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La Eurocopa de las multisedes y la ausencia de fronteras, auspiciada por Michel Platini como homenaje a los 60 años del gran torneo continental de selecciones, sí tiene barreras. Parafraseando al Cholo Simeone, ha derivado en un torneo que parece «peligrosamente» preparado para Inglaterra, ajena a los postulados de la Unión Europea una vez consumado el 'brexit'. La polémica viene de lejos pero se ha recruducido por las quejas de daneses, italianos y españoles, tres semifinalistas que jugaron la primera fase en casa y se hallan en la lista ámbar de la covid-19 para el Reino Unido.
Todos los caminos de la Eurocopa conducen a Wembley, donde Inglaterra, caso de llegar a la final, disputaría seis de sus siete partidos. Solo en la goleada de cuartos ante Ucrania (4-0) en Roma, la selección de Gareth Southgate actuó en el destierro. En casa, con muy reducida hinchada de los rivales, fue superando los escollos de Croacia (1-0), República Checa (1-0), Alemania (2-0) en octavos y el referido ante Ucrania. Solo empató un partido y fue ante Escocia, cuyos aficionados no tenían restricciones para acudir al templo del fútbol inglés.
Existe cierto paralelismo con el Mundial de 1966, cuando Inglaterra se coronó en casa. Es su único gran título internacional y su única final, ya que en su Eurocopa de 1996 los 'Three Lions' cayeron ante Alemania en semifinales tras superar a una gran España de Javier Clemente en los funestos penaltis de cuartos. El himno oficial de aquella edición, el célebre 'Its coming home' (el fútbol vuelve a casa), se repite en cada partido de Inglaterra en la presente Eurocopa.
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Iban Garbayo
La controversia es enorme. En las semis y en la gran final del 11 de julio no podrán haber 95.000 espectadores, como en los años de Bobby Charlton o Geoffrey Hurst, pero sí asistirán 60.000 seguidores sobre un aforo máximo de 90.000. Una cifra muy elevada teniendo en cuenta las circunstancias sanitarias y, sobre todo, el aumento de las infecciones por la variante Delta en el Reino Unido.
La UEFA se mostró implacable con las sedes de Bilbao y Dublín, que se quedaron en el camino, pero es condescendiente con Londres. «Me pregunto realmente si no es un poco demasiado», se quejó el viernes la canciller alemana, Angela Merkel, «muy preocupada». También compartieron su inquietud otros líderes como el primer ministro italiano, Mario Draghi, o el vicepresidente de la Comisión Europa, el griego Margaritis Schinas.
Ante esos temores, el primer ministro británico, Boris Johnson, aludió al «muro de inmunidad» que construyó el Reino Unido con su ambicioso programa de vacunación, gracias al cual el 63% de los adultos del país han recibido la pauta completa. En cambio, su gobierno no acepta el certificado o pasaporte de vacunación que entró en vigor el 1 de julio en los 27 estados miembros de la Unión Europea, además de los países del Espacio Schengen no pertenecientes a la UE como Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein.
En Dinamarca, rival el miércoles de Inglaterra en la segunda semifinal, están que trinan contra la UEFA, su presidente Aleksander Ceferin, y el gobierno británico. Kasper Hjulmand, seleccionador de los 'vikingos', realizó un llamamiento que ha caído en saco roto. «Espero que Boris Johnson despierte y permita viajar a los miles de hinchas daneses que quieren hacerlo», espetó. Solo hay una excepción: los 2.500 VIPs de la UEFA que viven en su burbuja con permiso de Johnson, que cedió en este punto ante las amenazas de trasladar la fase final del torneo a Budapest.
Los aficionados extranjeros de a pie que quisieran desplazarse para apoyar a su selección en Wembley, lo tendrían en chino: PCR antes de salir de sus países, formulario para las autoridades policiales británicas, dos test en Londres, cuarentena que tendrían que saltarse con el consiguiente riesgo de sanción administrativa y económica, y una prueba de antígenos 52 horas antes de acceder al estadio. Ante esa tesitura, se han liberado 5.000 entradas para los hinchas daneses. Están indignados porque ahora no pueden viajar a Londres y, sin embargo, en cuartos se tuvieron que desplazar hasta la lejana Bakú, a 4.000 kilómetros de distancia de Copenhague, para disfrutar del partido ante los checos.
Hace unos meses, sin embargo, la pandemia obligó a trasladar la final de la Champions de Estambul a Oporto. La jugaron el Chelsea y el City, dos clubes ingleses, pero tanta restricción llevó a la UEFA a descartar Wembley.
La 'Dinamita Roja' no se rinde. Busca alcanzar la gran final de la Eurocopa y rememorar la gesta de 1992, cuando se coronó tras llegar al torneo a última hora por la exclusión de la Yugoslavia en guerra. Y dedicársela de todo corazón a Christian Eriksen, su faro. Hace nueve meses, Dinamarca le ganó 1-0 a Inglaterra en el último duelo entre ambos equipos, en la Liga de Naciones de la UEFA, celebrado justamente en Wembley.
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