Debía haber sido un ministro balsámico, el enlace entre el Gobierno y el sector cultural, casi siempre aliado natural de la izquierda, pero José Manuel Rodríguez Uribes (Valencia, 1968), se ha convertido en unos meses en el miembro del Ejecutivo acaso menos popular. Filósofo de ... formación, en lugar de sembrar esperanza y confianza, ha generado malestar, críticas y crispación en un sector que esperaba mucho de su gestión. Debía afianzar sus cimientos con ayudas a las industrias culturales, que suponen el 3,3% del PIB, pero le acusaron de desconocimiento, pasividad e inacción.
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Su dotes de orador y su carácter dialogante y cordial han servido de poco a este profesor de Filosofía del Derecho y Filosofía Política en la Universidad Carlos III de Madrid, muy ducho en deontología profesional, derechos humanos y de las víctimas del terrorismo. Un socialista de base, colaborador en los ejecutivos de José Luis Rodríguez Zapatero, que con nula experiencia en el mundo de la cultura, tomó el relevo del muy fajado José Guirao. Quizá él propio Uribes fue el primer sorprendido con su nombramiento. «Mi mundo es el de las ideas, el mundo académico», suele decir.
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La cruda realidad del coronavirus ha diluido como un azucarillo la hoja de ruta que esbozó en enero. «Los ejes de nuestro trabajo -dijo- incluyen tanto medidas directas de apoyo a la creatividad mediante ayudas directas y fiscales, como medidas para atraer el talento extranjero que desea instalarse en España». Ayudas para el sector editorial, el audiovisual, la música o las artes escénicas que brillaron por su ausencia en su primera comparecencia en lo más duro de la crisis y que ahora el propio Uribes reclama a Hacienda. La salud de las industrias culturales, afirmó también en enero «es síntoma del vigor de la sociedad» en una España en la que «las industrias de contenido cultural aportan un 3,37% del Producto Interior Bruto».
Antes de llegar a la Casa de las siete chimeneas fue, entre 2006 y 2011, director general de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo bajo el mando de Alfredo Pérez Rubalcaba en el Ministerio del Interior. Un terreno que sí conocía bien, tras haber sido jefe de gabinete de Gregorio Peces-Barba cuando este era alto comisionado para atender a las víctimas de los atentados y garantizar las indemnizaciones a quienes habían sufrido la barbarie y tenían derecho a ellas sin haberlas solicitado.
Fue director del Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas (2016-2018), y ocupó la secretaría de Laicidad en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Designado delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid en junio de 2018, le tocó presidir actos religiosos en festividades como La Almudena y San Isidro. «Soy el responsable socialista de laicidad ¡y me toca presidir misas!», ironizaba. Dejó el puesto hace un año para concurrir como número tres de los socialistas madrileños en los comicios autonómicos y convertirse en portavoz adjunto del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid, donde acreditó su fama de trabajador. Muy madrugador, desayunaba en el bar de la Cámara Regional antes de entrar a trabajar a su despacho.
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Educado, culto, gran lector, buen conversador, de trato afable y con gran sentido del humor, está casado y es padre de un hijo. De exquisitos modales, será difícil dar con alguien que hable mal de él. Le gusta charlar de literatura y las actividades físicas no son el fuerte de un ministro de Deportes a quien le gusta el fútbol y el baloncesto (dicen que madridista sin disimulo), pero no apasionadamente. De su época como delegado del Gobierno en Madrid tuvo que lidiar con las huelgas del sector del Taxi. A pesar de los tensos momentos vividos con la provocación de una parte de los taxistas no hubo enfrentamientos graves con la Policía y se logró encauzar la protesta, algo de lo que siempre se ha sentido especialmente orgulloso. El mundo de la cultura no es el del taxi, pero le está dando más dolores de la cabeza. y sin pisar la calle.
Es también autor de ensayos como 'Opinión pública. Concepto y modelos históricos' , 'Sobre la democracia de Jean-Jacques Rousseau', 'Formalismo ético y constitucionalismo', Las víctimas del terrorismo en España', con Gregorio Peces-Barba. 'Justicia y Derecho. La utopía posible' y 'Elogio de la laicidad. Hacia el Estado laico: la modernidad pendiente'. Ha sido conferenciante e investigador en la ONU, en la OSCE, en el Instituto Europeo de Florencia y en distintas sedes de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en América Latina.
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