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Asombrar, ilusionar y devolver a la gente a la infancia. Esas son las tres premisas que Rubén Zamora, también conocido como el Gran Truquini, espera conseguir el próximo sábado en sus cuatro actuaciones en el Teatro Principal de Burgos durante la Noche Blanca 2022.
En ... ellas, el mago apuesta por un viaje en el tiempo hasta la época dorada de la magia, a finales del siglo XIX, cuando este arte estaba reservado para las altas esferas de la sociedad. Con esta propuesta, Rubén pretende «desencorsetar la magia como actuaciones para niños» y acercarla a cualquier tipo de público.
«Desde el primer año que se empezó a organizar hable con la organización porque la magia tenía que estar presente esta noche», asegura el presidente del Círculo Ilusionista Burgalés (CIB) sobre los comienzos de la que será su sexta edición participando en una de las noches más especiales en la ciudad.
El burgalés, de 52 años, relata que el inicio de su idilio con la varita y la chistera no fue «nada esecial».«En mi familia no hay nadie mago, pero con ocho años, a mí me llamó la atención el típico 'Magia Borrás' y las cosas que se podían hacer», rememora.
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Ese aleatorio paseo por delante del escaparate de una juguetería puso la primera piedra de un sendero por el que Rubén transita ya desde hace más de cuatro décadas para llevar su afición por miles de escenarios a públicos de todas las edades.
Para definirse, utiliza la palabra 'amateur', pero no el sentido de no profesional- aunque no es su trabajo- sino en su significado latino de «el que ama algo», en este caso, la magia.
Bajo la tutela de Mariano Calvo, uno de los impulsores en Burgos, la fascinación de Rubén por el ilusionismo creció en sus ratos libres, mientras compaginaba sus estudios y ahora su trabajo en una empresa de cosmética.
Las artes mágicas le llevaron a emprender viajes a Estados Unidos, Francia, Alemania o Inglaterra para aprender, además de idiomas, las técnicas de los mejores ilusionistas del mundo e importarlo a Burgos.
De esta manera, Rubén fue perfeccionando «con muchísimas horas de práctica» su estilo romántico para desafiar la lógica, opuesto a los 'compratrucos', los magos «con juegos mal hechos, o los que utilizan los mismos chistes de siempre».
Para distinguir estos dos tipos de espectáculos, Rubén aboga por «educar al público en la magia». Lejos de referirse a Hogwarts, el burgalés se refiere a enseñar a los espectadores a discernir entre un mago «que aporta, que sabe de historia de la magia y que le pone ilusión» de aquellos «que solo quieren cobrar el cheque».
Para ello, pone de ejemplo el Festival Internacional de Magialdia en Vitoria, de dimensión internacional y el que «el público entiende de magia como el que sabe de música o de fútbol», criterio adquirido después de «ver mucha magia para poder comparar», el único truco para conocer cultivarse en la ciencia oculta.
En este sentido, Rubén insiste en descategorizar la magia como «algo para niños» y abrirla a todos las edades. «La magia es algo intelectual. Para los niños todos es mágico, pero para asombrarte con un truco tienes que entender que lo que ha sucedido no debería ser así», explica sobre su espectáculo.
«Para ver magia hay que ir con la mente de un adulto y el corazón y los ojos de un niño», añade sobre la predisposición con la que desea que acudan el público la noche del próximo 21 de mayo a la Sala de Ensayo del Teatro Principal.
Padre de tres niños, Rubén recuerda con una sonrisa en la boca las primeras ocasiones en las que explicó a sus hijos que, aparte de su trabajo, «su papá hacia magia».
«Al principio sí que les hacía mucha ilusión, iban al colegio y entre los papás administrativos o de otros oficios, ellos presumían de que el suyo era mago», afirma Rubén.
Con el paso de los años, asegura que han normalizado más los trucos de magia e ilusionismo en casa, aunque en alguno de ellos, esa pasión ha dejado poso. «En casa hay veces que ensayo trucos con ellos. Al mayor sí que le gusta bastante la magia, pero a la mediana le causa más indiferencia», revela.
Su hijo pequeño, a pesar de no entusiasmarse demasiado con la magia, ha recogido el testigo artístico de su padre sobre los escenarios. «Este tiene vocación de monologuista y se le da muy bien, de hecho, ya ha actuado alguna vez y le encanta», reconoce Rubén.
Precisamente es su familia la que comparte la dedicación de su particular afición. «Detrás de una hora de espectáculo, hay unas seis de preparación del material, transporte y todo. Además, mis hijos también me suelen acompañar a algunas actuaciones», destaca Rubén.
Acostumbrado a crear ilusiones en los escenarios, la llegada de la covid en marzo de 2020 echó el telón a los espectáculos y a la vida en general.
Sin embargo, el Gran Triquini siempre guarda sus mejores trucos para los peores momentos, y fue entonces cuando tuvo la idea de mandar videos realizando aquellos juegos mágicos que la pandemia le impedía mostrar en actuaciones.
De esta manera, Rubén aunaba su afición con la necesidad de distraerse y devolvía la ilusión a sus conocidos.
El éxito de los videos le llevó a participar en la iniciativa #VamosBurgos, que promovía la ayuda a las personas más necesitadas durante el confinamiento.
También ha colaborado con diferentes ONG de la ciudad para intentar dibujar una sonrisa y entretener a niños en situaciones precarias u hospitalizados en el HUBU.
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