Más allá del pésimo resultado que complica la clasificación para el Mundial y de la sensación de vulnerabilidad de España en Suecia, la tensión mostrada por Luis Enrique al término del partido y su contradictoria conferencia de prensa evidencian que La Roja no va bien. ... Tras el optimismo, quizá excesivo, generado por la selección en la Eurocopa, donde cayó en las semifinales ante Italia por penaltis en su mejor partido, un clásico en la historia de España, el combinado nacional sufrió un baño de realidad en Solna: la mayoría de sus jugadores integran la clase media y componen un equipo vistoso y atrevido pero que no marca diferencias porque no tiene colmillo arriba y sufre lo indecible en defensa.
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Apenas han transcurrido tres meses desde que cayó en Wembley frente a los 'azzurri', pero el bajonazo ha sido tremendo. De soñar con una selección joven a ver Catar todavía más lejos. España se instala de nuevo en una montaña rusa, con momento brillantes, como en el inicio ante los suecos, con fases de desconcierto en las que el equipo se hace larguísimo, horrible en los repliegues.
Los números son fríos, pero no engañan. Por mucho que Luis Enrique premie la meritocracia, los estados de forma, sin mirar los DNI y los perfiles mediáticos de sus convocatorias, el hecho de que no haya repetido jamás equipo evidencia ciertas dudas. Tras el estreno con gol de Carlos Soler en el extrarradio de Estocolmo, ya son 24 los debutantes con el técnico asturiano en el banquillo. La cifra se eleva a 29 desde el Mundial de Rusia, ya que Robert Moreno alistó a cinco nuevos.
España ha ganado poco más de la mitad de los 29 partidos con Luis Enrique al frente: 16, por nueve empates y cuatro derrotas. Ya suma los mismos choques partidos que Luis Aragonés, pero el Sabio de Hortaleza dirigió 54 partidos. Y en sus últimos nueve encuentros como visitante desde que venció en Rumanía en septiembre de 2019, España solo ha ganado en Georgia.
Ser un país exagerado, hiperbólico en lo bueno y en lo malo, distorsiona la realidad. Si se mira con perspectiva, la Eurocopa fue un soplo de aire fresco, pero España solo ganó a Eslovaquia en el tiempo reglamentario. Pobres empates frente a suecos y polacos, victoria en la prórroga de octavos ante Croacia (3-5) en un duelo desatado, tablas ante Suiza (1-1) en cuartos y empate también ante Italia (1-1).
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Sería injusto pedirle a Luis Enrique que convierta jugadores de medio pelo en estrellas, pero sí hay que exigirle que España sea más compacta, con cierto equilibrio táctico. Al carecer de pegada, igual el juego de ida y vuelta al que invita con esa presión alta no le conviene. Suecia, con la velocidad y potencia de Isak y Kulusevski, desarmó el entramado defensivo español. Como ocurrió en la Eurocopa.
«No fue un mal partido en muchos aspectos, pero perdimos infinidad de duelos individuales y permitimos muchas transiciones», analizó Luis Enrique tras la derrota. Crítica implícita a los jugadores, pero qué decir de un sistema al que tendrá que dar una vuelta sin renunciar a sus principios del dominio y la defensa a través de la posesión de balón. Todo rival que se junta con orden, es intenso y corre al contragolpe, le puede hacer un destrozo a España.
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No tiene mucho sentido decir que fue un buen partido en cuanto a posicionamiento y aplaudir a sus jugadores por hacer solo seis faltas, ya que cumplieron sus órdenes, y al mismo tiempo quejarse de la falta de contundencia para frenar las salidas del rival. Para ganar duelos y correr hacia atrás, un centro del campo con Koke, Busquets y Soler no es lo más indicado. Y si falla el repliegue y el físico en los duelos, ¿por qué no alineó a un portento como Marcos Llorente?
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Ignacio Tylko
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Desde el ventajismo que supone cualquier análisis a posteriori, la derrota pone en cuestión la elección de los jugadores. Si César Azpilicueta es campeón de Europa con el Chelsea como central y Raúl Albiol está curtido en mil batallas y es un prodigio de colocación y en el juego aéreo, ¿por qué insistir en Eric García y Aymeric Laporte? Nadie duda de la calidad del central catalán, pero para un defensa es inquietante no ganar duelos individuales, ni balones de cabeza, ni carreras al espacio.
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También causó extrañeza que cuando Suecia se puso en ventaja y España tocó a rebato, con un extremo explosivo como Adama Traoré en el campo para percutir y poner centros y Pablo Sarabia también sobre el césped, Luis Enrique quitase a Álvaro Morata para jugar con un nueve mentiroso como Ferran Torres. Una decisión tan guardiolesca como discutible.
Acabado el choque, a Luis Enrique se le vio más nervioso que nunca con la selección. Primero, las imágenes le captaron discutiendo de forma acalorada con Pablo García Cuervo, su jefe de prensa. Al parecer, no le gustó que el técnico local, Jan Andersson, hablase antes.
Luego, la prensa sueca le acusó de hacerle una peineta a un aficiónado español que le gritó «vete a casa». Incluso consideran que la UEFA podría actuar de oficio y castigar al seleccionador español por ese gesto. En la conferencia de prensa, Luis Enrique tampoco tuvo su mejor día.
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