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Final feliz para un día de infarto en el aeropuerto de Madrid. El vuelo AC837 de Air Canada, con 128 personas a bordo, aterrizó de emergencia a las 19:06 horas de este lunes en Barajas sin ningún tipo de problema. El aparato, con ... destino Toronto y que estuvo más de cuatro horas sobrevolando las inmediaciones de la capital para liberar el queroseno que le hubiera servido para atravesar el Atlántico, consiguió tomar tierra sin que se incendiara el tren de aterrizaje, que había resultado dañado durante la maniobra de despegue. Los restos que se desprendieron de uno de los neumáticos reventados habían sido, además, succionados por el motor izquierdo, que había quedado inutilizado.
«Sin problemas. Ni una chispa». Cinco palabras en el control aéreo de Barajas pusieron punto final a la angustiosa odisea del Boeing 767-300. Cinco palabras que conjuraron el gran temor de los especialistas durante todo el día: que el rozamiento del averiado tren de aterrizaje contra el asfalto provocara chispas y éstas un incendio. Las imágenes del avión intacto y la inmediata confirmación del comandante de que no había fuego por ningún sitio provocaron un suspiro de alivio en todo Barajas y también aplausos. Los mismos que también se oyeron desde el interior de la aeronave.
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Los informes que llegaron minutos después de que tomara tierra confirmaron la noticia que todos querían escuchar: ni un solo herido en un aterrizaje de emergencia de 'libro' en la pista 32L, la más larga de todo el Adolfo Suárez y que cuenta con un sistema de frenado de emergencia (EMAS) a final de pista, que no tuvo que ser utilizado.
Tras el aterrizaje, el pasaje tuvo que aguardar todavía varios minutos para descender de la aeronave, ya que los técnicos prefirieron mantener a los viajeros dentro del aparato mientras revisaban el estado general y no usar las rampas de evacuación inmediata, que siempre pueden provocar algún tipo de lesión.
Una hora antes de que el aparato de la compañía canadiense comunicara a Barajas que iba a tomar tierra tras vaciar o consumir todo el queroseno, los dos pilotos del caza F-18 del Ejército del Aire procedentes de la base de Torrejón de Ardoz que habían despegado para valorar in situ el estado del avión ya habían transmitido que eran optimistas, dentro de la gravedad de la situación. El avión, a pesar de que tenía el motor izquierdo averiado, mantenía sin problemas la estabilidad.
Los militares también habían informado a las autoridades de aeroportuarias que los daños en el tren de aterrizaje involucrado en el incidente «no eran importantísimos». En concreto, se había dañado una de las ruedas del tren trasero izquierdo -las próximas a ella no se veían bien-, mientras que el derecho y el delantero estaban perfectamente.
El vuelo AC837 comenzó a las 15:00 horas a sobrevolar las inmediaciones de Madrid, tras haber pasado a menos de 850 metros de altura por zonas de los barrios de Tetuán, El Pilar o Chamberi. Eso provocó un fuerte estruendo y el pánico entre vecinos del centro de la ciudad, que pensaban incluso que el avión se iba a precipitar al suelo.
El aparato había abortado de forma abrupta su viaje sin apenas tomar altura al poco de despegar de la pista 36L del aeródromo madrileño a las 14:33 horas. «Vamos a aterrizar en el aeropuerto de Barajas, pero como les hemos explicado tenemos los tanques llenos de combustible, así que vamos a continuar circulando por el aire hasta poder gastar un poco de ese combustible para estar más ligeritos en el momento del aterrizaje», fue el mensaje tranquilizador del comandante al pasaje al poco de producirse la incidencia.
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Fue entonces cuando la aeronave comenzó a dar vueltas en círculo a 2.300 metros de altura y a 520 kilómetros por hora en el sureste de la capital para soltar, en una zona deshabitada en las cercanías de Tarancón (Cuenca), todo el combustible posible para afrontar con más seguridad un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto madrileño.
Según explicaron a este periódico responsables de seguridad de Barajas, el aparato, en sus más de 20 vueltas sobre el cielo de Madrid y Cuenca, consumió o arrojó cerca de 70 toneladas de queroseno.
El aterrizaje fue esperado por al menos seis dotaciones de bomberos de la Comunidad de Madrid y otras tantas del Ayuntamiento de la capital. También participó personal sanitario del servicio municipal y regional de urgencias (Samur y Summa), supervisados por el ministro de Transportes, José Luis Ábalos.
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