Arabia Saudí fue el primer país que visitó Felipe VI como rey de España. Lo hizo en enero de 2017 con el objetivo de mantener las estrechas relaciones entre ambas casas reales pero también afianzar los proyectos empresariales españoles en este país del Golfo, fundamentalmente ... el AVE a la Meca -un contrato de casi 7.000 millones de euros- y el metro de Riad -más de 6.000 millones para un consorcio liderado por FCC-, que han marcado una época en los contratos internacionales españoles.
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Porque, fuera de estos proyectos de infraestructuras, el comercio bilateral de mercancías no es muy elevado. Las ventas de empresas españolas a Arabia Saudí sólo suponen el 0,82% del total, lejos del 15,6% que representa Francia, nuestro principal cliente comercial. Además, en los dos últimos años, nuestras exportaciones han caído casi un 27% debido a la crisis económica saudí, situándose en apenas 2.267 millones de euros en 2017. No obstante, entre enero y julio de este año, las ventas se han recuperado un 9%. Nos compran sobre todo vehículos y material para vías férreas, máquinas, aparatos mecánicos, calderas, productos cerámicos, máquinas de fundición, aparatos y material eléctrico. Mientras el 68% de las exportaciones corresponde a materias primas, productos industriales y bienes de equipo (gran parte relacionado con los proyectos estrella de infraestructuras), los productos agroalimentarios y los bienes de consumo representan sólo el 14% y el 17%, respectivamente, del total.
En el otro lado de la balanza prácticamente sólo hay un producto, Arabia Saudí nos vende petróleo y poco más. Y como el precio del crudo ha subido nuestros pagos también lo han hecho: un 22% más el año pasado, lo que llevó a una subida del déficit comercial bilateral que se ha más que duplicado en un año hasta los 1.417 millones en 2017.
Muy diferente a lo que ocurre con las mercancías es la balanza comercial en servicios, donde el saldo es netamente favorable para España por la exportación de servicios de ingeniería relacionados con el tren de alta velocidad entre Medina y La Meca y la adjudicación de tres líneas del metro de Riad, proyectos que las empresas españolas esperan que, a pesar de los contratiempos, sean un punto de partida para nuevas colaboraciones.
El turismo es casi inexistente entre ambos países; el Gobierno calcula que cerca de 1.500 españoles musulmanes visitan cada año las ciudades santas durante la época de peregrinación. Tampoco la inversión es relevante. El stock de inversiones españolas en Arabia Saudí alcanzaba los 596 millones a finales de 2016, según el ICEX, lo que hace que este país ocupe el puesto 48 en el ránking de países destino de la inversión española. A su vez, este Estado árabe es el número 31 entre los inversores en España con un total de 744 millones de euros.
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Pero la visita en julio de este año del príncipe Mohamed Bin Salmán ha creado un nuevo centro de interés económico. Bin Salmán rubricó finalmente el contrato que se llevaba negociando dos años para la construcción por Navantia (astilleros de Cádiz) y la venta a Arabia Saudí de cinco corbetas por casi 2.000 millones de euros. Tras el susto de hace mes y medio, cerca de 6.000 empleos directos e indirectos aguardan expectantes lo que ocurra en las relaciones bilaterales.
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