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La industria burgalesa ya ha comenzó a notar los efectos de la huelga del sector del transporte convocada el pasado lunes en el conjunto del territorio nacional. Aunque de momento el impacto está siendo relativamente contenido, lo cierto es que varias empresas de cierto calado ... de la provincia se han visto obligadas a parar puntualmente su producción, ya sea porque no llegan materias primas o porque no pueden dar salida a sus productos.
En este sentido, factorías como Lear, Campofrío Frescos o Ardasa, entre otras, ya han notado los efectos de la huelga en primera persona. En el caso de Campofrío, por ejemplo, la llegada intermitente de cabezas de porcino obligó el miércoles a parar puntualmente la labor en un par de turnos.
También el sector maderero de la provincia se ha visto condicionado por la huelga, que está impidiendo el transporte normal de materias primas y producción, obligando a parar puntualmente varias factorías de la zona de La Demanda, incluida la planta de Kronospan en Salas, que se ha visto obligada a afrontar una parada de mantenimiento ante la falta de material con el que trabajar.
Mención aparte se merece el sector lácteo, que de momento parece haberse librado de la parada de producción que se preveía en el conjunto del territorio nacional. Es cierto que el flujo de mercancías no está siendo el óptimo, pero ninguna de las grandes empresas del sector en Burgos se ha visto obligada a parar, ni siquiera Pascual en Aranda.
Donde sí ha empezado a notarse la huelga es en los lineales de los supermercados, donde ya ayer escaseaban algunos tipos de productos. Y es que, la mayor presión de la huelga está recayendo precisamente sobre el transporte de alimentos frescos.
Sea como fuere, el impacto de la huelga está siendo, de momento, moderado en Burgos. Así lo reconocen tanto patronal como sindicatos mayoritarios. «Hasta el miércoles la situación era de práctica normalidad», explica Emiliana Molero, secretaria general de FAE. Sin embargo, a partir de ayer comenzaron a registrarse situaciones de desabastecimiento «puntuales» que empiezan a «preocupar».
De hecho, tanto sindicatos como patronal coinciden en señalar que si los paros se prolongan durante mucho tiempo o se recrudece la huelga, los problemas de suministros comenzarán a ser mucho más serios en toda la cadena productiva burgalesa. «Todo dependerá de cuánto dure» y de la capacidad de cada empresa para adaptar su producción a las circunstancias.
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En este sentido, el presidente de FAE, Miguel Ángel Benavente, recordaba ayer que «la gran patronal de los transportes no secunda» los paros. Sin embargo, añadía, «los piquetes están ahí», «obligando» en muchos casos a parar a transportistas que no quieren secundar la huelga. Y «si se paraliza el transporte, se paraliza todo», ya que la economía es una cadena.
Así, vaticinaba Benavente, si la huelga continúa «llegará un momento en el que no habrá» suministros y «si no hay material no se puede trabajar», por lo que a muchas firmas no les quedará más remedio que echar mano de los ERTEs, que parecían haber caído en el olvido tras superar los momentos más complicados de la pandemia.
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A la vista del contexto, la situación resulta «muy preocupante», y obliga al Gobierno a poner en marcha «política de verdad, no propagandística», según Benavente. Ayer mismo, diferentes miembros del Ejecutivo nacional subrayaron que se está trabajando para cubrir las demandas de los manifestantes, pero que a la vez se actuará «con la máxima firmeza» para evitar presiones violentas de los piquetes como las que se denunciaron ayer en varios puntos del territorio nacional. De momento, en Burgos no se han registrado incidentes de este tipo, si bien, la Subdelegación del Gobierno está preparada para garantizar que aquellos que no quieran secundar la huelga sigan trabajando.
Sea como fuere, lo que está claro es que la huelga, convocada por Plataforma en Defensa del Sector de Transporte, pero sin el apoyo de la gran patronal del sector en España, supone un problema más para la industria burgalesa, que se suma a los que lleva acarreando desde que hace poco más de dos años estallara la pandemia de la covid-19. Desde entonces, enumera Molero, se ha superado una crisis sanitaria, un confinamiento, cuellos de botella en el transporte internacional, falta de semiconductores, un impresionante alza del precio de la energía y los efectos de la guerra de Ucrania. «Es la tormenta perfecta», resume Molero.
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