Quizá sin saberlo, quien empiece a leer estas líneas, desconoce que ha sido exorcizado. No lo sabe. Hemos sido librados de Satanás sin saberlo. El exorcismo es una práctica habitual en ciertas ceremonias religiosas. Por ejemplo, los fieles que celebraron la Pascua de resurrección presenciaron ... uno y, probablemente, no repararon en ello; los padres, padrinos y acompañantes en un bautizo, también lo presencian sin darse cuenta de ello.
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El sacerdote cuando bendice el agua realiza una oración para exorcizar al niño que se va a bautizar. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica: «Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato».
En los rituales católicos existen dos tipos de exorcismos, los mayores y los menores. El primero se realiza cuando se cree que una persona está poseída por un demonio. El obispo de cada diócesis es el facultado para realizarlo o, en su caso, un sacerdote autorizado por él. Un exorcismo menor no requiere esa autorización episcopal y se lleva a cabo en sacramentos ordinarios como bautismo.
La forma del rito del bautismo incluye un exorcismo explícito. Se hace en latín, pero esta es la traducción al español: «Te exorcizo, espíritu inmundo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, para que salgas y te apartes de este siervo de Dios, (el nombre). Porque él te manda, maldito, que caminó sobre el mar, y extendió su mano derecha a Pedro a punto de hundirse. Por tanto, maldito diablo, reconoce tu sentencia y da honor al Dios vivo y verdadero; da gloria a Jesucristo su Hijo, y al Espíritu Santo; y apartaos de este siervo de Dios, (el nombre) porque Dios y nuestro Señor Jesucristo se ha dignado llamarlo a su santa gracia y bendición ya la fuente del bautismo».
Si el cura pronuncia ese exorcismo, la gente huiría por miedo; por ello, para suavizar las formas en la ceremonia dice: «Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas, al Reino de tu luz admirable; te pedimos que este niño, lavado del pecado original sea templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor. Amén».
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Por lo tanto, que nadie se enfade por esta ocultación que se hace por parte de la Iglesia, pero probablemente, quien lea estas líneas, casi seguro, ha sido exorcizado el día de su bautismo.
Pero hay otros casos no tan simpáticos de exorcismo. Hace unos años, la ciudad de Burgos saltaba a las páginas de los periódicos nacionales e internacionales por un caso de exorcismo múltiple a una joven burgalesa. Hasta 13 ritos de este tipo se le practicó a una adolescente del barrio de Gamonal bajo la creencia de sus padres –y de un determinado sector ultraconservador de la Iglesia de Burgos— de que estaba endemoniada.
De hecho, este caso de 13 exorcismos es el último documentado en España y tiene a la ciudad de Burgos como epicentro del suceso. Y a Valladolid por ser la ciudad en la que se 'celebraron' los exorcismos.
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El relato de la joven en el atestado policial da detalles de lo que supusieron las ceremonias a las que fue sometida. La joven declaraba que en el transcurso de los exorcismos sintió «dolor, miedo e impotencia», que no podía escapar y que pidió que parasen el rito. Lo publicaba Diario de Burgos en 2019.
Según ese relato, la joven estaba tumbada, a los pies del altar, sujeta por los brazos y las piernas para que no escapase. Tomada por la cabeza, una mujer le ponía un crucifijo «y apretaba con fuerza» y con imágenes de santos por todo el cuerpo.
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Burgos misteriosa
Julio César Rico
Julio César Rico
El exorcista Jesús Hernández rezó el rosario y la joven relataba en sede judicial que le hicieron beber «agua con sal», mientras el sacerdote decía: «¿Quién eres, Satanás, Belcebú, el diablo en persona? O «Bestia inmunda, dixi mi como tu a dominaris», es decir, «Bestia inmunda, dime, ¿cómo puedes ser dominada?». El exorcista concluyó, ante la falta de respuesta del maligno, que «la posesión era total» y le recomendó, según la joven, que abandonara la medicación ordenada por su médico.
El relato de los padres es aún más aterrador. Estaban convencidos de que su hija estaba poseída por el diablo, llegando incluso a morder y escupir al exorcista. La madre aseguró que la niña tenía a «alguien en su interior» y que incluso habló en otro idioma. El sacerdote dijo que «podía ser arameo» y que el agua bendita con la que la rociaron «hacía saltar al cuerpo».
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Ese fenómeno de hablar en otro idioma se conoce como xenoglosia. En los tratados de Demonología, como la 'Summa demoniaca' de José Antonio Fortea, se define esta acción por la disociación de la conciencia y el poseído percibe los conocimientos de otra entidad.
El testimonio del sacerdote y canónigo penitenciario de la catedral de Valladolid, Jesús Hernández, que llevó a cabo los rituales, es desgarrador. Habló para El Mundo en diciembre de 2014. Aseguraba que era «la joven estaba poseída por el diablo; no entiendo el revuelo, era un ritual perfectamente reglado y autorizado al más alto nivel».
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Desde el Arzobispado de Burgos se trató de suavizar la acción del exorcista asegurando que este «trató de ponerse en el lugar de los padres que veían con angustia cómo su hija padece anorexia o intenta suicidarse sin que ningún tratamiento parezca hacerle efecto. No es extraño ni anómalo que acudan a la Iglesia».
Como explicaba El Confidencial, «el exorcista y una catequista fueron imputados en marzo de 2015, pero la joven cambió su versión y en marzo de 2017, el caso fue archivado por falta de pruebas porque la 'endemoniada'; desmintió su primera denuncia».
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A todas luces, 13 ceremonias de este tipo sobre el cuerpo, y sobre todo el espíritu de una persona, casi una niña, parecen de un excesivo celo para tratar de sacar a un supuesto diablo del interior de una criatura. Pero aunque sea una barbaridad, es la prueba palpable de que los ritos más exagerados del medievo europeo, siguen vigentes en una parte de la Iglesia Católica que reduce la fe a juicios de Ordalías.
Las Ordalías consistían en invocar y en interpretar el juicio de Dios a través de mecanismos como por ejemplo introducir al supuesto reo en aceite hirviendo y de cuyo resultado se infería la inocencia o la culpabilidad del acusado; si salía indemne, Dios determinaba su inocencia; si se abrasaba es que era culpable.
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Esas Ordalías o Juicio de Dios eran normas de los estados de la moderna Europa, pese al carácter mágico e irracional de esos medios probatorios, hasta la llegada del Derecho Romano a los ordenamientos en el siglo XII.
A las ceremonias de exorcismo se las podría encuadrar en un ritual de este tipo, salvando las distancias, porque es –en nombre de Dios- un consagrado quien determina si una persona está poseída o no. Una atribución que, en lenguaje católico, roza la blasfemia.
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Lo cierto es que a día de hoy siguen existiendo los exorcistas y se practican exorcismos con más frecuencia de lo que podemos pensar. Pero sólo hasta hace unos años. España es un país de ritos y liturgia, entendida como la repetición exagerada de ciertas acciones, palabras y cosas con las que encumbrar desde una ceremonia civil o militar hasta religiosa. Muchas de nuestras acciones están regidas por la liturgia y usamos la liturgia para mantener un cierto orden social y político.
La historia de la joven burgalesa que fue sometida a 13 exorcismos es compleja y acabó de manera trágica con el suicidio unos años después de que saltara la noticia a la prensa de que había pasado por ese trance. Aun con la complejidad del hecho, y quizá por eso, recuerdo que el fallecido periodista de El Mundo Paco Rego me llamó el año de los exorcismos para conocer un poco más del caso.
Vino una tarde a Burgos para investigar el caso. Le acompañé a cada cita e, incluso, conseguí –tarea ardua por lo comprometido del caso- que un jovencísimo sacerdote diocesano, recién ordenado cura, le hablase del entorno de la familia de la joven. Fue el único testimonio, la única persona que se atrevió a decir algo.
En una mesa del antiguo bar Equus, en Gamonal, el cura fue desgranando algunos datos muy concretos que Paco Rego tomaba con el ansia propia de un periodista que había atrapado un hilo del que tirar en esta historia en la que nadie quería contar nada.
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Con este testimonio encontró explicación a la vinculación religiosa de la familia, sobre todo de la madre; de la vocación al sacerdocio, un tanto forzada, de los hermanos gemelos de la joven. Del celo de la catequista –y su profesora de religión en el IES- que elevó a la categoría de posesión lo que era una anorexia; de las imágenes oníricas o delirios –ya metidos en materia, hasta los delirios se convierten en verdades— de un seminarista que decía haber soñado con la posesión y supuesta condenación de la chica.
Ante este cúmulo de presuntas irracionalidades cabe preguntarse, ¿qué grado de verosimilitud o verdad tiene que un seminarista sueñe con que el demonio se lleva a la niña al infierno? ¿Acaso hacer creer que con esa afirmación gana credibilidad y que su opinión cobre más peso o afirmar por medio de una invención, la existencia del maligno?
Semanas después de que Diario de Burgos sacara a la luz este caso, hablé con el director del IES en el que cursaba Bachillerato la chica. En cierto modo se había instalado una psicosis rara en el centro escolar. Y muchos profesores recelaban de esa profesora de religión que había inducido a tales prácticas. Los alumnos confesaban, alucinados, el contenido de las clases.
De hecho, los medios de comunicación locales pusieron el acento en esta mujer, que era conocida en el IES y en el conjunto de la Iglesia de Burgos, como ejemplo de sumisión y pleitesía a los dogmas y con cierto peso entre una sector de la jerarquía católica por sus ideas ultracatólicas basadas en una interpretación de la religión más propia de otros tiempos y dogmática al estilo del Opus Dei de Escrivá de Balaguer; de los Neocatecumenales de Kiko Argüello o de la Milicia de Santa María, grupo al que pertenecía la familia de la joven. Todo ello es el precedente necesario para entender en qué derivo el asunto.
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Algunos medios de comunicación pusieron el acento en un sacerdote de la parroquia a la que acudía. Ese cura había sido vicario de otra comunidad de Gamonal a la que pertenece la vivienda de la familia. Son datos meramente anecdóticos, pero que contextualizan lo ocurrido, pese a que este sacerdote fue implicado y culpado de manera injusta en estos hechos.
La joven fue diagnosticada de anorexia y por este motivo la enfermedad le producía un cierto desequilibrio. Las informaciones de la época contaban que fue instada a abandonar el tratamiento médico. Y al ocurrir este hecho se desencadenó todo lo posterior.
El Arzobispado de Burgos dijo que, al contrario de lo que se publicaba en las informaciones de prensa, la joven no intentó suicidarse por someterse a un exorcismo.
Los padres llevaron a la joven a Madrid y un exorcista vio que no era lo más adecuado y solo hizo una oración sobre ella.
En la iglesia de Burgos se sabía que los padres pidieron ayuda en busca de un exorcista antes de que, tras una situación límite, acudieran al vicario de pastoral solicitando ayuda. Dado que en Burgos no había exorcista y que para Castilla y León hay uno ubicado en Valladolid, la llevaron allí.
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Antes, según el relato de los hechos, los padres habían pedido ayuda a la catequista y los puso en contacto con el Arzobispado, que ya sabía el comportamiento de la menor, que tenía problemas psicológicos y psiquiátricos y que habían estado tratando los médicos por ello.
Sin embargo, desde la Iglesia se asegura que el tratamiento psiquiátrico no funcionaba y que por eso se tomaron otras medidas. A partir de ahí cabe preguntarse, ¿qué o quién condiciona la conducta de los padres que pudiese explicar en que el tratamiento no funcionaba? Años después, la joven murió en Salamanca. Triste final para una situación injusta.
En la actualidad, la Iglesia en España tiene reconocidos a 15 sacerdotes que se dedican a practicar exorcismos.
Han sido muchos y muy famosos los casos de exorcismos en todo el mundo. A muchas generaciones, mayores y jóvenes, les sigue impactando las tremendas imágenes del padre Karras y de la niña poseída en el Exorcista. Y la realidad es que los actos de exorcismo se parecen bastante a lo que muestra el cine.
El caso burgalés ha puesto en alerta al Vaticano y que haya llegado a los tribunales de justicia anuncia el fin de esta práctica. Así lo entiende Juan José Gallego, el único sacerdote dedicado en exclusiva a estas tareas en Cataluña en la revista Vida Nueva: «Quizá no es el fin, pero será mucho más complicado que los sacerdotes y obispos acepten este ministerio», ya que las condenas judiciales supondrían cuantiosas indemnizaciones económicas.
En el orbe católico, uno de los más famosos e importantes exorcistas fue el padre Gabrielle Amorth, exorcista del Vaticano desde 1986 hasta su muerte en 2016 y al que se apodaba el exorcista del Papa. Amorth realizó más de 60.000 ritos de exorcismo, escribió una veintena de libros y fundó la Asociación Internacional de Exorcistas.
Y en España, sienta cátedra José Antonio Fortea que, además de practicar este tipo de rituales en la Diócesis de Madrid, ha escrito varias tratada acerca de cómo realizar exorcismos y lo que supone el demonio en la vida de la gente.
En el número 2.921 de la revista Vida Nueva, Fortea también explicó el trato dado a un caso de anorexia hace años: «La chica llegó a estar en los huesos, no podía tragar, se forzaba en comer, pero lo vomitaba, aunque no quería perder peso». Recuerda que «los exorcismos son una práctica religiosa que ha sido siempre un derecho de todos los fieles», que ha realizado cientos de exorcismos en España desde 1999 hasta 2009, cuando partió a Roma para acabar su tesis sobre demonología. «Atendía cada día a unos diez fieles», explicaba.
En el cine se ha recuperado este género con las películas '13 exorcismos' y 'El exorcista del Papa'; ambas estrenadas recientemente.
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