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El reciente anuncio de la fusión entre CaixaBank y Bankia irá de la mañana de un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectará a nivel nacional a más de 6.000 trabajadores y el cierre de 1.500 oficinas. En Burgos, esa decisión, aunque estén en plena negociación, repercutiría en 34 personas, sin saber el número de sucursales que bajarían la persiana en la provincia.
Eso propició movilizaciones prácticamente semanales de los empleados, ya que el ERE vendría con un recorte en las actuales condiciones de los trabajadores. Eso en lo meramente laboral. ¿Pero cómo afecta el posible cierre de sucursales del banco que absorbió Caja Burgos en 2012 (bajo paso previo por Banca Cívica) a los clientes del medio rural?
Ese caso lo escenifican Julio Hernáiz y Vicente Marco, clientes en oficinas de la provincia y que ahora temen el cierre, ya que les trastocarían sus planes. El primero, afincado en el Alfoz de Burgos, ya ha tomado la decisión de abandonar CaixaBank. «Era de esos niños que tenía su cartilla infantil de Caja Burgos, y la sentí como si fuera mía. Después de tantos cambios me di cuenta que ya no tenía nada que ver con esa gente», apunta Hernáiz, que considera que los posibles cierres serían «otro hachazo al medio rural».
«El dinero de plástico no existe en los pueblos y todos pagan en efectivo. Tener un sitio donde se puede sacar dinero es elemental. Además hay muchos ciudadanos que necesitan gestionar muchas cosas de forma presencial. En los pueblos, donde queda principalmente gente mayor, no se mueven por la banca digital», describe este exusuario de CaixaBank.
Una pérdida de servicios más, a la que se suma una digitalización impuesta y «sin opción de acostumbrarse al nuevo método». «Les ha venido muy bien vendernos todos los productos que tenían y ahora de repente te tienes que pasar a todo lo digital y no dan el servicio», apunta Hernáiz, que destaca el valor humano de los empleados de las sucursales rurales. «La persona que trabaja en esas oficinas es casi un amigo. Fallece una persona en el municipio e iba hasta el de la caja. Tramitar los servicios en los pueblos es muy entrañable, aunque los de arriba solo se fijan en la productividad. Les da igual la cercanía al cliente», añade.
Una situación similar vive en Palacios de la Sierra Vicente Marco, que amenaza con retirar todos sus ahorros de CaixaBank si le cierran la oficina. «Lo único que ganarían es que me iría a otro banco. Aquí tenemos una oficina de Caja Rural», advierte Marco.
De consumarse el cierre de la sucursal en Palacios de la Sierra, los vecinos del municipio tendrían que desplazarse entre 8 y 17 kilómetros para realizar sus gestiones. «Las oficinas más cercanas serían las de Quintanar de la Sierra y Salas de los Infantes. Y ahí se daría otro problema, que tantos clientes colapsarían esa oficina», señala Marco.
Precisamente en 2020 se cerraron en la provincia de Burgos 48 sucursales bancarias, la mayor cifra de los últimos años. De acuerdo a los últimos datos que maneja al respecto el Colegio de Economistas de Burgos, ahora mismo permanecen operativas 279 sucursales de las diferentes entidades, mientras que en 2007, cuando se tocó techo, se llegaron a contabilizar hasta 550 oficinas. Esto implica que la provincia ha perdido casi la mitad de toda su red bancaria física en apenas 13 años.
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