La hipótesis que se manejaba en el mes de marzo, cuando se acometió el proyecto de excavaciones en busca de la fosa común en la que habían sido enterradas un grupo de mujeres represaliadas en los primeros días de la Guerra Civil, parece que se ... ha confirmado. La fosa de mujeres de La Pedraja ya no existe, aunque existió, y los restos de las víctimas habrían sido reubicados, bien en el cementerio de Villafranca Montes de Oca bien en alguna de las otras fosas localizadas en La Pedraja.
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En marzo, el equipo del antropólogo Francisco Etxeberría realizó una primera excavación en una zona próxima a las fosas ya recuperadas. El lugar lo había señalado un testigo, el hijo del caminero que, en su momento, vio llegar los carros con las mujeres represaliadas. La historia la había compartido con su familia y, a través de los hijos, se sabía casi con total exactitud dónde buscar. Sin embargo, tras cuatro días de trabajo no se encontró la fosa ni ningún indicio de su existencia.
Entonces se empezó a barajar la posibilidad de que los restos hubieran sido movidos, pues lo que sí se encontró fueron indicios de que la zona había sido reforestada con pinos. Y ahora parece que se ha confirmado. A mediados de septiembre se volvió a excavar, en otros dos puntos señalados, y tampoco se encontró resto alguno. Lo que sí se vio fue el efecto de la reforestación, explica Alberto Mardones, portavoz de la Asociación de la Memoria Histórica de Miranda de Ebro, impulsora del proyecto junto con UGT.
En la época de la Guerra Civil, en la zona había robles. Ahora, pinos, porque hace unos cincuenta años el bosque se quemó. Entonces, con casi total seguridad, la fosa habría quedado a la vista y se optó por reubicar los restos de las mujeres. España vivía los últimos años del Franquismo, los más aperturistas, y se estaban retomando las relaciones internacionales, así que no quedaba nada bien que apareciese una fosa común que ponía en evidencia al régimen dictatorial, explica Mardones.
«No nos rendimos», insiste, pues la investigación seguirá adelante. Se buscará en los archivos de la iglesia y de la Diócesis de Burgos, para tratar de encontrar algún documento que arroje luz sobre el destino de los cuerpos recuperados. Podrían haberse enterrado en un osario del cementerio o, incluso, fuera del camposanto, en el lugar reservado habitualmente para impuros, suicidas y demás gente que, a juicio de la Iglesia Católica, no merecían ser enterrados en zona sagrada.
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Alberto Mardones recuerda que, aun en este tipo de casos, los sacerdotes abogaban por dar sepultura a los restos, aunque no fuera dentro del cementerio. Y si la fosa de La Pedraja se reabrió, los cuerpos de las mujeres habrían sido reenterrados y puede haber documentación que lo acredite. También tiene que haber algo en los archivos de la Guardia Civil o los juzgados, afirma, pues cualquier aparición de restos debía ser comunicada para estudiarla y determinar qué hacer con ellos.
A estas hipótesis se suma una más. Que las mujeres hubieran sido reenterradas en las fosas 'de los hombres', pues allí también se ha encontrado algún resto de mujer y quedan todavía un centenar sin identificar. El resultado del proyecto, reconoce Mardones, no ha sido el deseado pues no había ninguna duda de dónde se encontraba la fosa, en pocas ocasiones se tenían datos tan fehacientes. Sin embargo, se han encontrado con un misterio que ahora tocará desentrañar.
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Los restos que se tratan de encontrar y recuperar corresponden a mujeres de ferroviarios de Miranda, activistas como sus maridos o vinculadas a sindicatos y partidos de izquierdas. También a profesoras de Miranda, La Bureba o, incluso, La Rioja. Fueron asesinadas en el inicio de la Guerra Civil y, bien por que no eran de Burgos bien porque no tenían familia en la zona, su desaparición pasó desapercibida. No se sabe con exactitud cuántas fueron, se habla de entre 9 y 20 restos, ni quiénes eran.
Eso sí, habría dos posibles identidades. Una de ella sería la madre de Vladimiro Trueba, mujer de un concejal de Miranda, que habría sido asesinada junto a su marido y a dos tíos de Vladimiro. Su abuela le confesó lo ocurrido y le dijo que sus familiares estaban enterrados en La Pedraja. La otra mujer sería la abuela de una joven, residente en Bilbao, que ha facilitado un dato de gran utilidad para la identificación: su abuela llevaría una Cruz de Caravaca.
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