¿Qué IVA le pongo? Del aceite a la peluquería pasando por la luz

«¿Con o sin IVA?». Es la pregunta que más se repite cuando un ciudadano va a pagar un producto y desconoce si el precio final ya lleva incorporado este polémico impuesto. Porque no hay otro gravamen que genere más controversia que el denominado Impuesto sobre el Valor Añadido en las compras del día a día, más aún cuando los tipos han ido cambiando a lo largo de los años.

La Unión Europea siempre amenaza con instar a España a unificar -y por tanto, subir- más este tributo; y los productos que se gravan con uno u otro porcentaje se va moviendo, sobre todo tras las últimas crisis de la pandemia y la inflación. Por lo pronto, desde este lunes, 1 julio, el aceite de oliva no cuenta con IVA, ni tampoco la cesta de productos básicos; el que se aplica en el recibo eléctrico vuelve a bajar al 10%; y se avecinan cambios durante los próximos meses, un periodo en el que el consumidor se perderá aún más en la vorágine de IVAs que le cobran cada vez que va a comprar.

Los tipos reducidos de este tributo seguirán un camino distinto en lo que resta de año. Porque a partir del 1 de octubre todos los alimentos pasarán a tener un gravamen del 2% hasta el 31 de diciembre. En el último trimestre, el IVA de la pasta subirá del 5% actual al 7,5%.

El hecho de que se haya optado por una subida gradual del IVA durante el próximo semestre para volver a sus tipos normales a partir de 2025 obedece a la exigencia de la Comisión Europea de que se haga una retirada gradual de las medidas de apoyo adoptadas a raíz de la guerra de Ucrania y su impacto en la inflación.

Pero habrá más. Previsiblemente. Porque España tiene uno de los tipos efectivos de IVA (es decir, lo que se cobra por este impuesto de media, entre todos los productos que compramos, ya sean alimentos básicos o un coche) más bajos de Europa: un 14,3% de tipo efectivo el año pasado, según la Agencia Tributaria. Las excepciones a la norma, las reducciones aplicadas de forma temporal y los tipos reducidos provocan esta brecha con el resto de socios de la UE, donde cada vez tienden más a establecer un único tipo general (habitualmente del 21%) con salvedades que se pueden contar con los dedos de una mano.