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Caroline conejero
Nueva York
Lunes, 7 de noviembre 2022, 23:04
Con ansiedad y plegarias en la mente, los estadounidenses votan este martes en las elecciones de medio mandato más existenciales y con mayor incertidumbre de la historia reciente. Es éste uno de los motivos por los que más de 42 millones de electores (según el ... seguimiento de la cadena NBC) han expresado ya su opinión por adelantado, tanto en persona como por correo, aunque el grueso de los ciudadanos ejercerá este martes su derecho en miles de centros electorales repartidos en los 50 Estados.
La extensión geográfica del país, con diferentes husos horarios de costa a costa, y la complejidad de algunos territorios marcarán esta noche la contabilización de papeletas. No es una madrugada electoral como puede darse en España en unas legislativas. El propio presidente, Joe Biden, advirtió hace poco que los resultados definitivos «se conocerán en unos días». Diferentes responsables del sistema electoral han redundado en esta idea y recordado, como en anteriores comicios, que las demoras en algunos Estados son el resultado de las dificultades de los recuentos y «no significa que esté sucediendo algo nefasto», según manifestó este lunes la secretaria de Estado interina de Pensilvania, Leigh M. Chapman, en respuesta a los líderes republicanos que ya predicen una equivalencia entre demora y fraude electoral. En el caso de la propia Pensilvania, el resultado definitivo de las elecciones presidenciales de 2020 se conoció a los veinte días. En Michigan hicieron falta tres días.
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Los comicios de hace dos años precisamente fueron cruciales para la aprobación desde entonces de nuevas leyes de restricción de voto en más de veinte Estados y la reconfiguración de muchos distritos electorales en beneficio de los republicanos. Por ello, el extremismo de ultraderecha juega este martes con mayores ventajas que nunca. En Florida, por ejemplo, las organizaciones que facilitan el registro de los votantes o las familias afroamericanas han denunciado las imposiciones y confusión creada por las nuevas leyes del gobernador Ron DeSantis, que arriesga a muchos electores con dificultades para votar a sufrir duras multas.
Por otro lado, y según ha confirmado la propia directora de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad, Jen Easterly, el riesgo actual de sufrir amenazas electorales internas se considera mayor y más complejo que nunca. Las agencias federales y el FBI se han esforzado más que nunca en este clima electoral perverso sembrado desde la derrota de Trump en 2020 en verificar que toda la infraestructura no ha sido alterada por actores hostiles y se descartan sabotajes o problemas en el escrutinio o el censo. Hace dos años, el expresidente republicano llegó a denunciar falsamente que los hackers habían manipulado las máquinas de votación a favor de Biden. Los republicanos de Donald Trump, por cierto, han obtenido el respaldo del multimillonario Elon Musk, nuevo dueño de Twitter, rompiendo la tradicional neutralidad política de la plataforma.
En una perspectiva amplia, la violencia política ha sido siempre parte de la historia de EEUU, y mal que bien, el país ha sobrevivido en el pasado momentos de gravedad nacional como los asesinatos del presidente John Kennedy, y su hermano Bobby Kennedy, o de líderes como Martín Luther King y Malcolm X, entre muchos otros. Por no mencionar un siglo antes, el asesinato del propio presidente Abraham Lincoln, que tuvo lugar recién acabada la guerra civil en un tiempo de máxima división y gran inestabilidad en el país.
Aun así, las nuevas generaciones no han vivido nada que se acerque a una conmoción nacional y un sentido de inseguridad semejantes al que se vive en estos momentos en la sociedad estadounidense. A los discursos enconados y de odio que destacan los analistas como uno de los motivos de este sentimiento de alteración general, se une el peso del asalto al Capitolio, muy presente en todos los sectores de población. En gran medida, millones de votantes acuden este martes a las urnas bajo ese síndrome.
Asimismo, la mayoría de la población blanca no ha sufrido tampoco la experiencia de leyes de restricción de voto ni de intimidación electoral, como la que ha pesado tradicionalmente sobre las minorías, especialmente los afroamericanos, latinos y asiáticos, para quienes poco de todo esto es nuevo. Las leyes de restricción de voto conocidas como Jim Crow, o las usuales redadas de violencia intimidatoria del KKK (Ku klux Klan) en los barrios antes de las elecciones, permanecen aun frescas en la memoria de la mayoría.
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