La investigación –todavía en estado muy preliminar, avisan los expertos- sobre la avería del Boeing 767 de Air Canada apunta a que el avión pasó el momento más crítico de su periplo sobre el cielo de Madrid durante la maniobra de despegue y no ... en el aterrizaje de emergencia que, aunque también entrañó riesgos debido al estado de una de las ruedas, no fue un trance tan delicado como el vivido a las 14:55 horas del lunes cuando la aeronave se separó del suelo.
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Fuentes cercanas a los expertos de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil (CIAIAC), que han comenzado a analizar las primera fotografías , han revelado que el estallido de una de las cuatro ruedas del tren de aterrizaje izquierdo provocó que diverso material, probablemente del propio neumático o de algún componente de la rueda o el tren, saliera disparado. Esos restos fueron succionados por el motor izquierdo, a pesar de que el tren se encuentra situado en una posición posterior al motor. Se trata de algo «muy improbable», aunque «posible» puesto que ya ha ocurrido en otros incidentes durante el despegue.
Y esas piezas impactaron contra una de las partes más importantes del motor, los álabes, deteriorando varios de ellos, tal y como revelan las imágenes tomadas por los mecánicos. Los álabes, han explicado estos mismos expertos, son unas superficies metálicas, con forma de aleta, que están ubicadas en el compresor del motor, donde se distribuyen de forma circular. Su misión es la de comprimir el aire, aumentando su presión, velocidad y temperatura, dando, en última instancia, la «fuerza de reacción» que impulsa el avión hacia adelante.
Un daño en los álabes como el que se ve en las fotos –apunta con seguridad estos técnicos- sin duda afectó al rendimiento de ese motor en el despegue, momento en que es necesaria la mayor potencia. De hecho, explican, el propio comandante ya reportó problemas en el motor izquierdo instantes después del incidente.
Fue el «momento más peliagudo» de la peripecia del vuelo AC-837 con destino Toronto, que de hecho se vio obligado a sobrevolar de norte a sur el centro de la ciudad de Madrid a menos de 2.800 pies de altura (850 metros), provocando la sorpresa y el miedo entre los habitantes, ya que el aparato no tenía potencia suficiente para coger altura y el comandante, en esos primeros minutos, no quiso forzar los motores al desconocer el alcance de los daños.
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Según explican fuentes de Barajas, todos los expertos apuntaron a que -una vez el avión estabilizado con un solo motor y aun desconociendo los daños exactos en el interior de ese motor- el aterrizaje no debía de dar problemas. El análisis y las «extraordinarias» fotografías de los pilotos del F-18 revelaron que el tren de aterrizaje izquierdo, más allá del reventón de una de sus cuatro ruedas, estaba en casi perfecto estado.
Lo que todavía es «imposible» determinar, si quiera de forma muy provisional, es por qué estalló una de las diez ruedas del Boeing en plena maniobra de despegue a 250 kilómetros/hora, cuando las escasísimas veces que ocurre un reventón así casi siempre es durante el aterrizaje. Los expertos barajan varias hipótesis: basura en la pista, la fatiga del neumático o un defecto de fábrica de ese mismo neumático u de otra pieza de la rueda.
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