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Los vetos cruzados que han marcado toda la campaña para las elecciones de este domingo en Cataluña y la fragmentación del voto a la que apuntan las encuestas hacen que resulte complicado imaginar quién será el próximo presidente de la Generalitat, por eso ... los socialistas prefieren centrarse de momento en lo inmediato: cuál será la fuerza política más votada. Y creen estar en condiciones de ganar esa batalla, en buena medida, gracias a la estrategia electoral de las demás fuerzas en liza.
No es casual que Salvador Illa haya comparado en los últimos días la firma de un compromiso, por parte de los independentistas, para no pactar en ningún caso un Gobierno con su partido, con «la foto de Colón» del PP, Cs y Vox contra el Ejecutivo de Sánchez. En el PSOE siempre han creído que la unidad de acción de las derechas jugó a su favor en la campaña de 2019, que el miedo a Vox les permitió aglutinar mucho voto moderado y que cierta sensación de que las críticas contra el jefe del Ejecutivo eran desmesuradas acabó beneficiándoles, aunque en ningún caso lograran alcanzar el porcentaje de voto que vaticinaban en la Moncloa; ni el 28 de abril ni, menos aún, el 10 de noviembre.
Ahora, también el PSC piensa que el «todos contra Illa» puede ayudarles a convencer a muchos de los desencantados que en 2017 contribuyeron a hacer de Ciudadanos la primera fuerza del Parlament, por un lado, y, por otro, a movilizar a su electorado tradicional, aunque sobre este segundo punto haya, según admiten, menos esperanzas. Si en algo coinciden todas las previsiones es en que la participación será determinante y, a priori, todo apunta a que hay más riesgo de abstencionismo entre los no nacionalistas que entre el secesionismo.
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Ramón Gorriarán
«En este contexto de pandemia es difícil medir el estado de ánimo del votante porque no lo palpamos físicamente, pero parece obvio que no hay la tensión que hizo que las anteriores elecciones tuvieran una elevadísima participación (80%) –apunta un colaborador de Sánchez–; después de aquello, los votantes no nacionalistas tienen asumido que probablemente volverá a gobernar el independentismo pero también que no habrá independencia».
Tanto el presidente del Gobierno, que se ha volcado de lleno con la candidatura de su exministro, como el propio Illa se esforzaron este viernes, en todo caso, por hacer un llamamiento al voto «en masa». «Votar es seguro –dijo Sánchez para ahuyentar el temor a los contagios–, lo que es inseguro es no votar y dejar que otros decidan tu futuro». Ambos blandieron además el documento firmado por los independentistas como aliciente. «Vale la pena leerlo porque no ofrece ninguna razón, ni un solo argumento positivo; esa es su propuesta para Cataluña, odio eterno. No quieren dejar a sus hijos un país sino una trinchera», defendió el líder del PSOE.
En el entorno del presidente sostienen que «el factor Illa», diseñado desde la Moncloa, ha demostrado ya su consistencia y aseguran que, pase lo que pase, la suya es una apuesta de largo recorrido. Las altas expectativas puestas en el exministro de Sanidad, aun así, pueden acabar jugando una mala pasada. La sustitución de Miquel Iceta como cabeza de cartel a menos de dos meses de las elecciones propulsó al PSC en los sondeos hasta situarlo en condiciones de disputar el primer puesto a Esquerra y a Junts. Es algo con lo que hace tres meses ni siquiera soñaban los socialistas pero un resultado más discreto puede hacer parecer una derrota lo que, en cualquier caso, apunta a remontada histórica.
En 2017, en las elecciones convocadas por Mariano Rajoy en aplicación del artículo 155 e la Constitución, los socialistas catalanes acabaron como cuarta fuerza política de la Cámara con 17 de 135 escaños. Ahora los sondeos le conceden entre 30 y 32. «¿Es un error de cara al análisis del día después haber alentado la idea de que podemos ganar? Puede ser –admite un dirigente implicado en la campaña– porque la victoria en escaños es prácticamente imposible y quizá nos quedemos más cerca de los 28 diputados que de los 30, pero tampoco ha sido algo premeditado».
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