Burgos Misteriosa
Los secretos del palacio de la marquesa de VilueñaSecciones
Servicios
Destacamos
Burgos Misteriosa
Los secretos del palacio de la marquesa de VilueñaPasa desapercibido si no es por su espléndida puerta de madera y su majestuoso portal. Fue uno de los palacios más importantes de la ciudad. Está en la parte final del Espolón, casi enfrente del Teatro Principal y a unos metros de la Diputación. Es ... el palacio de la Marquesa de Vilueña. Penetrar en el zaguán que da entrada a la mansión es mágico.
El empedrado de la entrada para las caballerías nos lleva al sonido de los cascos de los caballos y el traqueteo de los carruajes sobre ese enlosado de basalto azul, bellísimo. Y subir por la escalera del edificio requiere un ejercicio de imaginación para proyectar el pasado en el presente. Es tenebroso, lúgubre, dado que se encuentra en estado de abandono, pero los olores y los ruidos extraños se agolpan.
Sus muros, como atestigua el arquitecto Pedro del Barrio, son muy gruesos, de 1.20 metros, coronado por la salida al patio, a las antiguas caballerizas con una gran puerta de madera. Y más bello todavía el enorme portón decorado con fauces de fiera a modo de tiradores. Especial mención haremos a sus timbres, los primero colocados en el exterior del edificio. Como no existía la electricidad, funcionaban con unas rudimentarias baterías.
Según cuenta Gregorio Carmona, en su libro historia de las viejas rúas Burgense, el 12 de marzo de 1818, la marquesa de Vilueña solicitó del Ayuntamiento, le cediesen unos terrenos «en calidad de precario en la parte baja del Espolón». Estaban ubicados junto a la orilla del río; y la intención de la Marquesa era «construir unos jardines próximos al sepulcro del Cid» que había sido trasladado a este lugar desde San Pedro de Cardeña.
La marquesa mandó construir un pasadizo sobre la esgueva que subterráneamente corría por debajo del paseo, para ir a sus jardines sin salir de su casa. Hacia 1837 se tapió la puerta de bajada al río y, como los jardines de la marquesa estaban abandonados, desaparecieron. Aún se puede observa la salida al río de la esgueva, bajo al estatua de la mujer que mira al río.
Noticias relacionadas
Julio César Rico
Eloy García de Quevedo recoge en el Boletín de la Fernán González número 24 de 'Libros burgaleses de memorias y noticias; cosas sucedidas en Burgos, sentadas y vistas por Marcos Palomar' que el palacio se empezó a construir en 1818, tanto la casa como el jardín que está entre los dos puentes. Relata Palomar que «en este sitio de esta obra fue la cárcel vieja, y debajo las Carnicerías, y el costado que hace a la Plaza era un portal grande, llamado la Audiencia; más adelante la casa donde vivían los Alcaldes Mayores, y más adelante un portal con un cuarto».
Esta parte del Espolón era su jardín, al mismo nivel que el río. Relata que el general Thiebault «dispuso que junto a la ribera del Arlanzón, en terreno que andando los años fue jardín de la Marquesa de la Vilueña, se hiciese una glorieta de arboles», dice Albarellos, para en su centro elevar el sepulcro del Cid, cuyos restos se trajeron de Cardeña. El jardín finalmente se convertiría en público y se incorporaron al Paseo del Espolón.
El propio Albarellos, dice que «desde la casa de dicha señora se iba al jardín por un paso subterráneo que, en parte debe existir todavía». Un secreto aún por descubrir. El caso es que esta casa de fachada neoclásica es todo un enigma. Y el pasaje oculto bajo los enlosados de la casa y del Espolón queda por descubrir.
Las crónica dicen que este palacio sirvió de residencia de reyes e infantes cuando visitaban la ciudad. Como la reina Isabel II en 1845. Se estableció como residencia real temporal en Burgos porque este marquesado fue concedido en primer lugar por el rey Felipe IV a favor de José Manrique de Luna, en un señorío que existía desde el siglo XIII y que estaba relacionado con el Condestable Álvaro de Luna. Posteriormente fue rehabilitado por Carlos II en 1618 para Dionisio Fernández de Heredia, conde de Aranda, cuentan los guías de Burgos.
García de Quevedo recoge en el boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos del segundo trimestre de 1929, tomado de la misma fuente de Marcos Palomar, que el día 26 de enero el año de 1829, «se vieron puestas las cadenas a la puerta del palacio de la Marquesa de la Vilueña, por haber estado nuestro monarca don Fernando VII y su esposa doña María Josefa Amalia».
Por su parte Fernández de los Ríos en su 'Notable Gula de Madrid' dice que, en 1835 se mandó quitar el signo de las cadenas «que en son de honroso distintivo se ponía a las casas donde el Rey entraba que era una cadena de hierro de grandes eslabones, sujeta por dos pernos, formando dos pabellones en la entrada».
García de Quevedo apunta que aún quedan algunas de estas cadenas en la provincia, como en el palacio delos Condes de Berberana de Miranda de Ebro. Y apunta que la viuda de don Angel Ortega «conserva una curiosa vista del palacio de la Vilueña dibujada. según se indica al pie, por Julio de Barrueta. en 3 de mayo de 1834 y en la que se distinguen perfectamente las cadenas en pabellón: se ve el jardín que la Marquesa tenía al nivel del río. y, en un extremo, el alto edificio que debe ser la cárcel levantada en el siglo XVIII».
Por su parte, Teófilo López Mata, en el Boletín de la Institución Fernán González del primer semestre de 1966, relata que por entonces Burgos era un pequeña ciudad de «doce mil almas que vivía con la preocupación de restaurar los enormes destrozos causados en la guerra de la Independencia, desbrozando enormes escombreras en la parte alta y en los alrededores de las iglesias destruidas de San Martín y Viejarrúa, levantando las casas de la marquesa de la Vilueña en el Espolón y señalando el emplazamiento de otras, que habían de llamarse de los portales de Antón,en el centro de la anchurosa plaza del Mercado».
Toda esta zona de la ciudad estaba repleta de riachuelos encauzados en esguevas, construcciones de piedra que aún se puede ver, por ejemplo, en un portal de la calle Laín Calvo y en el Museo Voynich, protegidas por cristales. López Mata escribe que había una multitud de «puentecillos de las esguevas que cruzaban la ciudad se renovaban, y se daba un refuerzo a los murallones del río y a la venerable ancianidad del puente de Malatos».
El arquitecto Pedro del Barrio, nacido en este palacio, recordaba hace unos años en una columna de opinión en Diario de Burgos sus recuerdos de este lugar. Habla del misterioso pasaje con una enrome atarjea de de sillería, «en forma de cuerno de vaca; un túnel que gira y reduce su sección pasando debajo del árbol de Pinedo, frente al Polisón».
Su boca de salida semitapada da al río Arlanzón como se observa en la fotografía. El palacio de la Marquesa de Vilueña lo compró el abogado Manuel Gaitero a principios del siglo XX de ahí que se conociera también como la casa de los Gaitero.
Los sucesivos ayuntamientos y gobiernos de la ciudad han querido poner un especial acento en el paseo del Espolón, donde se encuentra este palacio. Un lugar que fue perdiendo protagonismo y que muchos de sus comercios y restaurantes fueron cerrando a comienzos de este siglo. La ciudadanía se empeñó en que el Espolón no perdiera su esencia. Y poco a poco vuelve a ser un lugar con encanto.
Incluso el Ayuntamiento quiso adquirir el inmueble de Palacio de Vilueña para convertirlo en un edificio de servicios. La operación no prosperó. El edificio, más allá de su valor histórico, tiene un elevado costo que se estima en más de cuatro millones de euros que es la cantidad que reservó el equipo de Gobierno anterior para su compra.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
25 artistas para descubrir y disfrutar en 2025
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.