Borrar
Elsa Martínez y Diego Burgos junto a su hijo Leo. Gabriel de la Iglesia

La lucha de unos padres de Burgos por implantar la enfermera escolar: «Los profesores no pueden pinchar al niño»

No hay ninguna en toda la provincia de Burgos y los padres de Leo, un niño con diabetes de tipo 1, han iniciado una campaña para que desde la Junta se implante esta figura profesional como ya se hace en otras comunidades y provincias

Viernes, 11 de octubre 2024, 07:22

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Opciones para compartir

Leo Burgos Martínez podrá ir al mismo colegio de Burgos que sus hermanos en septiembre de 2025. Pero para lograr una escolarización habitual, como la que tuvieron sus dos hermanos, tanto él como sus padres precisan de una figura muy conocida y extendida en otros países, incluso en otras comunidades autónomas, pero casi desconocida tanto en Castilla y León como en Burgos.

Se trata de la enfermera escolar. Leo tiene 17 meses y hace poco más de un mes debutó como diabético de tipo 1, una afección crónica en la que el páncreas produce poca insulina o no la produce. Esto hace que Leo depende de inyecciones de insulina. Es decir, sus padres le pinchan ahora en el desayuno, en la comida y en la cena, por la mañana y por la noche, además, le pinchan insulina lenta, otro tipo de insulina que dura unas doce horas. Pero hay veces que para contrarrestar los efectos de algo que ha comido o por diferentes circunstancias externas o internas, necesita otro pinchazo. Por lo que hay que detectarlo para darle algo de comer o pincharlo y que recupere.

Una figura que garantiza tranquilidad y autonomía

Todo esto es algo que los pacientes diabéticos de tipo 1 asumen con el tiempo, es una enfermedad que te hace depender de este tratamiento pero que, como reconoce su padre, Diego Burgos, «hace unos años la gente se moría por ello». Pero a Leo todavía le faltan años para que pueda ser autónomo en estos casos y lo que buscan sus padres es «que tenga una vida lo más normal posible». Sin una enfermera escolar uno de los padres no podría trabajar, debería estar constantemente pendiente para, en caso de precisarlo, acudir al colegio a pinchar al niño.

Pero para ello, tanto la familia como Leo precisan de esta figura, de la enfermera escolar. Ahora mismo, según confirma Raúl Soto, presidente del Colegio de Enfermería de Burgos, en Castilla y León hay 23 enfermeras escolares. «La mayoría están en colegios para niños con necesidades especiales», especifica Soto.

En Burgos, de hecho, tres se encuentran en el colegio Fray Pedro Ponce de León, un centro público para niños con necesidades especiales. Además, hay otras dos en dos centros de la provincia, uno de Aranda y otro de Miranda. Desde la Junta de Castilla y León no se han aportado datos sobre el número de estas profesionales que ejercen en Burgos.

2.225 enfermeras escolares para 8.309.480 alumnos

«Madrid, en cambio, es una comunidad donde esta figura está asentada, hay unas mil enfermeras escolares, pero a nivel nacional se contabilizan 2.225 enfermeras escolares para 8.309.480 alumnos, según datos del curso 2022-23. Esto da a una enfermera por cada 6.685 alumnos», apunta Raúl Soto, presidente del Colegio de Enfermería de Burgos.

Elsa Martínez y Diego Burgos son los padres de Leo. Desde que debutó como diabético de tipo 1 y salieron del hospital con los conocimientos para cuidar a Leo, han comenzado a reivindicar la enfermera escolar. El centro en el que quieren inscribir a Leo, La Salle, los apoya y les gustaría contar con esta profesional, pero es un centro concertado y les han explicado que no cuentan con presupuesto suficiente, el AMPA también los apoya.

Además, la Asociación de Diabéticos de Burgos (Asdibur) se ha reunido con la Dirección Provincial de Educación para explicarles la situación y pedir esta enfermera escolar. Pero desde la Dirección Provincial de Educación les han puesto la excusa de que se trata de un centro concertado y esto corre a cuenta del mismo. Algo con lo que discrepan los padres. «Ya se les ha dicho que un centro concertado tiene financiación pública y que, además, este colegio nos ha dicho que no tienen dinero para asumir el puesto», explican los padres.

Recogida de firmas

Con todo, esta familia ha iniciado una recogida de firmas donde se puede apoyar su reivindicación. En septiembre de 2025 Leo podría empezar a ir al colegio al aula de dos años. Ese es el primer paso para que el colegio solicite formalmente la enfermera escolar a la Junta. Con la inscripción del niño en marzo en el colegio, el documento que el colegio ya les ha redactado en apoyo y también el del AMPA, así como los informes de la enfermedad, se presentarán a la Consejería de Sanidad y a la Dirección Provincial de Educación.

«Además, han reconocido a Leo un 33% de incapacidad, creemos que hay determinados tipos de discapacidades que permiten tener ayuda a los centros para tener una persona adicional que dé apoyo, como logopedas o la figura de TP (pedagogía terapéutica), en este caso, lo que nuestro hijo necesita es una enfermera», explican.

Un beneficio para toda la comunidad

Los profesores no tienen por qué asumir esa responsabilidad de controlar y pinchar al niño, no les acata porque son profesionales docentes tampoco. La figura de la enfermera escolar es algo que existe y está implantado en otras zonas.

Elsa y Diego evidencian que una enfermera en el colegio no solo beneficia a Leo, es algo que puede aportar mucho a toda la comunidad educativa. «Puede que esto sea un paso para implantarla a nivel provincial, puede suministrar medicinas a los niños, puede ser esencial para niños con asma, con epilepsia, las revisiones de estas profesionales está comprobado que son importantes para las detecciones precoces de enfermedades», enumera Diego.

En esta misma línea se mueve el Colegio de Enfermería de Burgos. En reuniones con la Consejería de Sanidad y con la Gerencia de Salud lo que se propone desde el Colegio es un modelo de enfermera escolar que atienda a toda la comunidad educativa, no solo que se ocupe de los niños con necesidades especiales. «Pero la apuesta de la Consejería es al revés, que solo se centre en estos niños, cuando podría ser una figura que aportara mucho más», explica Soto.

«Además, es que también nos han propuesto que estas funciones de la enfermera escolar las asuman profesionales de Atención Primaria, cuando ya está bastante saturado el sistema», añade Soto, «Es algo que desde el Colegio no compartimos».

Una vida totalmente distinta

Sin la figura de la enfermera escolar la vida de Leo y la de sus padres será totalmente distinta a la que podría ser. Uno de ellos no podría trabajar, debería estar pendiente de los niveles de glucosa que envía el dispositivo, tendrían que acudir a pincharle al centro. El niño, igualmente, se vería condicionado por esta circunstancia, por tener a sus padres en su centro escolar.

«Queremos que, dentro de esta enfermedad que es difícil y sabemos lo que conlleva, pueda llevar una vida autónoma, similar a la de otros niños y estamos en esa pelea», reconoce Elsa. «Lo que estamos tratando de evitar es que las relaciones del niño en un tiempo, cuando sea más mayor, estén condicionadas porque sus padres, de repente, acudan al centro y le separen del grupo», ejemplifica la madre. Sin olvidar la tranquilidad de tener a un profesional sanitario cerca de los niños.

Elsa Martínez y Diego Burgos con su hijo Leo. Gabriel de la Iglesia

El problema de los dispositivos

Leo es la persona más joven con esta enfermedad en Burgos. Es muy raro que debute en niños tan pequeños. El problema que tienen ahora se debe a los dispositivos. Los que se colocan en el brazo son para mayores de cuatro años. Existen unos en fase de pruebas y el HUBU tenía dos, pero estos sensores duran solo catorce días, después hay que cambiarlos y, además, el primero estaba defectuoso y duró menos. El segundo ya ha cumplido su vida útil, por lo que ahora tiene que llevar un dispositivo que marca los niveles de glucosa en sangre, pero solo está probado en personas de más de cuatro años. «No sabemos si pasa algo o no, pero puede que no sea eficaz porque solo está testado en mayores de cuatro años. Ahora, lo compramos nosotros porque, como Leo no tiene cuatro años, el Sacyl no lo subvenciona», explican los padres.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios