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El alcalde de Traspinedo, Francisco Javier Fernández.
«Música, pasión taurina y hospitalidad, nuestro legado»

«Música, pasión taurina y hospitalidad, nuestro legado»

ESPECIAL MUNICIPALISMO. EL PATRIMONIO INMATERIAL DE CASTILLA Y LEÓN ·

«Qué mejor seña de identidad para un pueblo que su hospitalidad y poder compartir sus costumbres entre propios y foráneos. De todo ello podemos presumir en Traspinedo y con creces»

FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ. ALCALDE DE TRASPINEDO

Viernes, 16 de julio 2021, 08:11

Qué mejor seña de identidad para un pueblo que su hospitalidad y poder compartir sus costumbres entre propios y foráneos. De todo ello podemos presumir en Traspinedo y con creces. El punto álgido de esa cordialidad la vivimos durante las fiestas de Santa Isabel (en julio) y San Martín (en noviembre). Estos días la máxima expresión de algarabía, unión y ambiente sano se va transmitiendo de padres a hijos en los pasacalles, verbenas o encierros. También en las capeas que se celebran en el típico coso empalizado, un referente de primer nivel para los aficionados, como lo es además la suelta de toros desde el cajón –festejo donde somos pioneros en Castilla y León– gracias al buen hacer de la Asociación Taurina Coso de la Fuentecilla y del Ayuntamiento.

En Traspinedo contamos con un fuerte vínculo musical, con coplillas y cantares de antaño, y con la jota popular de la villa 'El Pingo Chumarro', como principal exponente. Una sintonía que tiene su origen en la interpretación del dulzainero Victorino Amo, ilustre vecino que cuenta con una calle en su honor, y que desde bien pequeño se fue aficionando a este instrumento, regalo de su abuelo Enrique.

Sensibilidad musical

De aquella sensibilidad de don Victorino por la dulzaina, Traspinedo ha ido incrementando su repertorio de orquestas y charangas, desde Los Dueros, Los Melódicos hasta Impacto Musical, pasando por la Tía Aurora, el Tío Musilas o la actual charanga La Resaka, que llena de alegría las calles y plazas con sus pegadizos acordes.

De generación en generación también transcurre el legado de panaderos y reposteros que elaboran artesanalmente el auténtico pan de pueblo, unos dulces y pastas típicas para chuparse los dedos y rematamos la faena en las bodegas, donde degustamos el sabroso pincho de lechazo. Este ritual gastronómico se completa dando un paseo hasta nuestro emblema natural, el Pino de la Atalaya, testigo de un entorno privilegiado.

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