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Abascal conversa con Casado en la bancada del PP durante la sesión constitutiva del Congreso. O. Chamarro
Las tensiones entre PP y Vox afloran en la primera sesión de la legislatura

Las tensiones entre PP y Vox afloran en la primera sesión de la legislatura

Los populares se mueven en un juego de equilibrios en el que ni vetan ni se alían con la ultraderecha en la votación de la Mesa del Congreso

Nuria Vega

Madrid

Martes, 3 de diciembre 2019, 10:27

La primera sesión parlamentaria puso a prueba este martes en el Congreso la habilidad del PP para gestionar sus relaciones con Vox ahora que la ultraderecha le disputa a Pablo Casado la oposición. Y si algo quedó patente es que será una legislatura compleja ... para los populares. La elección de los miembros que componen la Mesa de la Cámara baja tan sólo ha sido el estreno de un mandato en el que los conservadores se verán obligados a la toma constante de decisiones bajo la presión de su competidor directo. Y, de momento, han optado por una estrategia en la que ni vetan ni se alían con el partido de Santiago Abascal.

No se trata de un enfoque improvisado. El PP ha debatido en los últimos días sobre su modelo de oposición ahora que Ciudadanos ha quedado neutralizado, pero Vox aprieta con 52 escaños. Y las dudas surgieron al abordar, ya sobre el terreno de lo concreto, la formación de la Mesa del Congreso. El partido de Santiago Abascal no tenía garantías de poder obtener representación en el órgano de gobierno de la Cámara. Y eso puso a los populares en la tesitura de prestar o no sus votos para reforzar las opciones de la ultraderecha.

«Todo tiene pros y contras», reconocieron sin decantarse cargos parlamentarios del partido. Unos creyeron conveniente no cerrar ningún acuerdo, que el PP hiciera su propio camino y volcara su fuerza numérica en lograr sus dos puestos en la Mesa. Otros, sin embargo, alertaron de la posibilidad de alimentar el «victimismo» de Vox si realmente Abascal llegaba a quedarse sin representación aun siendo el tercer grupo en el Congreso.

Esta última tesis pesó. Los populares temen, realmente, un movimiento en falso que beneficie el discurso de Vox en una legislatura con grandes dosis de incertidumbre, cuya duración, además, difícilmente se puede pronosticar. De ahí que el lunes Pablo Casado accediera a colaborar con los de Abascal, pero con su propia condición: reservar un puesto para Ciudadanos. 

En el reparto, el PP no se aseguraba más de dos diputados, pero contribuía a que sus socios entraran en la Mesa en igualdad de condiciones con un parlamentario cada uno. Es decir, una escenificación de la frustrada coalición España Suma con los populares liderando el espacio desde el centro derecha hasta el extremo. Este marco permitía, además, a Casado rechazar el cordón sanitario que PSOE y Podemos reclamaban extender a Vox, pero sin sellar una alianza en exclusiva con Abascal. No hubo trato.

Vox reivindicó hasta el final su derecho a contar con dos representantes en la Mesa, dispuesto a asumir que podía quedarse fuera del órgano de gobierno. Y sólo la estrategia del PSOE, que consideró prioritario amarrar la vicepresidencia primera, hizo que Abascal en el último momento lograra un puesto por la compleja aritmética de la votación.

Mientras tanto, la bancada del PP, sólo en el terreno de los gestos políticos, prestó votos a Ciudadanos, a sabiendas de que sus candidatos ya no tenían posibilidades.

Derivadas del conflicto

Las discrepancias de la derecha quedaron patentes. «Tomamos nota», llegó a advertir Abascal en Twitter. «El PP –añadió– ha preferido darle inútilmente sus votos a Ciudadanos, en vez de al candidato de Vox. Es el único responsable de que el comunismo y el separatismo tengan un sitio más en la Mesa». Pronto obtuvo la réplica de Casado en el Congreso: «El partido que se quejaba de un cordón sanitario contra él por parte del PSOE, tejió un cordón sanitario a Ciudadanos».

«Tomamos nota», advirtió Abascal al PP tras ver frustrada su aspiración de dos puestos en la Mesa

El portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, expresó, además, su desconfianza respecto al PP y anticipó que el partido será exigente en los territorios en los que sustenta gobiernos de los populares y Ciudadanos. Es el caso de Andalucía, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital o la Región de Murcia. Pero en el entorno de Casado descartan que esas instituciones vayan a estar en riesgo y recuerdan que la alternativa es la izquierda.

Es más, el PP se dio por satisfecho con haber «afianzado» la relación con Ciudadanos, socio preferente en esos ejecutivos autonómicos.

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