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Imagen de archivo de garbanzos. BC
La cara oculta del boom del garbanzo en Burgos, cultivo disparado con un rendimiento desigual

La cara oculta del boom del garbanzo en Burgos, cultivo disparado con un rendimiento desigual

Parece que en los últimos años se ha ido recuperando un cultivo que se había ido abandonando, pero la producción no siempre va pareja a lo cultivado

Martes, 8 de octubre 2024, 07:16

En el 2004, en la provincia de Burgos, apenas se cultivaron 80 hectáreas de garbanzos, su rendimiento fue de 622 kilos por hectárea, por lo que la estimación es que se recogieron unos 47.894 kilos de esta leguminosa.

Si avanzamos 20 años en el tiempo y nos situamos en el 2023, el Ministerio de Agricultura recoge que se han plantado 580 hectáreas de garbanzos con un rendimiento de 568 kilos por hectárea, por lo que se deberían haber recogido unos 329.440 kilos.

Se habla del garbanzo castellano, una variedad popular en la cocina española en sus cocidos, pero no parece que Burgos haya sido en las últimas dos décadas un gran productor de garbanzo, en cambio, la superficie plantada ha ido creciendo. ¿Por qué? ¿Por qué se recupera un cultivo que se había ido abandonando?

Disparidad entre cultivo y producción

El año que más garbanzos se han plantado en Burgos de las últimas dos décadas fue el 2022 con 1.233 hectáreas de garbanzos cultivadas, además, el rendimiento fue mayor, 800 kilos por hectárea, por lo que la producción se elevó hasta los 986.400 kilos.

Pero con esta leguminosa el aumento del cultivo no siempre quiere decir aumento de producción. Por ejemplo, algunos de los años en los que más garbanzos se han recogido, como son el 2018 y el 2011, son algunos de los años con menos superficie cultivada, 325 hectáreas en el 2018 y 387 en el 2011, pero es que el rendimiento se situó por encima de los 1.000 kilos por hectárea.

La clave: las ayudas de la PAC

Y es precisamente este rendimiento dispar, esta complejidad la que lleva a los agricultores a quejarse por las 'obligaciones' de plantar leguminosas. Esto se debe a los ecorregímenes o ecoesquemas de la PAC. Estos son pagos directos anuales que se hacen a los agricultores que acepten, de manera voluntaria, la puesta en marcha de prácticas medioambientales por hectáreas en el caso de los agricultores o por superficie para el pasto para el ganado.

Susana Pardo, presidenta de la UCCL en Burgos, explica que estos ecorregímenes «obligan a que para cobrar estas ayudas se plante un 10% de leguminosas, puede ser un 5% de oleaginosa y un 5% de leguminosa. Ha aumentado la superficie plantada con leguminosas de consumo humano porque está más subvencionada».

Una buena planta para combatir el cambio climático

El impulso del garbanzo dentro de los ecorregímenes se entiende porque es capaz de vivir en relación simbiótica con algunas bacterias y microorganismos fijadores de nitrógeno atmosférico, que lo incorporan a la planta y al suelo. Debido a esto, el garbanzo contribuye a disminuir el efecto invernadero y combate el cambio climático, ya que mejoran la absorción de carbono de la atmósfera a través de la fotosíntesis y fijando el nitrógeno en el suelo.

El problema, según lo ve Susana Pardo, es que obliguen a sembrar un cultivo con independencia de la tierra porque «puede que esta no lo produzca bien y, al final, es un problema». «El inconveniente es que en muchas zonas el garbanzo o las leguminosas no se dan y estás obligado a sembrar una planta, para recibir esa ayuda, de la que no vas a coger nada, pero es que las otras plantas del ecorregimen se dan menos, por lo que en muchos sitios lo que estamos haciendo es coger lo que sembramos o menos», añade Juan J. García de la UCCL.

Las quejas de los agricultores

Además, Pardo señala otra posible consecuencia: «Cuando obligas a sembrar cierto producto, también saturas el mercado, por lo que los precios caen, hay mucha más oferta que demanda y no se puede competir con los precios».

Pero también explica esta agricultura y presidenta de este sindicato agrario que «el garbanzo es una planta muy complicada. Soporta el estrés hídrico, pero en Burgos tenemos un clima difícil para ella, en un momento puede ser seco y con mucho calor y, en otros, fríos y con nieblas. Las nieblas para el garbanzo son muy malas».

En Castilla y León donde más se planta garbanzo es en algunas zonas de Segovia, pero Pardo añade que «estamos en un momento en el que la gente que ha empezado hace poco con la siembra de garbanzo y los que llevan años coinciden en que da muchos problemas. Se hablaba del garbanzo castellano, pero cuando un cultivo se ha ido abandonando es por algo», reflexiona.

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