La historia transcurre en Galicia, pero una de las protagonistas es burgalesa, Marcela Gracias Ibeas. Su nombre y el de su pareja coparon titulares. Es una historia histórica porque aborda el primer matrimonio homosexual por la Iglesia en España en 1901.
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Marcela Gracia y Mario Sánchez se casaron el 8 de junio de 1901 en la parroquia San Jorge en A Coruña. El sacerdote Víctor Cortiella fue el que los unió como marido y mujer. Marcela llevaba un vestido oscuro, con una mantilla y un ramo de flores. Mario lucía un traje. Un fotógrafo inmortalizó el momento como mandaba la tradición y luego, los recién casados, celebraron un pequeño convite con pocos invitados, entre los que no había ningún familiar cercano.
Hasta ahí, una boda de hace siglos, aparentemente habitual, pero, poco después, la pareja fue denunciada y se pidió que fuesen capturadas. Así, en femenino, capturadas. Los periódicos de la época, como La Voz de Galicia, titularon: «Un matrimonio sin hombre». Al poco de iniciar su vida de casados, los vecinos empezaron a sospechar y una turba de gente se agolpó a la puerta de casa de Marcela y Mario llamándoles herejes. Rodearon la vivienda tocando cencerros y gritando: «¡Que salga el marimacho!». Mario, que no era Mario, era Elisa, huyó por la puerta trasera.
Y es que la boda fue protagonizada por la burgalesa Marcela y la gallega Elisa, disfrazada esta de Mario para cumplir un sueño: casarse con su amada.
La historia de Marcela y Elisa puede ser considerada el primer matrimonio homosexual en España. Desde una perspectiva legal, aunque se pidió su anulación, la boda aún es válida porque las actas no fueron anuladas, ni siquiera por la Iglesia. Desde una perspectiva social, el acto tiene valor en la lucha por los derechos y la aceptación de la diversidad sexual. Amar puede ser revolucionario y su deseo innegable de legitimar su amor, en una época en la que estaba completamente estigmatizado, así lo corrobora. Fueron las primeras mujeres en casarse en España y las únicas que lo hicieron por la Iglesia.
Las protagonistas de este hecho histórico son María Elisa Carmen Sánchez Loriga, nacida en A Coruña en 1862, y Marcela Gracias Ibeas, nacida en Burgos en 1867. Se conocieron cuando estudiaban para ser maestras y se enamoraron. Se sabe que Marcela fue bautizada en Burgos el 27 de junio de 1867 y que vivió en un hospicio durante diez años hasta que sus padres se casaron y fue legitimada.
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Cuando se conocieron, Marcela llegaba cada día a casa hablando maravillas de su amiga Elisa. A los padres, esta amistad tan intensa no les hacía gracia y enviaron a Marcela a estudiar a Madrid. Cuenta Narciso de Gabriel en su libro, que bebe de la información de la prensa de la época, que la pobre Marcela sufrió un violento acceso nervioso. Igualmente, Elisa se presentó en casa de Marcela antes de que esta partiera, pero los padres le impidieron verla.
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Pero este paréntesis de tiempo no frenó sus sentimientos. Cuando Marcela regresó a Galicia retomaron su relación. Intentaron trabajar en escuelas cercanas, pero, algunos años, tenían que trabajar en pueblos separados. Pero no importaba, se hacían kilómetros y kilómetros para verse. Elisa llevaba un puñal y un revólver, al que llamó Despertador, para protegerse en estas travesías por el bosque, ya que era ella la que se solía desplazar.
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Finalmente, optaron por vivir juntas en el pueblo coruñés de Dumbría. La convivencia de dos maestras jóvenes y solteras en un pueblo no resultaba sospechosa, era algo habitual, pero los vecinos empezaron a escuchar peleas continuas entre ellas. Marcela contaba que Elisa era muy celosa con respecto a la intimidad de Marcela, que era violenta y, al final, Elisa anunció que dejaba Galicia y se iba a La Habana (Cuba).
Por su parte, Marcela comenzó a comentar a los vecinos que, en breve, se iba a casar con un pariente de Elisa, un tal Mario. Motivo que tampoco gustaba a Elisa, según sus versiones. «No he visto cosa más parecida a Elisa. Es de su misma estatura y tiene la misma voz. Si no se tratara de un hombre parecería que es Elisa», explicó en el vecindario.
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Antes de regresar como Mario, lo que hizo Elisa fue marchar a A Coruña. Allí se cortó el pelo, se compró ropa masculina, empezó a fumar y se bautizó como Mario, al inventarse la historia de que había vivido siempre en Inglaterra y no lo habían bautizado. Así, vestida de hombre, se presentó Elisa en la casa de su futura suegra que sospechó nada más verla y la echó de allí.
Pero Marcela y Elisa se casaron, lo consiguieron, pero cuando la prensa aireó su hazaña y la turba asediaba su casa, Elisa, disfrazada de Mario, huyó por la parte trasera. Así acabaron las dos en Oporto donde empezaron una nueva vida como hombre y mujer, pero un juzgado coruñés decidió procesarlas. Ordenó su búsqueda y captura y la policía portuguesa las encontró en la pensión donde vivían. Acabaron en la cárcel, pero la oleada de solidaridad de las activistas portuguesas ayudó a que el juzgado de Oporto decidiera liberarlas.
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Al salir de la cárcel agradecieron en una carta publicada en algún periódico esta ola de solidaridad de un movimiento portugués liderado por mujeres, mientras que en España las autoridades judiciales y eclesiásticas las tenían en el punto de mira. Pero la orden de extradición seguía en pie, por lo que huyeron a Argentina.
Aquí se les pierde un poco más la pista, pero sí se sabe que Elisa, que en Argentina se hacía llamar María, se casó con un danés que tenía un pequeño negocio, Christian Jensen. Se fue a vivir con él al campo y allí llegó Marcela, 'la hermana de Elisa', según contaron entonces. Y con ella llevaba a un bebé. La llegada de Marcela y la negativa de Elisa a tener relaciones sexuales con Christian levantaron las sospechas de este.
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Investigó y descubrió 'el matrimonio sin hombre' al que se refería la prensa. Denunció e Elisa y pidió la anulación del enlace. Algo que el juzgado negó.
La pista se les pierde en Argentina. Hubo informaciones sobre si Elisa se suicidó precipitándose al mar, otros rumores la situaban en 1940 en Buenos Aires aquejada de un cáncer terminal. Ninguna de las alternativas está confirmada.
Lo que sí está claro es que Marcela y Elisa demostraron que amar puede ser revolucionario. Puede que sin ellas saberlo ni quererlo se hayan convertido en un precedente para las luchas futuras por los derechos LGBTIQ+, tienen hasta una calle en A Coruña. El relato de Elisa y Marcela es una historia de valentía y desafío a las normas, algo que, tristemente, muchos otros tienen que seguir haciendo en la actualidad.
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Pero son también un alegato en defensa de aquellos que han sufrido las injusticias de una sociedad que saca su lado más oscuro cuando algo hace peligrar su concepto de 'normalidad'.
La historia de estas mujeres es más conocida gracias al trabajo de Narciso de Gabriel, pedagogo y ensayista gallego, catedrático de Teoría e Historia de la Educación y quien también fue decano de la Facultad de Ciencias de la Educación. Él ha escrito dos libros sobre ellas, 'Elisa y Marcela: más allá de los hombres' (2008) y 'Elisa y Marcela: Amigas y amantes' (2019). Además, en 2019 se estrenó la película 'Elisa y Marcela' de Isabel Coixet y Xulia Vicente también ha publicado un cómic basado en ellas, 'Elisa y Marcela'.
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