El Burgos CF se hace enorme en Salamanca

Tranquilidad. Ese es el término que tanto echaba de menos el Burgos CF al inicio de un encuentro. Hacía tiempo que no se veía en el arranque de un partido y le vino a las mil maravillas a los de José María Salmerón, que volvió a repetir el equipo titular que le había dado los dos últimos triunfos. Había encontrado la fórmula y la quiso repetir. En ese éxito sigue siendo clave la figura de Borja Sánchez. Del abulense nació la primera ocasión clara del Burgos. Su disparo con el exterior, como si del mismísimo Modric se tratara, rozó el poste. Pudo ser un golazo, pero no.

Más cómodo se encontraba el Burgos en el campo, aunque el Salamanca no perdía la cara al encuentro. Apoyados en la verticalidad de Borja Sánchez y en la seguridad en la medular de Miki Muñoz, los blanquinegros seguían creciendo, dejando en ocasiones aisladas las de los salmantinos. Hasta que llegaron las jugadas polémicas del encuentro con un mismo protagonista. Julio Rico vio, en diez minutos, dos claras tarjetas amarillas. Hasta ahí todo lo remado por el Burgos CF. Tocaba recular, reestructurar e inventar. Y esa mezcla terminó con Alarcón en el banquillo y Pere Martínez en el lateral derecho.

Los blanquinegros acumulaban tarjetas amarillas (además de la expulsión de Rico, Undabarrena y Córdoba también fueron amonestados), mientras los locales se acomodaban en El Helmántico. No tenían prisa por acercarse a los dominios de Pedro López, pero el Burgos ya no mordía como antes. Tan solo enseñaba el colmillo con acercamientos de Raúl Sánchez o Borja. Los salmantinos, por su parte, maceraban el encuentro para que diera sus frutos al final de los 90 minutos.

No parecía que tuviera uno más el Salamanca en el inicio de la segunda parte. Un buen plantado Burgos CF aguantaba a los de Aitor Larrazabal. El depósito aún tenía combustible y servía para rondar, en escasas veces, el campo rival. Donde más gasolina gastaba era en defensa, en controlar los acercamientos de un joven Monárrez. Y sino que se lo digan a Pere Martínez, que le tocó bailar con la más fea.

Larrazabal movía el banquillo, introduciendo más mordiente en ataque. Salmerón hacía lo propio y desenfundaba el arma de Toché para meter más corpulencia en ataque. Era el momento de buscar los balones en largo. Y alguno hallaron, aunque sin mucho éxito. La mejor noticia es que el Salamanca no merodeaba el área de Pedro López. No pintaba tan mal la cosa para asegurar al menos un punto. Y en ese dibujo que esbozaba el Burgos apareció Cerrajería para dar una gran pincelada de calidad en el área rival y sumar el único tanto del encuentro. Al gol se sumaron las intervenciones bajo palos de Pedro López y Córdoba, que tuvieron el mismo valor que el gol de Cerrajería.

No hay nada como estar de dulce para que salgan las cosas. Este Burgos ha comprado en Salamanca la licencia para soñar.