Lydia Valentín sueña con el póker olímpico

Mientras el deporte español explotaba definitivamente con los históricos Juegos de Barcelona en 1992, Lydia Valentín ya entrenaba en el pabellón municipal de su localidad, Camponaraya, situada en la comarca leonesa de El Bierzo, apenas a unos kilómetros de distancia de Ponferrada. Ya entonces era tremendamente competitiva. «Creo que naces deportista, no podía soportar que alguien me ganase», explica sobre sus inicios. A los 14 años, la edad mínima para competir en los Campeonatos de España, consiguió proclamarse campeona y a partir de entonces entró en la órbita de la Federación Española de Halterofilia, que le ofreció mudarse a Madrid para vivir en la Residencia Joaquín Blume, donde podría compaginar los estudios con su carrera deportiva a través de los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) del Consejo Superior de Deportes (CSD). No se lo pensó ni por un momento y sus padres cedieron ante la ilusión de su hija.

Hoy, dos décadas después de aquella decisión, Lydia Valentín es la mejor halterófila de la historia de España y a tenor de las platas conquistadas en 2019 en el Mundial de Pattaya (Tailandia) y en el Europeo de Batumi (Georgia), donde la berciana se estrenó en la categoría de hasta 76 kilos en la que competirá en la capital nipona tras un breve paso por la de hasta 81 kilos, en la cita olímpica del próximo verano volverá a aspirar a lo más alto. El listón lo ha elevado tanto con dos oros mundiales en Anaheim (Estados Unidos) en 2017 y Asjabad (Turkmenistán) en 2018 y cuatro medallas doradas en Europeos entre 2014 y 2018 que hasta el doblete de plata del pasado año sabe a poco.

Lydia Valentín tiene además una cuenta pendiente con los Juegos Olímpicos, pues pese a que atesora medallas de todos los colores, sólo el bronce de Río 2016 lo pudo disfrutar sobre el podio. El dopaje de algunas competidoras le privó de la gloria en Pekín y en Londres. En 2008 fue quinta en el concurso general de la categoría de hasta 75 kilos, con un total de 250 kilos levantados -115 en arrancada y 135 en dos tiempos-, pero la descalificación de la china Lei Cao, la rusa Nadezda Evstyukhina y la bielorrusa Iryna Kulesha le acabó otorgando la plata, sólo por detrás de la kazaja Alla Vazhenina, una presea que no tuvo entre sus manos hasta enero de 2018, casi una década después de hacerse acreedora de ella en el Gimnasio de la Universidad de Beihang.

Cuatro años después, en 2012 y en Londres, ocurrió lo mismo. Una marca de 245 kilos situó a la halterófila de Camponaraya cuarta, a tres kilos del podio. Otra vez tres positivos detectados por la Federación Internacional de Halterofilia, en esta ocasión de la kazaja Svetlana Podobedova, la rusa Natalya Zabolotnaya y de nuevo de la bielorrusa Kulesha, en un caso flagrante, y un oro que Lydia Valentín recibió de nuevo en la sede del Comité Olímpico Español (COE), en febrero de 2019, casi siete años después de ganárselo en el Centro de Exposiciones ExCeL y a más de 1.700 kilómetros de la capital británica. Su experiencia olímpica es por lo tanto agridulce, demasiado para una deportista de su altura, y nada mejor que endulzarla definitivamente con una medalla que complete su pleno y que sirva de inmejorable despedida a los Juegos.