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Este artículo revela detalles importantes del episodio final de 'Cuéntame'.
Herminia ha muerto. Y 'Cuéntame' también. Dos pérdidas con demasiado peso para un único paquete de kleenex, en un solo episodio con el que la ficción de La 1 se ha despedido de ... las pantallas para siempre. La abuela de los Alcántara ha demostrado ser el verdadero pegamento de la familia que acaba de decir adiós con el final de la temporada 23, que supone el cierre definitivo de la serie más veterana de la televisión actual. Y como casi con todas las cosas importantes que han sucedido en los últimos años de la serie, la muerte de la abuela ha pillado a los Alcántara en sus cosas. Cada uno, en la suya. Herminia se ha marchado como quería. Sin ruido, sin cables y sin hospitales. Lo ha hecho durmiendo, la muerte soñada por todos, bajo la sombra de la encima que su padre plantó el mismo día en el que ella nació, hace un siglo. Y lo ha hecho en Sagrillas, en el verano de 2001 de la serie. La misma fecha en la que la ficción comenzó sus emisiones en la vida real. Un precioso gesto de metatelevisión que nos permite ver en las teles de 'Cuéntame' el inicio del primer capítulo de la producción. Pero yo ahí ya estaba inundada.
El último episodio de 'Cuéntame' retoma los atentados contra las torres gemelas que conmocionaron al mundo el 11 de septiembre de 2001. Una fecha que, por supuesto, también afecta a la familia más allá de ser espectadores de la tragedia. Y es que Carlos y Karina están volando a España, acudiendo a la llamada de la abuela, que quiere poder despedirse de su nieto como ha hecho, a su manera, de todos los demás. El atentado nos permite situar a los miembros de la familia, más allá del drama que viven porque no saben si Carlos está afectado. Aunque nosotros, los espectadores, sí lo sabemos, porque ya lo vimos en el episodio 1 de la temporada, acudiendo al funeral de Herminia. Así, vemos a Toni cubriendo la noticia en la redacción de su digital, sin dar tregua a la actualidad, incluso cuando uno de sus hermanos puede estar entre las víctimas. O a Débora, en Moncloa, siguiendo la crisis. La abuela se agita al conocer que la tele ya cuenta los muertos por miles y que Antonio no puede soportar la ausencia de noticias de su heredero. Pero la angustia dura poco, porque en una siguiente escena ya vemos a padre e hijo reencontrarse en la bodega, justo después de la última cabecera con la mítica sintonía de 'Cuéntame'.
En Sagrillas son las fiestas patronales y el pueblo se prepara para una gran verbena. La orquesta Sensaciones hará parada en el pueblo manchego ese verano y acabará poniendo música a la despedida de la serie. Pero antes, Mercedes, Antonio, Herminia, Carlos y Karina cenan en el patio de la casa familiar. Ni rastro del resto de hermanos, que siguen con su vida en Madrid. Ahí, se produce el primer encuentro entre abuela y nieto. Ella, aliviada porque el pequeño ha vuelto a casa. Él, tranquilo porque ve a su abuela muy bien. «Estás estupenda. Yo de mayor quiero ser como tú», le dice Carlos. «Estoy como estoy», le responde Herminia. Durante el episidio se intercalan pequeñas píldoras de humor e ironía que nos permiten sacar la nariz del kleenex. Como el momento en que la abuela se va a la cama y responde a los cuchicheos del resto de la familia desde la lejanía. «Si vais a hablar de mí, que sea bajito», les grita. Minutos después, Antonio sondea a su hijo sobre sus planes de vida. Su objetivo es siempre el mismo: que el heredero se haga cargo de la bodega. Sobre todo cuando descubre que en Nueva York a Carlos las cosas no le van del todo bien. De hecho, le perturba que su nuera pueda estar ganando más dinero que su hijo y aportando más al matrimonio. Un comentario «machista» para Mercedes. «Yo no soy machista. No pego a nadie», responde él.
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Marta Hortelano
En su dormitorio, Carlos y Karina charlan en la cama sobre cómo han encontrado a la familia. «Los veo mayores«, coinciden ambos. Momento que el pequeño de los Alcántara aprovecha para leerle a su mujer una de las pocas cosas que ha podido escribir en plena crisis de inspiración. Le habla del kintsugi, la tradición de la artesanía japonesa que les da una segunda vida a las piezas de porcelana que se rompen, simplemente volviendo a unir las partes. No tirar nada y recomponerlo. «Eso es la vida».
Al día siguiente, 12 de septiembre de 2001, los dos matrimonios acompañan a la abuela a la encina centenaria. Allí está la silla en la que la hemos visto mantener conversaciones con su hija y recordar su vida. Y en ella se sentará, por última vez, con Carlos, su nieto del alma. Ella le reconoce que todos lo han echado mucho de menos y le pregunta si ha encontrado ya lo que fue a buscar a Estados Unidos. Él se da por satisfecho porque encontró a Karina, pero evidencia que su aventura americana no es idílica. «¿Eres feliz, Carlos?» le suelta la abuela. «Sólo quiero saber eso». Él reconoce que la pregunta tiene difícil respuesta porque uno nunca lo es del todo. «Los jóvenes sólo sois felices a ratitos. Pero esos ratos son muy buenos», dice ella. Sin embargo, le advierte de que a esa edad «suele haber mucha ansia por las cosas. Siempre se sueña con algo más». Un milano sobrevuela la encina y cambia los papeles en la conversación, momento en el que el nieto se interesa por la abuela y por su decisión de no tomar medicación. «Estoy muy contenta de que hayas venido. Y de verte con Karina. Te mira como siempre. Es para ti como tu padre era para tu madre», le dice, y le pregunta si aún se ríen juntos. «Hay que reírse Carlos. Cuando todo va bien no tiene mérito». Y Carlos decide apuntar en su libreta de ideas las frases que le dice su querida abuela. EL nieto le muestra su preocupación por su situación de salud y por su decisión y aunque dice entenderla, le dice que también comprende a Mercedes, que no quiere perderla. «Una cosa es que me queráis y otra que me necesitéis. Es la vida, Carlos. Unos nos vamos y otros vienen, es lo natural». Y aprovecha para pedirle varias cosas antes de morir.
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Carlos apunta en su libreta las peticiones de su abuela, a la sombra de la encina, como si fuera el notario. Herminia no quiere que su familia vaya de luto a su funeral. Es algo demasiado triste. Como tampoco quiere coronas en su lápida, sino flores silvestres de Sagrillas. Y que la familia baile. A poder ser, un pasodoble. No quiere cosas tristes. «¿Por qué hablamos de esto, abuela?», le dice él. Y la abuela aprovecha para pedir el deseo casi imposible. El que le quita el sueño en los últimos años. «Tus hermanos no están unidos», dice. «Yo los veo bien», responde él. «Si tú no los ves, cómo vas a saber nada. Quiero que lo arregles. Se han dicho unas cosas... Casi no se ven, ya ni hacemos la paella del domingo. Tú conoces la historia de la familia y puedes hacer que siga para adelante», le encarga. Pero Carlos no sabe cuál es su papel. «Eres escritor. Has sabido contar las cosas. Haz que pasen cosas buenas para luego escribirlas». Y abuela y nieto sellan el pacto con un beso. «¿Quieres algo? ¿agua?», pregunta Carlos. «No, estoy muy bien. Déjame un rato». Y ahí, ya con los deberes hechos, Herminia podrá descansar. El equipo de 'Cuéntame' ha brindado al personaje interpretado por María Galiana una muerte preciosa, sin sufrimiento. Ni para ella ni para los espectadores. Medida y naturalizada. La muerte de la abuela de España que nos deja a todos un poco huérfanos. Pero Herminia es eterna. Y su encargo está por completar.
En la bodega, aún ajenos a la despedida de la abuela, Carlos y Antonio charlan de vino y de Sinatra, cantante al que acude el padre para recordar la Nueva York de su hijo. Una conversación que siempre acaba en el mismo lugar: el heredero. «Ahora soy mejor persona. Estoy mejor que nunca. He tenido la habilidad de joderle la vida a la gente, sobre todo a ti», le dice. «Nunca has sido mala persona, papá. Has sido egoísta, cabezón, soberbio e infinito. Tú quieres mucho y eso hace que a veces quieras mal. Supongo que a los hombres nadie nos ha enseñado». Pero Antonio discrepa. «A mí me ha enseñado tu madre. Me ha costado aprender». Ambos se dicen lo mucho que se quieren y van al encuentro de Karina y Mercedes. Y es ahí cuando Merche se da cuenta de que Herminia está sola en la silla de la encina.
La muerte de la abuela también pilla a los Alcántara desperdigados. La primera llamada de Antonio para informar de lo que ha ocurrido la recibe Santi, el hijo de Toni, que está en la redacción del digital. «La bisa», le escuchamos decir, y le pasa el teléfono a su padre, vaso de café en mano. La siguiente en recibir la noticia es Inés, a la que la taza que tenía entre manos se le hace añicos. Como la del cuento de Carlos. María se entera durante una de sus guardias en el hospital. Los tres ponen rumbo a Sagrillas, donde las campanas ya tocan a muerto. Mercedes vela a su madre en casa, rodeada de mujeres de luto, que no comprenden que los Alcántara no vistan de negro. Los cuatro hermanos, con sus parejas e hijos, hacen el duelo en el patio de la casa. El mismo que vio el último brindis por su abuela. Y ahí aprovechan para tirarse los trastos a la cabeza. «Los Alcántara en estado puro», que dice Débora. Ahí, Toni sirve de detonante. El periodista, enganchado al móvil, no para de mantener conversaciones sobre los atentados del 11-S. Una actitud que Carlos le afea por ser el velatorio de su abuela y dice delante de sus hermanos que ha muerto después de hablar con él. «Como si me estuviera esperando». Los otros tres le explican con rintintín que ya se había despedido de todos ellos en la boda de María y Jorge, un evento al que la pequeña se encarga de recordarle que no asistió. «¿Y a ti qué te dijo?», le pregunta Karina. «Muchas cosas, era muy sabia. Es curioso. 13 años fuera y al último que ve es a mí», les hace ver a sus hermanos. «Los que hemos estados somos nosotros, no te pongas medallas», le dice Inés. «La abuela ya me había dicho que no paráis de discutir», suelta Carlos. «Si discutimos es porque nos vemos», responde Toni. Y en cuestión de segundos sale el premio gordo de la temporada: la dichosa herencia. El heredero parece desconocer los detalles de las condiciones que han aceptado sus hermanos. Y ahí, contando miserias, los cuatro comienzan a lanzarse reprocehes a gritos. Unas voces que llegan hasta le velatorio. Antonio sale disparado hacia el patio donde están sus hijos, junto a Mercedes, que acaba la riña con un contundente «Basta ya». «¿Cómo sois capaces, con la abuela de cuerpo presente? ¿Qué os ha pasado? No os reconozco», lamenta. «Para estar así, mejor iros de esta casa». Y se hace el silencio.
En el siguiente plano vemos el funeral de Herminia, al que ya asistimos en el primer episodio de la temporada. Y vemos a los hermanos irse a Madrid sin ni siquiera abrazar a sus padres. A todos, menos a Carlos, que se queda en Sagrillas con Karina y con sus padres. El heredero se lamenta de la situación que se ha vivido en su familia. «La he cagado», dice. «Tú no tienes la culpa. A tus hermanos se les ha ido la cabeza», lo consuela su mujer. «Tienen sus heridas. Hay que ayudarles. Me lo pidió mi abuela». Momento en el que Karina aprovecha para contarle a Carlos que está embarazada. Ha hecho realidad la frase premonitoria de la abuela «Unos nos vamos y otros vienen». «Si es niña la podemos llamar Herminia, bromea». Así que el pequeño de los Alcántara se viene arriba y trama un plan para intentar el final feliz familiar. En ese momento envía un SMS a todos los hermanos y a sus padres para citarlos en la casa de Sagrillas. Inés, Toni y María van ya camino de Madrid, pero todos dan la vuelta y acuden a la llamada del pequeño.
Carlos les agradece uno por uno el retorno y les pide que escuchen unas palabras que Herminia le dictó. El escritor les pide por voz de su abuela que estén juntos, como una piña. «Una familia unida que pasa por mucho. Me cuesta entender qué ha pasado. Estoy triste», dice. pero Inés se da cuenta de que Carlos no está leyendo nada y que se está inventando la charla. Algo que él reconoce y que provoca la furia de sus hermanos, que amagan con abandonar. Pero Karina coge las riendas. «¿No veis que lo hace por vosotros y que si Herminia hubiera podido habría escrito esto?, les dice. Y Carlos les explica que la abuela no le dejó una carta, pero sí le pidió que uniera a la familia. »Estaba muy triste. Se ha muerto triste. Es así. Quería que fuésemos la familia de antes«. Y ahí Carlos toma las riendas de los Alcántara. Es el heredero, pero del legado familiar más querido de la televisión. »No soy el más indicado porque me marché, pero ni un día he dejado de pensar en vosotros«, les cuenta. Sus hermanos le reprochan que ha estado ausente. »Pensáis que no sois importantes, pero vosotros y Karina lo sois todo para mí. Todo lo que he escrito es gracias a lo que he vivido con vosotros. Por eso ya no escribo«. Y con una anécdota de los atentados, simboliza con precisión la situación. »Cuando la gente que iba en los aviones sabía que iba a morir, les enviaron mensajes a sus seres queridos diciéndoles que los querían. No hablaban de herencias«. Y Carlos los calla a todos con un sonoro »te quiero«. Un momento de intimidad que se ve interrumpido por la verbena de la plaza. Suena »Yo quiero bailar« de Sonia y Selena y ahí se firma la paz. »Yo quiero bailar por la abuela«, les dice a sus hermanos, y les explica que ella se lo pidió antes de morir.
Todos juntos salen a la verbena, donde todos bailan al ritmo de la canción del verano del dúo. Un momento en el que Carlos aprovecha para contarle a su madre que va a ser padre. Todos bailan. Inés con Toni, pese a los recelos de ella. «¿Crees que lo vamos a solucionar bailando?», le dice. «Depende de si queremos. No quiero ser objetivo contigo Inés. No hay que serlo con la gente a la que queremos». Mercedes y Antonio también bailan, ahora un pasodoble, como quería Herminia. Y ahí los vemos también despedirse de sus personajes. «Estoy asustada por todo lo que se nos viene encima. Pero estamos juntos». Y ahí, le cuenta a Antonio que van a ser abuelos de nuevo.
Carlos ha sido el hilo conductora de la serie durante 22 años y 23 temporadas. El hijo pequeño hasta la llegada de María, la voz en off de la serie (a través de la de Carlos Hipólito) y el personaje preferido de muchos espectadores. El mío, sin duda. Ricardo Gómez ha sabido hacer querer a su Carlos incluso en los momentos más oscuros del personaje y le ha brindado una despedida a la altura, volviendo a Sagrillas como un actor ya consagrado fuera de la serie. El actor está inmenso en este último capítulo, ofreciendo un adiós soberbio del heredero, junto a su eterna compañera de travesuras, Karina, interpretada por una gran Elena Rivera, y a sus eternos amigos Luisete y Josete, con quienes vuelve a San Genaro y a su patio de juegos con el camión. A Carlitos, ya Carlos, la banda sonora se la pone su eterna compañera de vida, Karina, que sube al escenario de la verbena para cantar un emotivo 'Cómo han pasado los años, las vueltas que da la vida'. Yo ahí reconozco que no veía demasiado bien ni la pantalla ni mis notas. Demasiadas despedidas en una hora y veinticinco minutos en los que los Alcántara ponen fin a esta maravillosa aventura de la que nunca me he perdido ni un capítulo.
'Cuéntame' se va, pero lo hace a lo grande. Con cariño, sensibilidad y mucha ternura. Un homenaje a quienes lo han sostenido a lo largo de estos 22 años en antena. Quién les iba a decir a los Alcántara que un 13 de septiembre de 2001, su serie, 'Cuéntame' acabaría saliendo en las pantallas de las teles del barrio. Eso sí que es hacer historia. Adiós, familia, Os echaremos de menos.
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