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david sánchez de castro
Madrid
Miércoles, 25 de diciembre 2019, 18:54
El año 2019 y la década (al menos en dígitos) acaba con un piloto español demostrando su valía en la Fórmula 1. Si al final de 2009 muchos miraban con ansia lo que venía por delante, con un Fernando Alonso que afrontaría su primera campaña ... en Ferrari, se llega a los alegres años 20 con su heredero natural, Carlos Sainz, devolviendo las sonrisas a la escudería donde el asturiano no pudo hacerlo.
Para Sainz, la temporada no pudo empezar peor. Tres ceros consecutivos, Lando Norris demostrando su valía sin hacer mucho ruido y la sombra alargada de los fantasmas de 2007 cerniéndose sobre las cabezas de los aficionados españoles. «No podía demostrarlo, pero sabía que se estaban haciendo las cosas bien», recordaba el piloto madrileño en su último evento del año con los periodistas. Todo cambió en el GP de Azerbaiyán, en el circuito de Baku. Sainz acabó 7º y de ahí hasta el verano entró en los puntos en todas las carreras excepto en Canadá, que acabó 11º. Por el camino, grandes actuaciones como los dos quintos puestos de Alemania y Hungría o adelantamientos con sabor a revancha, como el que hizo sobre los dos Toro Rosso por fuera de la curva del Casino en Mónaco. Este, para él, fue el mejor de los muchos que ha hecho.
Después del verano, con el cambio de paradigma arriba, hubo más oportunidades para la zona media, y ahí Sainz ha sido el rey. Si en la primera parte del Mundial el paseo de Mercedes y de Lewis Hamilton había sido marcial, en la segunda Ferrari encontró (no sin suspicacias de sus rivales por este ascenso) el camino para imponerse. Charles Leclerc puso contra las cuerdas a todo un Sebastian Vettel, al que ha acabado venciendo en el campeonato, mientras en Mercedes esperaban que la ventaja de los primeros meses fuese suficiente. En Red Bull habían cambiado al decepcionante Pierre Gasly por el prometedor Alex Albon (no tenían mucho donde elegir), así que sólo el genio Max Verstappen podía ser su argumento. Los equipos de atrás tropezaban en función de los circuitos, con Haas sumido en su incomprensible ciclotimia, Racing Point lastrado por Lance Stroll y Renault en un quiero y no puedo. Ahí fue donde McLaren dio el do de pecho.
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Sainz empezó a ponerse como objetivo el impensable sexto puesto del Mundial. El cambio de fichas en Red Bull se lo permitía: sólo tenía que arrimarse al máximo a la zona alta. Se complicó la situación en las carreras menos propicias para el MCL34: dos retiradas consecutivas en Bélgica e Italia (esa tuerca mal puesta.), un 12º en Singapur. De nuevo, tres ceros que parecían cortar la progresión de Sainz. Pero se levantó de la lona. Empezó a sumar, a excepción de México, y la llegada a Brasil supuso un antes y un después.
«Fue un fin de semana en el que no salía nada bien. El sábado me fui a la cama muy enfadado, y me costó conciliar el sueño, que es algo que no me pasa normalmente. Me desperté con más ánimo, pero sabía que era difícil», recordaba el madrileño. En Interlagos le salió todo mal hasta el domingo. El viernes no tenía buenas sensaciones, el ritmo del coche no era el adecuado, en la clasificación no pudo ni salir. Pero en carrera todo cambió. Sainz salía último y llegó a ponerse cuarto. La sanción a Hamilton por golpear a Albon le aupó un puesto más y, aunque no fue de manera muy ortodoxa, Carlos Sainz se convertía en el cuarto piloto español en subir a un podio de Fórmula 1. Cinco años después, McLaren volvía a tener a uno de los suyos en el cajón.
El adelantamiento a Hülkenberg (expulsado de la Fórmula 1 por los vericuetos de un campeonato donde han apostado por otros valores en lugar de por el talento) en Abu Dabi dio a Sainz el último de los 96 puntos con los que ha cerrado el inolvidable 2019. «La temporada 2020 empezará como acabó esta», auguraba el madrileño. Eso son buenas noticias para McLaren, que además afronta el próximo año con la esperanza de que el primer coche salido al 100% de la pluma del genio de James Key les convierta en candidatos a acercarse al podio de manera más constante. Porque antes de la revolución de 2021 tiene claro que debe confirmarse en 2020.
Sainz se ha ganado en este 2019 el respeto de sus rivales, la admiración de los jefes de equipo (elegido 3º mejor del año) y el cariño de los fans. Ya no es una promesa, sino que es una realidad. El podio de Brasil fue el primero, y a buen seguro que, McLaren mediante, no será el último antes de que realmente comience la tercera década del siglo XXI.
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