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Ante problemas como la despoblación, el envejecimiento de la población, la fuga de jóvenes o la baja natalidad hay diversas actitudes y perspectivas. La visión de los regidores es diversa.
Gabriel García, alcalde de Huerta de Arriba, tiene claro que ante la sensación de resignación que aprecia en el medio rural se quiere revelar. «Provengo del mundo científico, aquí no hay resignación, hay que actuar y cambiar las cosas. Por ello, he tomado la iniciativa de crear una asociación de alcaldes. Ya somos 30. Suponía que la dificultad de actuar no solo me tenía que ocurrir a mí y así es. La asociación está dando guerra para que se nos escuche y ya tenemos planificadas varias reuniones. Estamos intentando cambiar las cosas», explica.
García reconoce que se siente solo y es consciente de que hay algo que se puede mejorar, pero también reconoce que «a nivel individual no puedes hacerlo, te supera, porque hay muchas cosas que te vienen de normas superiores».
Es realista también, «no hay una fórmula mágica contra la despoblación porque, de lo contrario, ya se habría implantado, pero, al menos, hay que mejorar lo que se pueda». Pero su experiencia no es positiva: «cuando llegué a la Alcaldía me encontré dificultades. Acudí a organismos supramunicipales, pero es como que oyen llover», lamenta.
Radiografía de la despoblación
Por ello, trabajará para revertir esto desde esta asociación de alcaldes. Uno de los principales problemas que aprecia es que hay una gestión municipal lenta y paralizada. «La forma del funcionario de habilitación nacional, el secretario, que se tiene que ocupar de todo no funciona. Hay que evolucionar hacia un modelo centralizado como el educativo o sanitario. No hay fórmula y ralentiza mucho la gestión».
Apuesta por potenciar las cabeceras comarcales, pero desde la unión. Pone el ejemplo de la mancomunidad a la que pertenece Huerta de Arriba, «solo se reúne una vez al año y para tratar el tema de los residuos. A través de ahí se podrían hacer muchas cosas, pero con solo una reunión al año no se favorece la unión y no hay iniciativas de nada.
Esta potenciación de las cabeceras comarcales, desde el punto de vista de García, sería positiva porque «hay que optimizar recursos, pero la cabecera de comarca no puede tener el punto de vista de crecer a expensas del resto de pueblos. Echo de menos trabajar juntos por algo. No hay espíritu de hacer cosas en común», lamenta.
Miguel Ángel Salas, alcalde de Valle de Valdelaguna y de la pedanía de Huerta de Abajo, lo tiene claro: «El problema es que no hay trabajo para vivir. Hay zonas en la provincia, como la de Aranda, que igual hay trabajo en el pueblo opr las viñas, pero en mi pueblo si va otro ganadero, uno no vive o malviven los dos. El lobo también les está perjudicando mucho y es algo que no se compensa con las indemnizaciones».
Por ello, es escéptico frente a los nuevos y escasos nacimientos de la zona: «¿se puede garantizar el futuro de ese niño en el pueblo?», se pregunta.
Huerta de Abajo se encuentra en una zona medio ambiental privilegiada pero el regidor lamenta que las normas superiores impiden su explotación y generación de empleo. «Tenemos reserva de caza, por ejemplo, otra desgracia. Es un ingreso mucho más reducido que si tuviéramos coto. Con 1.000 hectáreas ingresamos al año unos 5.000 o 6.000 euros. Vallejimeno, pedanía vecina, con 600 hectáreas está ingresando unos 10.0000 euros al ser coto». «Aquí generamos una riqueza medioambiental que no se nos revierte económicamente», asegura.
Tampoco es optimista en cuanto a la creación de empleo en las cabeceras de comarca. «Salas no aporta nada. Estoy convencido de que si la industria la diversificasen un poco., sería mejor», asegura. «A mi pueblo una empresa de 40 o 50 empleos igual le supone algo, pero Salas está a 25 kilómetros. En invierno las carreteras son complicadas», ejemplifica.
También aprecia Salas esa resignación, «la gente es poco exigente en los pueblos, viven a gusto y tranquilos, pero se echa de menos trabajo estable. La gente quiere vivir en su pueblo, pero se necesitan tres cosas: buenas carreteras, las que hay aquí son estrechas y mal asfaltadas en algunos tramos; empleo de calidad y una medicina cercana».
Reconoce que se siente ninguneado y pone otro ejemplo. «Los fondos Next Generation no creo que lleguen a los pequeños pueblos. Para limpiar el cauce del río necesitas presentar un proyecto de 500.000 euros de presupuesto como mínimo. Una barbaridad para nuestros pueblos».
Otro ejemplo de lo difícil que es la reversión de este fenómeno. El restaurante y bar de Huerta de Abajo, el único del pueblo, se puso a la venta hace tres meses porque sus dueños se jubilan. No han recibido ninguna llamada en este tiempo.
Pero Salas no se resigna y sigue intentándolo. El Ayuntamiento sacará a la venta nueve parcelas municipales para edificar viviendas. «Aunque sean segundas viviendas, algo es algo y esos impuestos se quedan en el municipio».
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