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La excavación arqueológica que buscaba restos de las personas asesinadas y enterradas en terrenos de la Cartuja de Miraflores en agosto de 1936 ha finalizado sin hallazgos de restos humanos. Los investigadores y arquéologos se basaban en documentos como el libro de 1937 'Doy fe… Un año de actuación en la España Nacionalista', de Antonio Ruiz Vilaplana, secretario judicial de Burgos en el momento de los asesinatos. Al igual que testimonios orales de testigos.
Lamentablemente la familia del único burgalés que se tenía indicios de que podía estar ahí enterrado tiene que seguir honrando la memoria y dignidad de su familiar desde la incertidumbre de saber qué pasó con Jerónimo Carballera. Los trabajos de excavación, tras años esperando, comenzaron este jueves 5 de agosto por impulso de la Agrupación de Familiares de Represaliados en la Cartuja de Miraflores. Tras una jornada de intenso trabajo, en la que se estuvo removiendo tierra con una retroexcavadora con la intención de encontrar restos humanos, las labores finalizaron sin éxito.
Juan Montero, arqueólogo e investigador de la Universidad de Burgos, informaba de que «no ha habido suerte. No hemos localizado la fosa». Unas palabras que pesan y se atragantan.
La búsqueda de la fosa en este lugar se da por finalizada. Queda a expensas de que aparezcan nuevos testimonios orales o documentos que les pongan sobre la pista de un nuevo lugar de búsqueda.
Junto a Juan Montero ha estado la osteoarqueóloga Lourdes Herrasti, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. También estaba la familia de Jerónimo Carballera, antiguo dirigente del PSOE y de la UGT en Burgos. Su familia lo busca desde que el 13 de agosto de 1936 se lo llevaran de su casa un grupo de milicianos albiñanistas (grupos de derechas que apoyaron el golpe de Estado contra el Gobierno de la II República). Ese día hay constancia y testimonios de que se lo llevaron hasta La Merced, cuartel entonces de Falange.
Ese día los monjes de la Cartuja de Miraflores oyeron disparos y avisaron a las autoridad judicial. El 20 de agosto de 1936 se produjo el levantamiento de los cadáveres de esa fosa común que habían excavado, hay actas del juez y del secretario judicial (Antonio Ruiz Vilaplana). Solo se identificó a una persona, el capitán Ojeda, antiguo militar y militante de izquierdas, conocido en Burgos. Por orden del retén de la Falange que acudió al lugar, el resto de cuerpos quedó en la fosa y se ordenó que no quedase rastro de la misma.
85 años después se creía que se podría localizar la fosa, pero el terreno ha cambiado, el rastro se ha perdido, los testigos han ido muriendo. Como ha pasado en muchos puntos de España, el tiempo va en contra de los miles de muertos que 'descansan' en las cunetas y sus familias.
La familia de Jerónimo Carballera tendrá que seguir esperando para poder ver a su abuelo y padre (tres hijas todavía viven) enterrado junto a su mujer. A esas hijas «se les cayó el mundo en cima el día que se llevaron a su padre con ellas delante», este jueves la vida les ha vuelto a arrebatar la ilusión. Pero Antonio Carballera, su nieto, y el resto de la familia seguirán divulgando la historia de Jerónimo: «mi abuelo luchaba por conseguir unos derechos que tenemos hoy en día, pero que hay que recordar que costaron mucha sangre», señala el nieto.
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