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«Una fractura abierta en el metacarpo». Con ese diagnóstico llegaba una águila calzada al Centro de Recuperación de Animales Silvestres de Albillos, en Burgos. Días después, el ave ya evoluciona favorablemente.
Se trata de un ejemplar adulto venido de la zona de Aranda de Duero. Cuando llegó, contaba con un disparo en el ala izquierda. Este le impedía volar y el hueso había quedado expuesto, por lo que existía peligro de que se secara. Esto podría significar un peligro para el animal, ya que no se pueden realizar cirugías ni los huesos curan en ese estado de sequedad.
Por tanto, que esta águila calzada llegara pronto al CRAS de Albillos fue determinante. En un primer momento, el ave fue examinada en la clínica del centro, donde se visualizó la herida abierta. Después, la veterinaria y trabajadoras del CRAS le hicieron una radiografía para determinar qué fractura presentaba la calzada.
El ave venida de Aranda de Duero tenía una herida y restos de plomo en el ala izquierda, pero no había rastro de ningún perdigón. Sin embargo, el águila calzada tenía dos perdigones en su cuerpo con los que convivía.
Uno de ellos se alojaba cerca de la cola, a varios milímetros de los huesos. El otro estaba en una de sus patas traseras. Sin embargo, la veterinaria observó que estos perdigones no le habían «causado daños».
De hecho, las profesionales se percataron de su presencia en el cuerpo del águila al hacer la radiografía, si no no se hubieran dado cuenta. «Hay muchos animales que hasta que no hacemos la radiografía no nos damos cuenta de que tienen alojados, bajo un poquito de piel, un perdigón que no le ha causado daños», explica la veterinaria del centro, María Blümm.
La herida del metacarpo, en el ala izquierda, «era una fractura un poco fea», explica la veterinaria. Afortunadamente, como el hueso no se había secado, pudieron proceder al tratamiento. Curaron bien la herida abierta y le pusieron puntos al águila calzada. Después, «lo único que le hacía falta era la inmovilización», detalla Blümm.
Cuando ya estaba mejor, la calzada dejó la UVI del CRAS para pasar a un voladero individual, un espacio pequeño en el que cuenta con algo más de libertad pero que no está en la calle. Ahí, las trabajadoras han observado que esta ave es saltarina y coqueta.
El siguiente paso en el proceso de recuperación de esta calzada es la cura de la herida. Para ello, la tapan con una manta la cabeza y es inmovilizada por las manos de una trabajadora mientras la veterinaria procede a realizar la cura.
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Ellas también vigilan si come bien y controlan el peso del ave cada día. Por ejemplo, entre cura y cura esta águila calzada había engordado 14 gramos, pasando de los 944 a los 958 gramos.
A la hora de realizar este reportaje, la herida del águila calzada estaba cicatrizando «muy bien». Por tanto, la veterinaria del CRAS confía en que, cuando esté curada, el ave pase a un voladero para muscularse. Allí practicará el vuelo y las trabajadoras podrán comprobar que sigue sabiendo cazar, ya que le facilitarán ratones y codornices.
Respecto a los otros dos perdigones, alojados en su cola y su pata trasera izquierda, el águila seguirá viviendo con ellos, ya que ha podido sobrevivir hasta el momento y no representan un riesgo para su salud. Cuando esta ave esté preparada para volver a la libertad, un guarda medioambiental la recogerá del CRAS y la devolverá al medio natural del que procede; en este caso, a Aranda de Duero.
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