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La crisis sanitaria, económica y social derivada del coronavirus, nos ha puesto a prueba como seres humanos. Se trata de un desafío global que ha provocado cambios en nuestros principios y valores, y de nuestra manera de afrontarlo dependerán las sociedades futuras. Ayer, El Norte de Castilla y quince de las empresas más punteras de Castilla y León, promotores de GRUPO20, reunieron en un debate virtual a varios expertos que analizaron en qué medida la situación actual afectará al orden de prelación de los criterios con los que se mueve el ser humano. El debate, emitido en elnortedecastilla.es, burgosconecta.es y leonoticias.com, estuvo protagonizado por el filósofo y prolífico escritor Fernando Savater, todo un referente intelectual a nivel europeo. Le acompañaron en la charla Enrique Cabero, presidente del Consejo Económico y Social de Castilla y León, y Rafael Vega, editor, ilustrador y humorista gráfico de Vocento.
Savater arrancó su disertación aclarando que los valores y los principios morales no varían cada vez que ocurre algo notable en la vida de los seres humanos, sino que sirven para afrontar esas situaciones. «Las pandemias son un desafío científico a la hora de encontrar un remedio clínico para curar a los enfermos y para prevenir. Eso es mucho más importante que hacer proclamas morales que son vitales a nivel personal, pero a nivel del colectivo seguiremos siendo iguales. La prueba es que cuando se levanta el confinamiento la gente vuelve a hacer lo mismo que hacía antes. Los seres humanos consideran que las desgracias son desgracias porque interrumpen su vida, no las ven como oportunidad para cambiar», afirmó.
Para Savater, una de las reflexiones que podemos hacer de esta pandemia es sobre las profesiones más valoradas. «Es sorprendente que las profesiones más útiles y que más bienestar aportan a las personas, son las peor remuneradas. Más que grandes cambios morales y proclamas de regeneración, deberíamos reflexionar sobre cómo mejorar la situación de las personas que hacen las tareas más útiles y que cobran menos que otros estamentos sociales. Es una buena ocasión de replantearnos nuestras prioridades. Si queremos tener personas útiles, que nos ayuden en los momentos de necesidad, tenemos que tratarlas adecuadamente», incidió antes de hablar del concepto 'nueva normalidad', que para él resulta contradictorio ya que «la normalidad es lo que ya conocemos, lo que no es nuevo. La nueva normalidad es la que nos obliga a vivir de otra manera».
Por su parte, Cabero explicó que en las sociedades más avanzadas se da por hecho que todo permanecerá siempre igual. «Hemos creado una cultura de la seguridad, pero no tenemos constancia individual de que no somos invulnerables. Una crisis como esta nos hace ver que debemos prepararnos para defendernos contra amenazas con las que no contamos. Parece que determinados riesgos no se valoran suficientemente cuando afectan a otros», subrayó Enrique Cabero.
Para el presidente del CES la crisis ha puesto de relieve la seguridad, que incluso las sociedades más avanzadas quieren. «Hay que valorar más lo que hacen los demás. Si queremos seguir viviendo, realizar nuestra actividad cotidiana, disponer de bienes y ejercer nuestros derechos, necesitamos del trabajo de muchos», afirmó.
Rafael Vega cree que «los valores son los que son y que no cambian» y apostilló que «como sociedad, siempre que afrontamos una crisis hacemos un inventario de nuestros valores. En el bienestar damos por hecho todo lo que tenemos y que las cosas han de continuar así. Cuando hay una pérdida añoramos los momentos de tranquilidad. Como sociedad tenemos la oportunidad de poner orden en los valores en desuso. Las catástrofes son una especie de golpe de dados. A la normalidad quiere volver todo aquel al que le iba bien, pero aquel que no estaba a gusto, quiere que haya nuevas cartas encima de la mesa. En ese sentido, alguno de los valores que hemos mantenido a lo largo de la historia puede que estén en entredicho», dijo, «como el trabajo, que ha pasado de ser una maldición bíblica, a ser un derecho fundamental y ahora es un privilegio. Tal es así, que los gobiernos son incapaces de garantizar ese derecho acuñado en las grandes cartas magnas».
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