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Alexis es nuestro protagonista. Es ciego desde bien pequeño, hijo de una fotógrafa y un oftalmólogo. Esta coincidencia bien guionizada es lo de menos: una de las claves de la serie es que estos progenitores tienen un acercamiento diametralmente opuesto sobre cómo deberían educar a ... su hijo. La madre es partidaria de dejar que se caiga, se estrelle y se enfrente con la vida tratando de no ser separado de las personas sin discapacidad. Y el padre es el ser más sobreprotector del sistema solar. Aún así, felizmente siguen juntos y Alexis se abre paso por la vida siendo el más cuerdo entre los extremos.
No está solo: el amigo inseparable, el Charly, tiene parálisis cerebral y desde siempre son colegas, con el aparentemente inevitable bullying compartido por ambos. Los dos tienen un sentido del humor mordaz, que saben empuñar con acierto para devolver los golpes de la vida y callar unas cuantas bocas. Tanto, que Alexis decide que puede perseguir un sueño, el de ser humorista de stand-up. Y no en Querétaro, de donde son, sino en la peligrosísima y salvaje Ciudad de México. Todo sea dicho, sin salir mucho de un par de manzanas del DF. Allí se encontrarán las peores compañías —luego entrañables— y vivirán unas cuantas aventuras más o menos fantasiosas hasta llenar las cuatro horas de serie.
De Querétaro también es Alexis Arroyo en la vida real, el cómico que ha sido transformado en ficción televisiva marca Netflix, ajustando su vestuario, amoríos y escenarios a lo que se espera de todo protagonista de serie en esta plataforma (ya hemos hablado más veces de esta super estetización). En la serie hay además un niño Alexis muy buen actor, y también un joven Charly —este último no tan parecido al Charly adulto—. El idilio con la comedia llega por el oído: son las risas que provoca en sus compañeros al, por ejemplo, tratar de jugar al fútbol, las que le revelan una imagen sonora del mundo que le empieza a encantar.
Algunos personajes son puntos fuertes de la serie, como los dos protagonistas —personalmente prefiero al Charly, interpretado por Kike Vásquez—, mientras que los más lejanos, los menos dibujados, los más usados como medio o como excusa, son los más flojos. Además de la primera novia de Alexis, el peor es el padre, un personaje slapstick, ridículo junto al resto del elenco, no por culpa del actor sino de la dirección. Está claro que hacer comedia es muy difícil, pero la línea de cierta verosimilitud que podemos tragar con todo lo demás que pasa, se rebasa un tanto en el caso del padre. La madre, siendo más cabal y contenida, funciona mucho mejor cuando, por ejemplo, le grita sin filtro a una madre por la calle que le quite los ruedines a su hija, que si no la va a hacer idiota. Los dos padres de Alexis son unos pesadísimos ruedines, claro.
Otro punto flaco viene en el séptimo episodio de la serie, donde —y esto es un patrón que está hasta en la sopa— hay un berrinche adolescente exageradísimo y parece que todo se va al garete, pero nosotros, espectadores, ya hemos visto unas cuantas series de estas y tenemos claro que aún queda un episodio para arreglarlo todo. La conclusión, tras dar tantas vueltas, queda un poco floja y menos épica de lo que se venía anticipando.
El creador viene de la cantera de 'La casa de las flores', pero esta producción está más pegada a la realidad que aquella. Aún así, 'Ojitos de huevo' es una comedia de esas que llamamos «feelgood», nadie saldrá llorando de esta experiencia, ni traumatizado. Todo pasa como debe pasar y tan contentos. Y por el camino echamos un buen rato, y habremos visto una historia protagonizada por «un ciego y un chueco» muy divertidos, buenos amigos, entrañables, sin problema, con suerte inspiradores para mucha gente. Esto no quiere decir que sea excesivamente buenista, hay muchos retos, incorrecciones e inseguridades y no se tratan de la forma más banal. Pero no sé hasta qué punto se nos reta o se nos enseña algo que no supiéramos ya. Todo se arregla. Conocemos a Alexis y una ficción estetizada sobre su camino vital: fantástico. Pero más bien han metido una vida interesante en el filtro narrativo Netflix que sabemos que funciona y tirando millas. Y ya empieza a cansar la fórmula. Habrá segunda temporada.
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