Existen pocos lugares tan fuertemente influidos por los poderes del interior del planeta como el paraje en el que se encuentra la ermita de Quintanilla de las Viñas. Es uno de los templos más misteriosos y esotéricos que podemos encontrar en toda la geografía europea.
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Lo primero que nos encontramos es con una dificultad para localizarla en su contexto histórico. Es en la etapa visigoda, donde más comúnmente se la considera, pero un estudio de sus relieves revela que los orígenes de su iconografía pueden estar en el Mediterráneo oriental y el oriente sasánida y que fueron transmitidos a la Edad Media particularmente desde el núcleo de Córdoba.
Probablemente sea la ermita que más incógnitas plantea y que todavía parecen no tener una solución. Sus frisos poblados con especies animales y plantas, entre los que destacan árboles de lejana procedencia, y el contraste con la expresión cristiana en los relieves del interior, con el sol y la luna como emblemas, son todavía secretos sin descifrar.
Los estudiosos de la paleografía han descubierto el nombre de una mujer, Flamola, sobre la imagen del sol, en uno de sus frisos, el más impactante y sorprendente.
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Julio César Rico
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Probablemente Quintanilla de las Viñas, el monumento prerrománico español que más literatura científica haya ofrecido. La ermita se descubrió en 1927 y se la ubicó en la etapa visigoda. Pero autores burgaleses como fray Justo Pérez de Urbel o como Huidobro remiten al siglo X sus investigaciones, incluso otros autores como Cazorla la ubica en el siglo VII.
Lo que nadie duda es que este es un lugar de poder en la provincia de Burgos. Y que aquí hubo asentamientos religiosos, previos a la época visigoda; que el punto en el que se encuentra la ermita tiene referencias al sol y a la luna, y que se convirtió seguramente en una basílica premozárabe, como señalan los estudios de María Cruz Villalón, de la Universidad de Extremadura, en su trabajo 'Quintanilla de las Viñas, en el contexto del arte medieval. Una revisión de su escultura'.
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La escultura de la ermita es amplia tanto, en el interior como en el exterior, y el tema que domina es el de la representación de animales, combinadas con otras figuras de carácter vegetal, organizadas en largos frisos. Algunos de esos frisos recorren en continuidad toda la superficie de la cabecera y el crucero.
Los detalles con los que se describen aves, plantas, y otros elementos identificados como patos, faisanes, aves de Guinea y algunas gallinas le llevan a pensar a Villalón en un origen mediterráneo y en manifestaciones coptas o sirio Palestina.
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El interior de la iglesia también es interesante y sus capiteles del arco de la cabecera aportan la luna y el sol, por encima se dispone la imagen de Cristo bendiciendo y desprendidas de su emplazamiento original se encuentran cuatro piezas sueltas, dos de ellas, flanqueadas por ángeles, una empuñando, una cruz, y la otra, posiblemente una imagen femenina
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Esa una clara presencia de Cristo bendiciendo en la cúspide del conjunto, encarnando al más primitivo de los pantocrátores que encontramos en la provincia. Las desconcertantes imágenes del sol y de la luna imprimirían aquí el carácter cósmico propio del ámbito de las Teofanía.
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El sol y la luna definen al cosmos, y se han constituido en símbolos de diversos sistemas religiosos, cuando tratan de expresar el carácter de lo sagrado o sobrenatural. Numerosos pasajes de la biblia. En su antiguo testamento. Explican plásticamente con estos elementos esa conexión.
El nombre femenino de Flamola aparece inscrito en el capitel en el que se representa el sol. Bien pudo ser la benefactora de la iglesia. Su nombre se encuentra en tres monogramas en el exterior que tienen carácter conmemorativo y que fueron claves para documentar el tiempo de la ermita.
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Se trata de monogramas cifrados cuyo código se desconoce, pero los autores coinciden en que la lectura del tercero está la clave. Este personaje se registra en el siglo X. Elena Rodríguez, lo explica en este didáctico video.
Estaba casada con Gundisalvo Tellez, conde de Cerezo de Río Tirón, y seguramente emparentada con Muniadona, que estuvo casada con el conde Gonzalo Fernández, fundador de Lara, matrimonio del que nacería Fernán González
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Ese friso es uno de los más misteriosos de la Edad Media. En su parte central hay representadas dos figuras haladas con nimbo en la cabeza y vestido talar que sujetan un clípeo, un escudo de forma circular y abombada usado en la antigüedad, de doble cordón unido, por contrario, en cuyo interior hay un busto imberbe, con peinado rematado en bucles y con una corona sobre su cabeza de nueve rayos, repartida a derecha e izquierda está la inscripción sol.
En la parte inferior del clípeo hay una palma y a su izquierda, la lira o cítara, símbolos que identifican al dios Apolo.
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