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«Eres lento», «estás siempre distraído», «no entiendes las bromas», «contigo no se puede jugar»... Son varios de los comentarios a los que se enfrentan miles de niños y jóvenes día tras día en la escuela, en el parque, en la calle y en los lugares de su entorno.
Viven a la sombra de etiquetas como déficit de atención e hiperactividad, trastorno del espectro autista, depresión o ansiedad, entre otras condiciones. La sociedad les ha encasillado siempre por sus debilidades, no por sus fortalezas.
No obstante, su diagnóstico les hace tener «superpoderes», así lo promueven desde el centro de neuropsicología y atención temprana Cecabur, un espacio situado en Burgos dirigido a mejorar la calidad de vida de neurodivergentes y personas con problemas emocionales de cualquier edad.
En estas instalaciones, la terapia se transforma en un tablero de juego para niños y jóvenes. Es un colegio, pero sin cuadernos o libros de texto, por lo que el aprendizaje se desarrolla en un ambiente desenfadado. «Aquí juegan y, realmente, lo hacen mucho mejor que nosotros», sostiene Laura Machado, psicóloga sanitaria de Cecabur.
«Son capaces de ver lo que nosotros no vemos», añade su compañera Julia Beltrán, neuropsicóloga clínica del establecimiento. Con el juego no importan los fallos ni los tropiezos. Los miedos desaparecen, la neurodivergencia se hace cada vez más pequeña y salen a la luz las destrezas y virtudes de los pequeños.
Infantes y adolescentes, cuando acceden por primera vez a Cecabur, se someten a lo que sus trabajadoras llaman «radiografía emocional». Se trata de una evaluación neuropsicológica en la que las profesionales deducen cuáles son las debilidades y cuáles son las fortalezas de cada niño.
El objetivo es potenciar esas fortalezas y trabajar con las debilidades. Y para ello, a raíz del test, las terapeutas preparan unas sesiones con juegos de mesa del día a día y/o gymakanas.
Escogen las dinámicas según los aspectos que precisen fomentar con cada infante, pero siempre mediante el juego. No obstante, a veces necesitan cambiar las reglas de los mismos para incidir en algunos aspectos. «Lo adaptamos a nuestras necesidades», explica Julia.
En sus sesiones terapéuticas se emplean juegos de mesa como 'La Polilla Tramposa', en el que los participantes tienen que mentir. Las reglas de este juego son atípicas y suelen generar polémica. «¿Enseñáis a los niños a mentir?», suele ser la duda más repetida de puertas para afuera.
Pero no, ese no es el «aprendizaje significativo» del juego, sostienen Beltrán y Machado. Con 'La Polilla Tramposa' los niños trabajan la toma de decisiones, planficación de estrategias y velocidad de procesamiento, entre otras funciones.
Uno de los inscritos en el centro tiene trastorno del espectro autista. Gracias a este juego, ha podido salirse de las normas establecidas y entender algunos aspectos como la ironía o las bromas. «Es bonito ver cómo él sólo cambia sus propias reglas», comenta la neuropsicóloga.
Otro de los juegos empleados en las terapias es 'Skinture', un pasatiempo burgalés de agilidad mental. Su uso ayuda a los individuos con diagnóstico a poner en práctica capacidades como la discriminación visual o la memoria de trabajo.
Una de las jóvenes de Cecabur tiene TDAH y en el instituto le dicen que es lenta. No obstante, ha demostrado ser la más rápida e incluso superar a las trabajadoras del centro en el tablero de 'Skinture' gracias a su destreza en el reconocimiento de patrones.
Hace aproximadamente diez años que el centro burgalés comenzó a dar sus primeros pasos en la ciudad. Hoy cuenta con una estantería llena con decenas de juegos, pero en sus inicios ese habitáculo estuvo vacío.
Los comienzos son costosos, aún así tanto Julia como Laura, dos de las fundadoras de Cecabur, recuerdan sus principios con estima, a la vez que se ven reflejadas con los infantes que acuden día a día al centro. «Nosotras éramos unas de esas niñas que sólo necesitábamos que creyesen en ellas para poder volar», sostiene Julia.
Y ellas procuran proporcionar las alas a los pequeños con y sin diagnóstico. «Es entender el mundo a pequeña escala, pasito a pasito. Aquí todo el mundo acaba volando, o eso pretendemos», explica la neuropsicóloga.
Sólo necesitan «confianza y cariño» y estar «en un entorno seguro» para poder ser ellos mismos y demostrar todas las virtudes que tienen, narra Laura. «Ojalá en algún momento la sociedad no juzgue, no vea etiquetas. No vaya con la lupa puesta y sepa ver estos superpoderes«, añade la terapeuta.
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