Imagen de los años 30 del monasterio, en la revista Estampa BC
Burgos Misteriosa

El monasterio de Burgos conocido por el Oro Potable y los milagros de la Virgen

Dos iconos mágicos tuvo el monasterio que han llamado la atención de los investigadores, el Oro Potable del que habla Eduardo de Ontañón en la revista Estampa y la Virgen milagrosa de Fresdelval. Alquimia pura

Sábado, 28 de septiembre 2024, 09:09

Escondido. Alejado del ruido de la ciudad y de las vías de comunicación. En un estado de ruina que hace peligrar su integridad. El Monasterio de Fresdelval es un lugar de poder. Uno de esos lugares en los que se ha detenido el tiempo. Un monasterio que guarda los secretos que quedaron encerrados entre sus paredes semiderruidas.

Publicidad

Fue monasterio de monjes jerónimos y sus secretos se quedaron allí ocultos. Uno el del Oro Potable. Otro, los milagros de la Virgen de Fresdelval. Y es lugar de poder porque antes del ser monasterio, allí se fijó una ermita en tiempos prerrománicos; y antes debió ser altar o ara de sacrificios en tiempos de Roma porque las fuerzas telúricas llamaba ser ese lugar, sitio sagrado.

Allá, en los repliegues de las lomas que protegen el valle del Ubierna una comunidad de monjes cumplió con su vocación de glorificadores de Dios durante cuatro siglos hasta el abandono.

La alevosa muerte de Fresdelval ocurrió en las desamortizaciones de 1820 y de 1835. La última fue la tumba definitiva y dos siglos después, desperdigadas sus propiedades y tesoros, sólo queda la leyenda.

Noticias relacionadas

El monasterio fue mucho más de lo que ahora queda. Solo conserva bello claustro ojival que se perderá si no se actúa sobre él y otros restos custodiados en el Museo de Burgos. Y sobre todo tenía una imagen muy venerada y que se solía traer en procesión a Burgos en ocasiones señaladas; especialmente en tiempos necesitados de agua.

Y hay más porque a Nuestra Señora de Fresdelval se le atribuyen la curación de ceguera de una niña o la resurrección de doña Elvira de Sandoval.

La descripción que hace el padre Palacios en Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos del tercer trimestre de 1926 es en sí misma una fotografía con palabras: «La imagen de la Reina del Cielo es casi del natural, su color moreno pero muy agraciado y hermoso... Para su mayor ornato y decencia tiene muchos y muy ricos vestidos, que se le mudan según los tiempos, y muchas otras alhajas que le han ofrecido otros muchos devotos».

Publicidad

Relata Eloy García de Quevedo en el citado Boletín varias procesiones de la Virgen que acompañó nada más y nada menos que al Santo Cristo de Burgos desde su lugar de origen hasta las calles céntricas de la vieja ciudad del siglo XVII. La rogativa del agua para los pastos, «no tanto para el pan» y unos meses más tarde «contra la langosta, que había mucha en esta tierra y había- prohijado en ella de la que quedó del año pasado de 1670, que entró en esta ciudad en 10 de agosto», relata Quevedo.

El monasterio era un gran foco cultural y político. La importancia que tuvo en la primera España es destacable. Hasta el rey emperador Carlos I de España y V de Alemania se propuso en un principio retirarse en él y pasar los dos últimos arios de su vida, antes de abdicar en su hijo Felipe II.

Publicidad

En el Museo de Burgos se custodian importantes losas de los enteramientos celebrados el monasterio. En las actas de la Comisión de monumentos se puede leer: «los mármoles y estatuas que en lamentable estado hoy, formaron un día los enterramientos de los Manriques de Padilla, en el monasterio de Fresdelval» que fueron a parar al convento de Trinas.

Este Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1931 está en manos particulares.

Oro Potable

El periodista Eduardo de Ontañón revelaba en la revista Estampa en 1934 uno de los secretos del laboratorio arcano de Fresdelval: «Pocas gentes sabían que, finalizando la edad media, era este monasterio, espléndido, laboratorio en el que se destilaban los primeros licores, esos deliciosos néctares que cantan los poetas del siglo XIII, y que, en el dominio de alquimistas y religiosos, comenzaban a denominarse de una manera densa y poemática las aguas de oro».

Publicidad

Postal antigua del claustro de Fresdelval. BC

Y habla de que una de esas «pocas gentes» era el el guardián de 'Fres del Val' que explicaba en la revista cómo «utilizaban los padres una chimenea para elaborar en no sé que extrañas habitaciones, los licores que elaboraban».

Pero este guardés nunca probó el Oro Potable. Un solo monje tenía la fórmula. Fray Bernardo de Balmaseda fue su último poseedor. Hombre biblioteca y laboratorio; intelectual, no se le ocurrió mejores escondite para la fórmula que uno de los libros de la gran biblioteca monacal, una biblia sacra, con magníficos grabados, en madera, editada en Lyon, en 1588.

Publicidad

Pudo sorprenderle la muerte poco después, sin confiar su secreto. Nadie fue capaz de descubrirlo y con él murió su fórmula. O no.

Cuatrocientos años más tarde, en un día cualquiera de 1931 cayó en manos «de don Antonio Ibáñez, bibliófilo, un ejemplar de la biblia impresa en 1588». Hojándola, cuenta Ontañón, despegando sus tapas… «viene lo inesperado, lo inefable, lo casi novelesco. Cae al suelo un pequeño papel, doblado; con el temblor que precede al hallazgo, en letra procesal de la época, la fórmula del licor exquisito, un licor que a nuestro gran barman Pedro Chicote hace exclamar más tarde: 'esto es lo más agradable que yo he tomado'».

Al nombre de Fresdelval se llega por una suerte de contracciones de varias palabras que en otra época se escribieron sueltas: Fres del Val quiere decir fresno del valle. Y no es del todo acertad esa grafía porque en su día se escribió 'Frex del Val'. Hoy la x se ha sustituido por la s. También puede llegar de otro término del latín 'freires del val', es decir frailes del valle.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad