Yesenia está al mando de la peluquería Fígaro, una de las pocas que trabajan en el centro de Kiev. M. A.

Kiev apura sus últimos momentos de 'normalidad'

Como en un espejismo, la capital recupera por unas horas su actividad con la apertura de comercios y restaurantes antes de la ofensiva final que anuncia el Kremlin

mikel ayestaran

Envíado especial en Kiev

Domingo, 20 de marzo 2022, 00:57

Cuando las bombas callan, la vida vuelve. Lo hace poco a poco, con timidez, pero con determinación. Después de tres semanas bajo la constante amenaza de un ataque ruso a gran escala, los ciudadanos de Kiev tratan de robar espacios de libertad a la guerra. ... En la primera jornada de los últimos días sin ataques, este sábado aprovechan para intentar recuperar una vida lo más parecida a la que tenían antes del 24 de febrero.

Publicidad

Ese es uno de los objetivos que tiene Alex Cooper, dueño del restaurante Chornomorka, el primero que ha reabierto sus puertas en Kiev. «Estamos de nuevo, aunque en realidad la cocina ha trabajado en todo momento preparando menús para los voluntarios del Ejército y las milicias de la Defensa Territorial. Ahora, además, ofreceremos comida gratuita para quinientas personas mayores que se han quedado en la ciudad y podrán venir al restaurante y sentarse aquí, como lo hacían antes», apunta este empresario que tiene una cadena de veinticinco establecimientos en la capital.

Andriy, exesquiador, y Sergei, excampeón de ajedrez, son dos de los primeros en llegar. Amigos de toda la vida, llevaban tres semanas sin verse y sin tener noticias el uno del otro. Andriy viste el chándal amarillo y azul de la selección olímpica ucraniana, es su única ropa, con la misma que escapó de la vecina Irpín cuando estallaron los combates. «Estamos celebrando que estamos vivos. Sabemos que el peligro no ha pasado, que los rusos siguen muy cerca, pero hoy nos reencontramos y vamos a comer y dar un paseo», explica el exesquiador frente a la bandeja de pollo y bulgur, el menú del día en el Chornomorka, conocido en tiempos de paz por sus ostras. Para beber pueden elegir entre zumo de naranja o agua. La ley seca sigue en vigor en la capital.

Temor a las explosiones

No paran de entrar comensales. Retiran sus comidas de un mostrador y después se sientan en cualquiera de las mesas. Tienen muchas cosas que contarse y lo hacen con prisa, con el temor de que la magia de este momento se evapore por culpa de una explosión.

Día a día se encienden también más luces en los quioscos que pueblan esta ciudad para la venta de café. En todos se coloca un cartel en la ventanilla principal para informar que las bebidas son gratis para las fuerzas de seguridad. Hasta ahora solo se podían encontrar abiertos algunos supermercados y farmacias, establecimientos de primera necesidad, pero poco a poco otros comercios comienzan a retomar la actividad. Lo hacen en horario limitado y cierran a las cinco de la tarde, tres horas antes de la entrada en vigor del toque de queda que no se levanta hasta las siete de la mañana.

Publicidad

Resignados

«En cualquier momento pueden lanzar un misil. Estamos condenados a vivir bajo amenaza»

Las mayores colas se ven ante las farmacias, pero sorprende también encontrar a cuatro personas a las puertas de la peluquería Fígaro, una de las pocas que trabajan en el centro, quizás la única. Sorprende más cuando desde el interior se escucha un torrente de voz que canta el 'Fígaro' de 'El Barbero de Sevilla' de Gioachino Rossini. Los «la, la, la, la, la» de Aleksandr inundan la calle y amenizan la espera de quienes aguardan con paciencia su turno.

«Que acabe esta pesadilla»

Yesenia lleva tres décadas al frente de esta peluquería con una fachada de color rosa. Ha decidido abrir «para estar con mis clientes de toda la vida y que se sientan más cómodos y guapos en momentos como estos». Cada día camina una hora y media desde su casa para llegar hasta aquí porque ya no hay servicio público. Tiene la agenda completa, imposible encontrar un hueco. «La gente tiene ganas de volver a sus rutinas y hábitos de antes, acabar con esta pesadilla», comenta la peluquera, con capacidad para atender a su trabajo, aplaudir a Aleksandr cuando más esfuerza su voz, responder al teléfono y mantener una conversación por videollamada con su hija, que está en Suiza.

Publicidad

Vladz es uno de los afortunados que puede cortarse el pelo. Es bloguero y activista en las redes sociales, un frente desde el que trata de «combatir para que se sepa la verdad de las barbaridades que están cometiendo los rusos». El joven asegura que «la situación en Kiev es ahora mejor que ciudades como Mariúpol o Járkov, pero en cualquier momento pueden lanzar un misil, estamos condenados a aprender a vivir bajo amenaza. Confiemos en la capacidad de nuestro Ejército que hasta ahora está respondiendo con acierto».

Frente a 'Fígaro' pasa ahora una familia haciendo footing. Resiliencia kievita en una ciudad semidesierta donde se abren unas pocas ventanas de luz. Son pocas, pero brillan con fuerza y no quieren volver a quedar apagadas por las bombas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad