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El fantasma del fraude electoral ha presidido todas las intervenciones realizadas por Donald Trump durante la campaña de las legislativas. AFP
EE UU acude con miedo a las urnas

EE UU acude con miedo a las urnas

La sombra de Trump y la proliferación de los bulos sobre un fraude electoral planea sobre las legislativas que renuevan el Congreso

mercedes gallego

Nueva York

Lunes, 7 de noviembre 2022

En el país que presume de ser faro de la democracia mañana se vota con miedo. Y no es solo miedo a perderla, es miedo físico, inminente. Antes incluso de que llegase el día de los comicios de medio mandato, un colegio electoral de Harlem ... tuvo que cerrarse el domingo por una amenaza de bomba, según informó la Junta Electoral. Imagínense lo que será votar en Pensilvania, Arizona, Nevada o Georgia, los cuatro Estados más decisivos, en los que la diferencia puede ser por un puñado de votos.

«¡Ya estamos otra vez! ¡Elecciones amañadas!», escribió el domingo Donald Trump en las redes sociales. La única prueba que ofrecía de que puede «repetirse el fraude» que le arrebate a los suyos la victoria, como clama le ocurrió a él en 2020, era un artículo de una página web de extrema derecha que protestaba por la acumulación de votos falsos en Pensilvania sin aportar ninguna prueba.

Con el embate final de los demócratas, que en los últimos días han puesto a todos los pesos pesados a hacer campaña, fuentes del partido creen que puede no irles tan mal como todo el mundo espera. Y de ser así no hay duda de que Trump gritará «¡fraude!». Esta vez no estará solo. Durante los dos años transcurridos desde su derrota en noviembre de 2020, el exmandatario ha ejercido un férreo control en el partido de Reagan y Bush, donde ha purgado en primarias a quienes no estuvieran dispuestos a seguirle en sus falsas denuncias. La prueba de bautismo en el mundo de Trump es proclamar alto y claro que le robaron, por muchas pruebas que se presenten para demostrar lo contrario.

Entre sus leales se encuentra el legislador del Pensilvania. «Honorable Francis X. Ryan», encabeza la carta que le ha dirigido el Departamento de Estado local en respuesta a sus falsas acusaciones de que ya hay 240.000 papeletas «sin verificar». La queja «no solo es incorrecta y refleja la falta de entendimiento del sistema», le respondió la secretaria de Estado en funciones, Leigh M. Chapman, con copia a más de una docena de legisladores, sino que malinterpreta el testimonio que dio ante el comité de gobierno de la asamblea junto al secretario de Estado, Jonathan Marks.

Según el proceso de comprobación de bulos de Reuters, hay menos de 7.600 papeletas por correo que llevan la marca de 'sin verificar', algo que solo quiere decir que necesitan un control adicional. De acuerdo a la ley, los votantes tienen hasta seis días después de los comicios para aportar la información que se les solicite. Las autoridades electorales de Estados Unidos no certifican los resultados al cerrarse las urnas. Por el contrario, la victoria suele depender de proyecciones de voto que hacen los medios de comunicación cuando creen que el resultado es muy claro. Eso difícilmente ocurrirá esta noche, a no ser que se produzca una debacle del Partido Demócrata.

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A los negacionistas de Trump no les importan los hechos, juegan con el mundo de las percepciones, dispuestos a agitar emociones. Su candidato al Gobierno de Pensilvania, Doug Mastriano, se preguntaba públicamente por qué «son siempre las ciudades en las que ganan los demócratas las que no logran contar los votos la noche de las elecciones». La afirmación, claro, es falsa. Hay numerosos condados de Texas y otros Estados del país que tampoco consiguen hacerlo en una sola jornada, aunque es cierto que el partido de Obama y Biden suele ganar en las grandes urbes, donde hay más votos que contar que en un pueblo pequeño.

Sin identificar

Y aunque todo esté en su sitio, el candidato al Senado que apoya Trump en Arizona, Blake Masters, ha dicho en dos ocasiones que si gana por 30.000 votos ante su rival, el exastronauta Mark Kelly, «no puede garantizar» que no aparezcan 40.000 votos «de personas sin identificar» a favor de Kelly. Está claro que no se puede asegurar que no suceda lo que nunca ha sucedido y puede no suceder jamás, pero basta con agitar el fantasma para plantar la semilla de la ira en las mentes paranoicas que ya han sido cultivadas para la rebelión por Trump en los últimos seis años.

Como resultado, los vigilantes armados se apostan desde hace semanas frente a las urnas apuntando a los votantes con sus rifles automáticos y tomando fotos de sus matrículas. Las autoridades han tenido que elegir barreras de refuerzo para proteger los edificios en los que se llevará a cabo el recuento de los votos. Hay funcionarios que han instalado pantallas de plexiglás para protegerse de la violencia y botones 'del pánico' para pedir ayuda. Algunas organizaciones se han preparado para responder con rapidez por las redes sociales cuando empiecen a surgir denuncias falsas de fraude electoral.

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Las ONG que habitualmente viajan para monitorear elecciones en democracias frágiles están pidiendo a los candidatos que se comprometan a respetar los resultados. Y condados especialmente vulnerables a la histeria, como el de Maricopa, en Arizona, han instalado cámaras para vigilar cada fase del proceso de tabulación.

En teoría se elige un tercio del Senado y la renovación de la Cámara de Representantes al completo, además de 36 gobernadores y más de 10.000 cargos menores que serán muy importantes a la hora de organizar el proceso electoral a la Casa Blanca dentro de dos años. Pero en la práctica lo que «se juega es la democracia», han dicho Obama y Biden en sus cierres de campaña hasta quedarse afónicos. A juzgar por el miedo y las medidas de seguridad, la democracia estadounidense no tiene que esperar hasta mañana, ya está en apuros.

Los cuatro jinetes del Apocalipsis

El abanico es colorido. Cuatro hombres que rinden pleitesía a Donald Trump podrían convertirse mañana en senadores. Ellos ostentan la clave del futuro de EE UU y buena parte del mundo: En Pensilvania, el Dr. Mehmet Oz, un cirujano estrella de televisión que saltó a la fama gracias a Oprah Winfrey; en Arizona, Master Blake, mano derecha del multimillonario Peter Thiel, cofundador de PayPal, que se propone batallar contra «la nefasta alianza entre el gran Gobierno, las Grandes Tecnológicas y los Grandes Negocios». En Georgia, Hershel Walker, un exjugador de fútbol americano convertido al evangelismo que se ha propuesto prohibir el aborto sin excepciones, aunque varias mujeres le han acusado de pagarle por uno. Y en Nevada, Adam Laxalt, presidente de la campaña de reelección de Trump en el Estado, y nieto del querido gobernador de origen vasco Paul Laxalt, al que 14 miembros de su familia han acusado en una carta de explotar el apellido de su abuelo para hacerse un nombre.

Bastará con que dos de ellos ganen esta noche para que los demócratas pierdan el exiguo control que ejercen en la Cámara Alta. De eso dependerá la confirmación de los miembros del Gobierno, de los jueces federales y hasta los del Supremo. Las partidas que se destinan a sufragar la guerra de Ucrania y cualquier cosa que se proponga el presidente, Joe Biden. Con ellos llegará el escándalo. Sin ellos, la paralización del Ejecutivo, con un Congreso salomónicamente dividido.

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