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El Rey reclama diálogo y acuerdo porque España no puede ser «de unos contra otros»

Reclama que esta legislatura sirva para «recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones»

Lunes, 3 de febrero 2020, 00:13

Felipe VI ha aprovechado este lunes su discurso de apertura de la legislatura para reclamar a los parlamentarios de todos los grupos que no conviertan España en un país de «unos contra otros» porque España debe ser «un país de todos y para todos». ... Un mensaje dirigido a rebajar el tono de la dialéctica parlamentaria ante la que puede ser la legislatura más crispada de las últimas décadas.

El Rey ha pronunciado un discurso conciliador que ha merecido una larga ovación por parte de los diputados y senadores que se apiñaban en los escaños. Pero no por todos, los representantes de Unidas Podemos y el PNV no han aplaudido la intervención, aunque los ministros de la formación morada sí lo han hecho. Tras las palabras del jefe del Estado, desde los escaños se han pronunciado los gritos de rigor: «Viva el Rey, viva la Constitución y viva España», que los parlamentarios morados y los nacionalistas vascos tampoco han secundado.

Los diputados de Esquerra, JxCat, EH Bildu, la CUP y el BNG no han escuchado al Rey porque han boicoteado con su ausencia la ceremonia, pero antes de que comenzara el acto han leído un manifiesto para explicar por qué no acudían. «No nos representa».

Felipe VI, además de desear «mucho éxito» a Pedro Sánchez en su mandato, ha pedido a los legisladores que sean conscientes de que ha llegado la hora de «la palabra, del argumento y de la razón» y les ha pedido que tengan siempre en mente que su actuación debe guiarse por «el respeto recíproco para el servicio de todos los españoles». «Sus señorías -ha subrayado- representan los intereses de 47 millones de españoles», y no solo los de su electorado.

Vídeo. Discurso de Felipe VI. Atlas

Ha recordado que hace más de 40 años «las palabras concordia, reconciliación, entendimiento, respeto y libertad resonaron como nunca antes» en España, y sirvieron para «superar las divisiones, los enfrentamientos y las imposiciones». Una filosofía y unos principios, ha añadido, que los diputados y senadores deben ahora «recordar, preservar y hacer prevalecer» ante la nueva realidad política a la que se enfrentan en un Parlamento con «mayor pluralismo representativo que nunca».

El espíritu conciliador de su discurso ha tenido también su momento aleccionador cuando ha emplazado a los parlamentarios a que hagan un esfuerzo en esta legislatura para «recuperar y fortalecer la confianza de los ciudadanos en sus instituciones». Un asunto que preocupa en la Casa del Rey, no solo por el retroceso del aprecio de la población en la Corona, sino porque todas las instituciones democráticas cotizan a la baja entre los ciudadanos.

Tensión territorial

Un agravamiento de la tensión territorial dejaría a Pedro Sánchez en tierra de nadie, sin el respaldo de los aliados nacionalistas y sin el auxilio de la oposición conservadora. El primer test llegará con los Presupuestos Generales del Estado, que Hacienda pretende enviar a las Cortes antes del verano.

Aprobar las cuentas públicas de 2020 daría oxígeno al Gobierno para un par de años, según los cálculos que hacen en la Moncloa y que comparten en los grupos parlamentarios. Pero ese trámite va a depender de la deriva del proceso independentista. El PSOE intentó atar en las negociaciones con Esquerra para la investidura su apoyo presupuestario, y aunque en las filas socialistas hay cierto optimismo no está dicha la última palabra. Los republicanos condicionan su colaboración a la evolución de la mesa de diálogo entre la Moncloa y la Generalitat. «Si no hay mesa, no hay legislatura. Y ya lo hemos demostrado», avisó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, durante del debate de investidura.

Esquerra es un partido «poco fiable» para los socialistas, que aún recuerdan su negativa a apoyar los Presupuestos del año pasado que desembocó en el adelanto electoral. Pero el Gobierno de Sánchez está condenado a depender de los republicanos. Lo sabe y está dispuesto a correr riesgos para consolidar la colaboración. Se demostró el pasado viernes, cuando la Moncloa postergó la reunión de la mesa de diálogo entre gobiernos hasta después de las elecciones catalanas y tuvo que rectificar seis horas después ante sus quejas.

Esta puede ser la tónica de una legislatura en la que el Gobierno será protagonista no solo en el tablero político nacional, sino que deberá tener un papel fundamental en el catalán. La reunión que mantendrán el próximo jueves Sánchez y Quim Torra en Barcelona puede marcar la pauta. Las posibilidades de que el encuentro sea exitoso son muy escasas dado que el presidente de la Generalitat ya ha dicho que irá a hablar de autodeterminación y de amnistía para los presos, dos terrenos que están vedados para la Moncloa. Cómo conjugar esas diferencias y mantener la colaboración de Esquerra va a ser el caballo de batalla de Sánchez para los próximos años.

El Rey ha hecho en su discurso de apertura de la legislatura los consabidos llamamientos al diálogo, el entendimiento y la concordia, pero visto el precedente del tono del debate de investidura sus palabras no van a encontrar terreno fértil para madurar. Si las fuerzas independentistas catalanas han roto su unidad de acción tras el divorcio del pasado lunes a cuenta de la retirada del escaño a Torra, las constitucionalistas también están resquebrajadas por la estrategia frente al soberanismo. El Gobierno apuesta por una solución política al conflicto «político» de Cataluña, pero la oposición no va acompañar a Sánchez en esta tarea.

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Los puentes entre los bloques de izquierda (157 escaños de PSOE, Unidas Podemos y Más País) y derecha (153 de PP, Vox, Ciudadanos, UPN y Foro) están derruidos y el entendimiento apunta a imposible, ni siquiera para los pactos de Estado, según ha advertido el líder popular, Pablo Casado. El Gobierno confía en la colaboración sostenida de PNV, Compromís, Nueva Canarias y Teruel Existe, que suman nueve diputados. Una correlación de fuerzas que deja en manos de Esquerra Republicana y sus 13 representantes el futuro de los proyectos legislativos más importantes, como los Presupuestos, y, por supuesto, las leyes orgánicas que requieren mayorías absolutas de 176 votos.

Un banco azul diferente

Felipe VI se ha econtradoun Congreso crispado, más fraccionado que nunca y bastante distinto al del 17 de noviembre de 2016, cuando presidió por primera vez la apertura de una legislatura. Va a tener enfrente un banco azul con 23 asientos para el primer Gobierno de coalición desde la Transición.

En esos escaños han estado sentados cinco representantes de Unidas Podemos, que prometieron lealtad a la Corona al tomar posesión de sus cargos, pero que hace tres años se negaron a saludar Felipe VI y doña Letizia, no aplaudieron el discurso del jefe del Estado y no asistieron al desfile militar posterior a la ceremonia. «No creo que se sienta ofendido y si se siente ofendido, pues bueno, nosotros no estamos aquí por ser hijos de nadie ni por tener sangre azul. Estamos en el Parlamento porque nos han votado los españoles, algunos son jefes de Estado porque son hijos, nietos o bisnietos de una dinastía», explicó entonces Pablo Iglesias, hoy vicepresidente segundo. Los ministros de Unidas Podemos sí han aplaudido en esta ocasión, aunque no sus diputados de a pie.

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