Álex Márquez, manteado por los miembros de su equipo tras proclamarse campeón de Moto2. Fazry Ismail (Efe)
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Y Álex Márquez entendió a Álex Márquez

Cinco años de obsesión, de trabajo, de presión, con la necesidad de ganar, con el peso del apellido Márquez sobre los hombros, han sido resueltos con brillantez por un piloto que ya es bicampeón del mundo

BORJA GONZÁLEZ

SEPANG

Domingo, 3 de noviembre 2019, 13:48

Consistencia. Esa es la palabra que más ha repetido Álex Márquez durante este 2019, y la que más han repetido también sus rivales como el factor que le ha permitido, por fin, proclamarse campeón del mundo de Moto2, su gran objetivo de los ... últimos cinco años, casi una obsesión.

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Como todo en la carrera deportiva de los hermanos Márquez, su mánager, Emilio Alzamora, ha ido cuidando cada paso para poner los cimientos a fin de lograr los objetivos marcados. En el caso de Marc, primero luchando contra su físico, después curtiéndose con una KTM poco competitiva, y después empezando la parte exitosa de su carrera con el salto a Derbi de la mano del experimentado Aki Ajo, para proseguir en Moto2 con un equipo para él solo, con un grupo técnico de confianza y con una moto que si bien no aparentaba ser la más competitiva, la Suter, sí que era la más trabajada de la parrilla, la que más inversión en los pequeños detalles tenía. Una plataforma para explotar el descomunal talento del ya ocho veces campeón del mundo que terminó de lanzarse con el salto directo al Repsol Honda, el equipo más potente de MotoGP.

Claro que comenzar una pieza sobre Álex Márquez narrando las peripecias de su hermano es justo lo que se debería evitar, de un piloto que siempre ha querido ser mucho más que 'el hermano de Marc', una sombra que, se mire como se mire, pesa, para lo bueno, y para lo malo.

Álex, de la mano de Alzamora, usó el trampolín de Monlau Competición, la escuela que el campeón de 125cc de 1999 encabezaba, para llegar al Mundial, con la escudería patrocinada por Estrella Galicia.

Logrado ese primer objetivo de ganar el Mundial de Moto3, en 2014, que dejó una fotografía de los campeones en Valencia junto a su hermano, Álex dio el salto lógico a Moto2: con la mejor moto, la Kalex, en el equipo más poderoso económicamente, el Marc VDS, propiedad del multimillonario cervecero Marc Van der Straten (proyecto al que también se subió Estrella Galicia) y con un cuerpo técnico diseñado a medida.

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Ingredientes que empezaron a forjar este título de Moto2, aunque se haya terminado dilatando cinco campañas. En su año de debut, 2015, fue decimocuarto (dos cuartos como mejores resultados), con Johann Zarco como campeón y su compañero Tito Rabat, que había triunfado el año anterior, tercero por detrás de Álex Rins, otro debutante y el piloto con el que había ido de la mano en Monlau en sus inicios. En 2016 mejoró un puesto (y se estrenó en el podio con un segundo en Aragón), con su nuevo compañero Franco Morbidelli cuarto, en el segundo título de Zarco. En 2017 ya fue capaz de escalar al cuarto puesto en la clasificación (con tres victorias y otros tres cajones), con Morbidelli ganando el Mundial. El año pasado, en un curso complicado por problemas internos en su equipo, repitió el cuarto puesto (el campeón fue Pecco Bagnaia), esta vez sin victorias, un curso en el que vio cómo su compañero, Joan Mir, que terminó sexto a 18 puntos de él, saltaba al equipo oficial de Suzuki en MotoGP. Un año gris que hizo que el Marc VDS replantease su estrategia deportiva y que el propio Álex entendiese que debía dar un paso más para ganar en eso que le estaba faltando, la consistencia.

Cambio de filosofía

«Lo que está claro es que la velocidad está, falta pulir los detalles de carreras, de saber controlar la presión, estar más tranquilo en los momentos clave, y disfrutar las carreras que es lo importante», analizaba antes de empezar el año. El equipo le puso al lado a un nuevo técnico proveniente de MotoGP y con experiencia en Moto2 en los títulos de Zarco. David García mejoraba la comunicación con el piloto mientras que su anterior jefe de mecánicos, Naoya Kaneko, se centraba en coordinar toda el área técnica del equipo. Esto con el expiloto Joan Olivé como director deportivo.

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«Es otra filosofía. Me entendía muy bien con Naoya, pero después de cuatro años necesitaba un cambio, aire fresco… quería alguien que fuera español, con el que me entendiera más fácil. David tiene las cosas claras y con él hemos cambiado la filosofía en pretemporada, rodando mucho y con neumáticos usados… Me están puteando, hablando claro. Pero creo que esto a la larga en la temporada se agradecerá», decía Álex Márquez. Un análisis pre inicio de curso que se ha terminado confirmando.

Tras un inicio titubeante, Márquez empezó a mostrar su mejor versión en Jerez, aunque un error de Remy Gardner le dejó sin probarlo en carrera. Pero a partir de ahí se desató un torbellino. Tres victorias seguidas, una cuarta que no fue por culpa de Lorenzo Baldassarri, y luego otras dos para remontar el vuelo. La clave para cimentar un año en el que ha sido el claro jefe de la categoría.

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«Yo no pienso en impresionar, pienso por mí. Ya lo dije el año pasado. Tengo la velocidad, me falta la regularidad, creérmelo un pelín más. Los motivos que pueden hacer que pierda este Mundial son mis errores, por eso estoy tan concentrado», comentaba. Álex Márquez entendió a Álex Márquez y sacó lo mejor de él. El resultado, su segundo título mundial y el crédito necesario para dar el salto a MotoGP aunque eso, por ahora, tendrá que esperar. En 2020 le tocará defender su corona.

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