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Muerto Rodrigo, a caballo, sobre su Babieca, tal terror despertaba entre sus enemigos, que estos huían despavoridos. Unos por miedo al muerto revivido; otros por el recuerdo de las batallas perdidas contra el héroe de Castilla. Así dice el epitafio:
«Cid Ruy Díez só, que yago aquí encerrado e vencí al rey Bucar con treinta e seis reyes de paganos. Estos treinta e seis reyes, los veinte e dos murieron en el campo; vencílos sobre Valencia desque yo muerto encima de mi caballo. Con esta son setenta e dos batallas que yo vencí en el campo. Gané a Colada e a Tizona: por ende Dios sea loado. Amén».
Ese poema estuvo escrito en una placa colocada sobre el sepulcro del Cid en la iglesia románica de Cardeña. Una inscripción que desapareció pero que recogió, en el siglo XVI Juan López de Belorado de los propios monjes y que quedó escrito en 'Crónica del famoso caballero Cid Ruy Díaz Campeador' donde se recoge el Epitafio Épico que lo dice.
La leyenda popular va más allá de la literaria. Se aferra, precisamente, a una crónica de amor y muerte. Dice que fue Jimena quien amarró a Rodrigo a Babieca para que el cuerpo y la armadura quedaran derechos. La silueta sería aterradora. Un muerto que vence a sus enemigos sin empuñar lanza o espada.
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Sea realidad o leyenda, la metáfora de la muerte, la batalla y la vida es un misterio que quedará sin resolver. Los restos del Cid peregrinaron después por medio mundo y seis tumbas. Catedral de Valencia; Monasterio de Cardeña; Mausoleo del Paseo del Espolón, el Castillo Hohenzollern; Casa Consistorial de Burgos y finalmente bajo el cimborrio de la Catedral de Burgos
El asedio del Cid a Valencia fue largo y doloroso; duró más un año y medio. Las huestes de Rodrigo, batalla a batalla, fueron ganando terreno en la ciudad en la que gobernaba Ibn Yahhaf. El trabajo insistente hace que la ciudad se rinda el 15 de junio de 1094. El Cid es hombre al que la población esperaba.
Pero los almorávides no se iban a rendir tan fácilmente y, apenas ha conquistado, Rodrigo la perla del Levante, se descubre que Yusuf tiene intención de recuperarla. Era una ciudad rodeada de ejércitos enemigos. En octubre de 1094 empieza el asedio, pero Rodrigo vence en Cuarte a los almorávides, una vez; y una segunda, en Bairén. Pero la muerte le sorprende en julio de 1099; Rodrigo muere en Valencia.
Jimena intenta mantener el legado de su esposo en la ciudad. Recibe el apoyo militar del Conde de Barcelona, casado con una de las hijas de su matrimonio; y del rey castellano. Pero finalmente tendrá que regresar a Burgos
La victoria póstuma del Cid no es una leyenda vulgar. Está muy elaborada y está relacionada con la evacuación de Valencia. Sabemos de la muerte de Rodrigo por el Cronicón del monasterio de Maillezais, en el Poitou: «En España, dentro de Valencia, falleció el conde Rodrigo, y su muerte causó el más grave duelo en la cristiandad y gozo grande entre los enemigos musulmanes». Estamos en el mes de julio, un día 10 del año 1099.
'José Ramírez del Río en la Leyenda de Cardeña y la épica de Al-Andalus. La Victoria Póstuma Del Cid' ofrece una rica información acerca del origen de esta leyenda. Las fuentes utilizadas son de dos tipos: árabes y castellanas. Las fuentes árabes más importantes son el Kitoeb al-agoenae, el Libro de las canciones en castellano; y el 'Iqd al-faraed 'El collar único'. En estas obras, los autores recopilaron la herencia literaria e histórica del pueblo árabe desde la época preislámica hasta el momento de su redacción. Las fuentes castellanas vienen de la Leyenda de Cardeña y la Primera Crónica General de Alfonso X.
La comparación de los textos árabes y castellanos demostrarían que esta leyenda de la victoria póstuma en antiquísima. Se remontaría al momento de la evacuación de la ciudad de Valencia por orden del rey Alfonso VI. Una acción que llevaría a cabo una legión del círculo de Rodrigo.
Los restos de Cid y de su esposa Jimena reposaron durante siglos en el Monasterio de San Pedro de Cardeña. Con el séptimo centenario de la Catedral, en 1921, fueron depositados bajo una enorme lápida de mármol rojo en el templo, bajo el cimborrio, recibiendo la luz de los héroes que se filtra por las vidrieras que visten a las filigranas de piedra blanca que las aprieta. Antes de llegar a la Catedral estuvieron en el Espolón, junto al pasadizo que iba desde el Palacio de la Marquesa de Vilueña al río Arlanzón, un mausoleo que se inauguró el 19 de abril de 1809.
Pero loa avatares de los huesos del Cid han sido como los de Fogg en la Vuelta al Mundo en 80 días. Antes de llegar Burgos Rodrigo estuvo enterrado en Valencia. Con los traslados, los robos y considerarse fetiches y mágicos, se repartieron por todo el mundo. Más allá de los restos de la Catedral, el cúbito del brazo izquierdo de Rodrigo se conserva en el Arco de Santa María, rodeado de secretos en la Sala de Poridad.
En una capilla lateral del Monasterio se encuentra el panteón cidiano conocido como 'La Capilla de los Héroes'. Ahí estuvieron los restos de Rodrigo y Jimena, en una tumba en el centro del mausoleo, que en su día expoliaron las tropas de Napoleón. En las paredes se reparten otros 29 nichos con amigos de Rodrigo y familia cidiana: su padre, su hijo, sus hijas, yernos y sobrinos.
Y el fiel Babieca también tiene su sitio especial en esta familia cidiana. Quizá sea una leyenda, sitúan la tumba de la yegua (dicen quienes han estudiado el momento histórico) Babieca –por mucho que la estatua del Cid en Burgos diga lo contrario— en un jardín exterior del monasterio, a la izquierda según se mira a la fachada principal, debajo de un modesto monolito de piedra que da fe de ello.
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