Salvador Arroyo
Bruselas
Lunes, 1 de febrero 2021, 19:34
Opacidad, improvisación, errores de calado y un traspié tras otro en la política informativa. La semana 'horribilis' de Ursula von der Leyen ha concedido a sus detractores el mejor ejemplo de que la alemana continúa sin cogerle el pulso a la gran institución de ... la UE. La credibilidad de la Comisión Europea ha sufrido uno de los más serios varapalos de esta crisis pandémica como consecuencia de la guerra abierta que ha mantenido con la farmacéutica AstraZeneca. La contienda ha revelado la debilidad del Ejecutivo con las multinacionales farmacéuticas; ha disparado el malestar de gobiernos como el de Irlanda; también esa sobrecarga de 'marketing' que se le reprocha desde el primer día a su gabinete; e incluso el 'sonrojo' con fallos de comunicación clamorosos. Como alardear de «transparencia» publicando el contrato con la citada firma, mutilado con un sinfín de tachones que luego se 'borraban' con un programa informático de andar por casa.
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Por partes. El pulso con la (las) farmacéuticas. Los recortes en las dosis anunciados primero por Pfizer-BioNTec y luego por AstraZeneca, se han terminado resolviendo con anuncios vendidos como «pasos adelante» por Von der Leyen, aún cuando son reiteraciones u ocultan ciertas concesiones. El primero, la norteamericana confirmó este lunes la entrega a la UE de 75 millones de dosis «antes de lo previsto» en el segundo trimestre del año. La presidenta de la Comisión lo destacaba como resultado del esfuerzo negociador. «Seguimos trabajando», decía. Lo curioso es que esa misma cifra, ese mismo anuncio, lo realizó ella misma el 8 de enero. Y eso sin perder de referencia que el contrato son 600 millones de dosis para este 2021.
Con_AstraZeneca, el asunto es aún más revelador. Bruselas mantuvo la pasada semana una 'guerra abierta' con esta empresa. Con acusaciones agrias como la de haber revendido las dosis 'europeas' a mercados como el de Reino Unido o Israel. Exigencia de explicaciones por escrito, varias reuniones con su CEO, Pascal Soriot. Y una controvertida herramienta para bloquear las exportaciones a la que luego nos referiremos.
La cuestión es que después de tanta tensión, el domingo, a través de Twitter, Von der Leyen lanzaba que AstraZeneca se había comprometido a entregar 9 millones de dosis adicionales en el primer trimestre –hasta un total de 40 millones– «en comparación con la oferta de las últimas semanas. Comenzará las entregas una semana antes de lo programado. La compañía también ampliará su capacidad de fabricación en Europa». Esos 40 millones de dosis suponen apenas el 50% de las que se esperaban hasta hace un par de semanas. Dicho de otro modo, la provisión supuestamente pactada en el momento de la firma del contrato ascendía a entre 80 y 100 millones de dosis.
Así que un éxito tan relativo que este lunes el portavoz de la alemana, Eric Mamer, se veía obligado a reconocer el arreglo como insuficiente. «Definitivamente no es la cifra que esperábamos recibir durante el primer trimestre, así que las discusiones continuarán». Lo dejamos, por tanto, en «una mejora». Según los datos ofrecidos en la misma rueda de prensa, la UE habría recibido hasta la fecha 18,5 millones de dosis (17,6 de Pfizer-BioNTec y 854.000 de Moderna; AstraZeneca tiene la autorización desde el viernes).
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Y llegamos al tropiezo político reciente más clamoroso. El mecanismo que permite ya a la UE controlar y bloquear las exportaciones a terceros países de las vacunas contra el coronavirus. Dicha herramienta se gestó y activó contrarreloj. Cuando se presentó dejaba excluidos de la 'fiscalización' aduanera 92 territorios, entre los que se encontraban Balcanes Occidentales o Suiza, varios Estados de renta baja y, por supuesto, los destinatarios de ayuda humanitaria). Pero sí obligaba a bajar la barrera entre Irlanda y la región británica de Irlanda del Norte. Vamos, que dinamitaba directamente los esfuerzos de cuatro años de negociaciones del 'brexit' sobre el Ulster. Así que la Comisión Europea tuvo que recular.
Fue trascender y en un puñado de horas arreciaron sobre Bruselas las protestas de los gobiernos británico e irlandés, del DUP, el Sinn Féin, e incluso el arzobispo de Canterbury. Tanto Boris Johnson como el primer ministro de Irlanda, Micheál Martin, expresaron su malestar directamente a Von der Leyen por teléfono. Ninguno, pero especialmente Martin, líder de un país de la UE, había sido consultado previamente. Así que tuvo que lanzarse una corrección oficial: «Se asegurará que el protocolo entre Irlanda e Irlanda del Norte no se vea afectado».
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Bruselas había cometido «un error con consecuencias muy graves», denunciaba a tiro pasado la comisaria irlandesa Mairead McGuinness, responsable de Estabilidad financiera, Servicios financieros y Unión de los mercados de capitales de la Comisión. McGuinness, integrante del Ejecutivo de Von der Leyen, dejaba entrever que ese 'detalle' sobre su país se le pasó. Pero no fue un despiste. Le faltó información. Según revelaba el Financial Times, a los comisarios se les entregó el proyecto final sobre el reglamento de las exportaciones apenas media hora antes de su aprobación.
Ursula von der Leyen - Presidenta de la Comisión. «Seguimos dando pasos», aseguró este lunes sobre los 75 millones de vacunas de Pfizer. Ya lo había anunciado el 8 de enero
Eric Mamer - Portavoz de la Comisión. «Definitivamente no es la cifra de vacunas que esperábamos recibir de AstraZeneca; las discisiones continuarán»
Mairead McGuinness - Comisaria irlandesa. Bruselas «cometió un error con consecuencias muy graves» al bloquear la salida de vacunas entre Irlanda y el Ulster
Lo que lleva a esas críticas sobre la figura de Von der Leyen que se han convertido en recurrentes desde que se instaló en Bruselas. La primera, que se apoya demasiado en un reducido grupo de colaboradores –muchos llegados con ella tras abandonar el Ministerio de Defensa alemán– sin atender la «orientación» de funcionarios que conocen mucho mejor los engranajes de la institución. La segunda. Su sensibilidad (excesiva para otros países) hacia los mensajes que llegan del eje franco-alemán. Se la acusa de ser muy vulnerable a sus presiones.
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Su predecesor, Jean-Claude Juncker también fue criticado por apoyarse demasiado en uno de sus colaboradores. El alemán Martin Selmayr, hizo y deshizo en la sombra durante el mandato del luxemburgués, según recuerdan quienes llevan años siguiendo la política comunitaria. Una figura «polémica» a la que nadie puede echar en cara que no conociese el encaje de cada pieza en la institución.
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