en la sede homónima a aquella madrileña donde hace 127 años cobraba vida por vez primera la zarzuela 'Agua, azucarillos y aguardiente'. El clásico que ha perdurado hasta nuestros días como una de las obras más representativas y representadas ... del género chico español llegaba a Miranda de Ebro este viernes, 16 de febrero, de la mano de la compañía teatral Clásicos de la Lírica.
No era su primera vez en la ciudad del Ebro; hace algo menos de un año la compañía daba vida a la revolucionaria 'Katiuska' de Pablo Sorozábal en el mismo emplazamiento. No obstante, en esta ocasión se presentaban con un aire renovado que hacía bandera de sus propias intenciones: «Nuestra compañía trata de acercar sus montajes a nuevos públicos, gente joven, espectadores renovados ansiosos por disfrutar de un gran espectáculo, así como conservar y cuidar al público de siempre, fiel conservador del género lírico en nuestro país», explican.
Si bien es cierto que la mayor parte de la audiencia podría encajar en la categoría «de siempre», también pudieron observarse muchos rostros jóvenes que daban una oportunidad a la obra de Federico Chueca, interpretada paradójicamente por una pequeña orquesta de cámara cuyos 17 integrantes apenas superaban la veintena. También abundaba la juventud entre el elenco donde, además, 13 niños y niñas aportaron el aire fresco a este relato centenario.
El público más joven pudo conocer en primera persona una historia que conjugaba la tradición y la renovación en su puesta en escena. Así, la revisada escenografía contrastaba con lo esencial de un diseño sonoro exento de amplificaciones. En efecto, los actores y las actrices interpretaban los números musicales sin contar con ningún tipo de micrófono, como antaño, lo que, no obstante, suscitó algunas críticas iniciales.
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«No se entiende nada, la música tapa las voces», lamentaba una de las espectadoras entre murmullos. Sin embargo, poco a poco la candidez de los personajes de Ramos y la divertida música de Chueca lograron suspender la incredulidad de la audiencia —como así lo acuñó el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge—, trasladando al público hasta el Madrid más castizo de finales del XIX.
Había quien incluso celebraba la apuesta de Luis Roquero, el director de escena de la compañía. «Las zarzuelas siempre se han interpretado sin micro y siempre se han oído», zanjaba Lidia, reconociendo en cualquier caso que «quizá se escuchaban más los instrumentos que a las voces porque el foso estaba abierto».
Sea como fuere, la cita vespertina del Teatro Salón Apolo conseguía despertar el cálido aplauso de un público que incluso se animó a cantar algunos de los números más conocidos de Federico Chueca. Y cabe destacar que el compositor no sólo se hizo presente con la historia de Asia, Serafín, Pepa y Manuela, pues los más melómanos también pudieron distinguir algunas alusiones a 'La Gran Vía', otra de las zarzuelas del madrileño para la que, no obstante, la compañía teatral Clásicos de la Lírica' requerirá de otro capítulo artístico.
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