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A lo largo de siete comunidades autónomas de España se han colocado por parte de la asociación conservacionista GREFA más de 3.000 cajas nido. El objetivo de estas cajas nido es fomentar las poblaciones reproductoras de aves rapaces depredadoras de roedores que causan daños ... a la agricultura. Principalmente, estas cajas están pensadas para que aniden aves depredadoras del topillo campesino.
De estas cajas nido, 1.800 son objeto de seguimiento anual por parte de los técnicos de GREFA en Castilla y León. En la provincia de Burgos se han instalado unas 200 cajas nido para el control biológico del topillo mediante rapaces. Pero la ONG prevé ampliar la cobertura de estos nidales con la instalación de otros 200 en el sur de la provincia de León.
Carlos Cuéllar, coordinador del proyecto de control biológico del topillo de GREFA en Burgos, reconoce que en la provincia comenzó en 2015 y «siempre ha sido muy bien recibido. Ha habido sitios donde ha sido más difícil empezar, pero en Burgos sí que fue bien acogido».
En la provincia se ha implantado con éxito y futuro en Villafruela, en la comarca del Arlanza, y también en las zonas de viñedo de la Ribera del Duero. Cuéllar señala que para el control biológico del topillo se han instalado unas 100 cajas en Villafruela y otras 50 cajas nido para el control biológico de otras especies. Además, se han instalado en zonas vitivinícolas como Gumiel de Mercado, Peñaranda de Duero o Moradillo de Roa.
Para el control biológico del topillo se instalan cajas para que aniden cernícalo, lechuzas y mochuelos. En los viñedos también se instalan para los murciélagos, pero, además, hay otras para vencejos y aves insectívoras urbanas.
En la provincia de Burgos esta iniciativa está implantada de forma institucional gracias a un proyecto de investigación del Ministerio para la Transición Ecológica. Está implantado en Villafruela con muchas más actuaciones complementarias a la instalación de cajas nido para aves. Por ejemplo, se han recuperado plantaciones y espacios, se han adecuado puntos de agua, se han impartido charlas y cursos de educación ambiental y se han realizado actividades gracias al voluntariado ambiental.
Cuéllar señala que los resultados que este proyecto han demostrado en la provincia de Burgos en el 2022 han seguido una tendencia «favorable porque cada año el número de cajas nido ocupadas por aves se incrementa». Exceptuando las olas de calor y sequías que afectaron mucho a las aves, el resultado es alentador.
El proyecto del control biológico del topillo campesino de GREFA nació en 2009 como una alternativa que evitase los graves daños al ecosistema y a la biodiversidad derivados de los métodos que se han estado usando en la provincia y en Castilla y León para reducir a estos roedores. Métodos que ahora están prohibidos.
De Villafruela el proyecto se extendió por la Ribera del Duero, zona vitivinícola de la provincia de Burgos. En este caso son trabajos con el sector privado, con las bodegas de la Ribera del Duero. «Aquí cada vez hay una mayor implantación. Es un sector que se está mostrando muy sensible ahora con la problemática de la biodiversidad en sus espacios y entornos vitivinícolas, no como en el pasado. Están haciendo importantes inversiones para revertirlo», asegura Cuéllar. En estos casos, las actuaciones van encaminadas a una escala espacial más pequeña y concentrada, los viñedos de estas bodegas.
«No se ha implantado en más zonas de la provincia, pero a la población sí ha llegado el proyecto, sobre todo a nivel de sensibilización. Hay pueblos en los que se han hecho campañas divulgativas y la percepción social ha sido muy positiva», reconoce Cuéllar, «siempre existe el factor limitante de los fondos».
El topillo campesino está presente en las áreas agrícolas de la meseta Norte y el valle el Ebro, donde puede llegar a ocasionar importantes daños en los cultivos y problemas sanitarios debido a su gran capacidad reproductiva, que deriva en explosiones demográficas que facilitan la dispersión de enfermedades como la tularemia.
El cernícalo vulgar, la lechuza común y el mochuelo europeo son las rapaces a las que va destinada la gran mayoría de las cajas nido instaladas por la ONG en Castilla y León. Antaño habituales en los campos españoles, desde mediados del siglo XX estas aves han ido perdiendo sus lugares de nidificación por la simplificación e intensificación agrícolas. Se estima que cada familia de estas especies asentadas en una caja nido puede consumir entre setecientos y novecientos topillos durante el período reproductor (entre abril y julio).
El agricultor puede hacer un control del topillo a título personal. De hecho, Carlos Cuéllar reconoce que es el objetivo del proyecto. «Al igual que llenan la cuba de herbicida, buscamos que instalen una caja nido y la incorporen como una medida más de su trabajo». Pero para ello se necesitan unos conocimientos, es importante que el diseño sea apropiado, que la ubicación también sea la correcta. Para ello, desde GREFA se hace un trabajo de asesoramiento a entidades públicas y privadas que lo solicitan.
«Hay gente que no tiene recursos para costearlo y nosotros nos ponemos a su disposición. Les ofrecemos la información técnica básica para que las personas puedan hacerlo por sus propios medios. Hay otras personas que optan por contratar el servicio porque les resulta más práctico y obviamente los resultados van a tener una mayor garantía», explica el coordinador del proyecto en Burgos.
Muchos pueblos, juntas agropecuarias locales, incluso cotos de caza, están contratando los servicios de GREFA para llevar hasta sus pueblos el proyecto de control biológico del topillo.
La normativa actual de Castilla y León se basa en el trabajo de control biológico de las especies. Esto ayuda a que los agricultores y viticultores también asuma como propio este proyecto de GREFA. Actualmente están prohibidos los rodenticidas anticoagulantes y las quemas de vegetación natural. La línea de trabajo de la ONG responde a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Uno de los grandes hitos del proyecto ha sido el de ver reflejadas sus líneas técnicas de actuación, medidas de conservación agroambiental y bases científicas en el nuevo marco normativo aprobado en Castilla y León para la gestión del topillo.
«El campo cada vez es más consciente de la pérdida de biodiversidad. Cada vez más gente está dispuesta a adoptar medidas para cambiar la situación, pero luego hay otra gente que siempre se va a enrocar. Lo positivo es que es una posición más obsoleta. Es la mínima parte y hace 14 años era al revés», reconoce Cuéllar.
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