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Generosidad y agradecimiento. Esa son las palabras que más repiten Maria Eugenia Perea, médica en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y María Amor Hernando, enfermera y compañera en el mismo área, al explicar su trabajo en la Unidad de Coordinación de Trasplantes del HUBU.
Ambas son la cara visible de un equipo que ha logrado que el centro hospitalario burgalés, en el que no se realizan trasplantes de órganos, sea el que más donantes registró el pasado año en Castilla y León.
Hasta 22 familias accedieron a que un total de 65 órganos fuesen destinados desde Burgos a mejorar y, en algunos casos, dar una nueva vida a otras personas tanto de la comunidad como de toda España y también de Europa.
El mérito de tal éxito lo reparten a partes iguales entre sus compañeros y, sobretodo, los familiares de los pacientes donantes. «Sin su generosidad nada de esto sería posible», reiteran sobre una realidad que han constatado en 26 entrevistas en 2022. «Hay gente que incluso ofrece la donación de manera voluntaria y espontánea», señala María Amor Hernando.
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Yolanda Fernández Blanco
Para llegar a contar con un donante, explican, la unidad posee un funcionamiento pautado que se inicia con un proceso de identificación de potenciales donantes dentro de la UCI.
«Valoramos si los pacientes son aptos, sus antecedentes, su patología actual, enfermedades pasadas y, con todo ello, vemos si puede ser óptimo para ayudar a otros con sus órganos. Cuando fallece, nos entrevistamos con las familias para ver esta posibilidad», comentan sobre cómo se gesta una donación.
Pese a estos trabajos de selección de pacientes compatibles con una posible cesión, ambas coinciden en poner el foco en el factor humano como elemento diferencial, el de mayor orgullo de la unidad, y la clave para ser líderes en este ámbito en la comunidad.
«Es un momento duro. Cuando nosotras hacemos la entrevista para plantear la donación, nuestro objetivo es acompañar a los familiares en el dolor que están sufriendo e informar que es una posibilidad y un derecho que el paciente tiene. Estamos ahí, por si quisieran hacerlo posible, tanto si la respuesta es favorable como si no lo es», destacan Maria Amor Hernando y Maria Eugenia Perea.
Según su experiencia, relatan, la respuesta afirmativa, a posteriori, resulta «gratificante» para los familiares. «No resta el dolor por la pérdida del familiar pero, a la larga, nos cuentan que se alegran de haber tomado esa decisión porque les hace llevarlo mejor sabiendo que con esa decisión han hecho algo bueno por otros y ese ser querido fallecido está ayudando a más gente a pesar de no estar ya entre nosotros», apuntan.
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Para facilitar esa elección, Maria Amor Hernando indica que se les pregunta a los allegados cómo era el paciente en vida o si había dejado algún escrito al respecto de la donación de órganos.
«En general nosotros preguntamos cómo era y qué hubiese querido su familiar. En algunos casos nos dicen que es posible porque tenia antecedentes como la donación de sangre o similar aunque entendemos que es una situación que no se suele plantear nadie muy a menudo en vida», reconoce. Aunque en algunos casos llegan a conocer a los pacientes más de cerca.
Maria Eugenia Perea recuerda uno de ellos, el de una persona que ingresó en la UCI, como ejemplo de la implicación de los trabajadores. «Tenía hecha una traqueostomía y no podía hablar para pedirlo, pero los compañeros sabían que le encantaba Manolo Escobar», rememora.
Así, cada vez que visitaban su habitación para realizar algún cuidado o acercarle la medicación, los auxiliares acompañaban la rutina con el abrazo de las míticas coplas y pasodobles que el almeriense dejó para la posteridad y que intentaban trasladar una nota hogareña al paciente para amenizar la delicada situación que atravesaba.
Maria Eugenia perea
Médica encargada de la Unidad de Coordinación de Trasplantes del HUBU
Esa carga emocional, que continúa tras el desenlace final, hace que para ambas «todos los casos sean especiales porque todos se tratan de pérdidas y cada familia es única», aunque admiten que «a veces impactan un poquito más los de donantes más jóvenes o infantiles».
«Hace poco tuvimos un paciente que tenía 90 años, que pese a ser mayor, para sus hijos no deja de ser su padre y, aunque tenga esa edad, les afecta igual. Pero es cierto que cuando son pacientes jóvenes te quedas con la sensación de que no les toca estar ahí», exponen.
Por otro lado, en el caso del paciente nonagenario, los familiares se llevaron una sorpresa al saber que podían donar sus órganos. «No se imaginaban que con esa edad se pudiera. Pero se pudo y además se utilizó y al receptor le fue bien. Fue muy gratificante para ellos saber que después de una vida plena pudo ayudar a otras personas», añaden.
El paso final tras la decisión altruista de los familiares de los donantes es que esos órganos acaben en pacientes que necesitan un trasplante, un hecho difícil y en coordinación constante con la ONT (Organización Nacional de Trasplantes). «Que el receptor del órgano donado sea compatible es una tarea ardua», valora Maria Eugenia Perea.
Desde el hallazgo de un potencial donante, la Unidad de Coordinación del HUBU se comunica con la entidad nacional, que traslada diferentes solicitudes dar con el receptor adecuado. Entre ellas se encuentran antecedentes médicos, medicación que tomaba, el peso, la talla, una serie de pruebas de imágenes del tamaño del órgano y analíticas tanto para comprobar que el grupo sanguíneo sea compatible como otras específicas de las que también se requiere su compatibilidad.
Una vez recogidos todos los requerimientos, se elabora un informe remitido a la ONT para que sea el entre nacional el que encuentre el receptor adecuado. «La prioridad es lo que se llama la urgencia cero, pacientes que si no reciben el trasplante en las próximas 24 horas fallecerían o correrían el riesgo de fallecer», explica Maria Eugenia Perea sobre los pasos que conlleva el trasplante.
Maria Eugenia perea
Médica encargada de la Unidad de Coordinación de Trasplantes del HUBU
En el caso de que no hubiese dichas situaciones de necesidad, el siguiente paso sería intentar realizar la distribución por zonas. Entonces, se intenta encontrar receptores de esos órganos donados dentro de Castilla y León primero, y, después, se pasaría a la zona norte de España a la que pertenece el HUBU. «Incluso podría darse el caso que llegase a otro punto de España o Europa de no haber receptores anteriormente», detalla.
Localizado el futuro receptor, el órgano donado en el complejo hospitalario burgalés viaja hasta el Hospital de destino para realizar una operación de la que tanto Maria Amor Hernando como Maria Eugenia Perea siguen la pista. «Tenemos que hacer llegar a las familias que su decisión ayudó a salvar vidas. Son muchos los que reciben esa llamada a equis horas de la madrugada para decirles: venid que hay un órgano para vosotros», aseguran.
Aunque se trata de información anónima y confidencial para ellos, las sanitarias sí pueden acceder y ver el resultado de esa dadivosidad. «Lo miramos y decimos: mira, este se ha trasplantado y ha ido bien. Para nosotras es muy gratificante conocer que se ha trasplantado un órgano donado aquí e intentamos que ese agradecimiento les llegue a todos los que colaboran durante el proceso», revelan con evidente alegría. «Que sepan que llega a buen fin», exclaman.
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