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Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso se conocen desde que la entonces joven periodista, en 2004, entró en las Nuevas Generaciones del PP. Él era el líder de la fuerza juvenil en Madrid; ella, militante de base. Siguieron rumbos paralelos cobijados por Esperanza Aguirre y ... José María Aznar. El hoy líder del PP se convirtió en jefe de gabinete del expresidente y en 2011 obtuvo el premio de un escaño en el Congreso. La presidenta madrileña se fajó en los vericuetos de la política regional hasta que Cristina Cifuentes la hizo viceconsejera en 2017.
Ella estaba en el equipo de Casado para las primarias y el congreso que le auparon al liderazgo del PP en 2018. En las fotos de aquellos días es la única mujer del núcleo duro del 'casadismo', aunque, como siempre, en segunda fila. El ya presidente de los populares sorprendió a propios y extraños al designarla candidata en la Comunidad de Madrid para las autonómicas de 2019. Era casi una desconocida, incluso para los conocedores de la vida política regional.
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Casado recompensaba su lealtad, pero también confiaba en el gancho de su desparpajo. Los presagios electorales eran oscuros y los vaticinios se cumplieron porque ganó el PSOE de Ángel Gabilondo. Con el respaldo de su amigo y líder del PP fraguó una alianza con Ciudadanos y Vox, que la sentó en el despacho de la Puerta del Sol.
Hasta ahí, todo bien. Eran días luminosos y la relación entre la calle Génova y la Casa de Correos, un ejemplo. Todo, dicen en el equipo de Casado, se empezó a torcer con la irrupción de Miguel Ángel Rodríguez. El que fuera mano derecha de Aznar es un personaje que, de siempre, levanta ampollas en los despachos de la dirección nacional por su heterodoxia y egocentrismo. Su némesis es Teodoro García Egea. El secretario general del PP goza de un cartel similar en la guardia pretoriana de Ayuso.
Llegaron las elecciones de mayo de 2021con su triunfo arrollador tras una campaña rompedora y en clave nacional, en la que el líder del PP nunca encontró hueco. La dirigente antaño gris volaba sola. Génova, y Casado, quisieron, a pesar de su papel telonero, apuntarse su parte del triunfo. La presidenta cedió y compartió el balcón del triunfo. Algo se empezaba a cocer.
El 31 de agosto del año pasado hizo pública su aspiración a liderar el PP madrileño y en la dirección nacional se encendieron las luces rojas. Ese no era el plan de Casado, y menos de García Egea. Lo que era una amistad a prueba de bombas empezaba a deshilacharse.
Crisis en el PP
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El resto es historia conocida. Tensiones, reproches, treguas (como la de Castilla y León), pero ya nada era igual. La amistad era apenas un recuerdo de otro tiempo y había dado paso al recelo y la desconfianza. Ayuso se ha convertido en el icono pop del PP que despierta pasiones allá por donde pasa, mientras la estrella política de Casado languidece.
Hasta que ha llegado el lodazal del espionaje, las filtraciones, la malversación, prevaricación, contratos turbios, comisiones. Una reedición de otros casos de fuego amigo en el partido, con el robo de las cremas de Cristina Cifuentes como esperpento más reciente. A estas alturas, dicen en el PP, de los dos solo uno puede quedar en pie.
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